Pesares

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Después de ese emotivo momento bajo la lluvia, Yuan Chezhong guió a Yin Zong hasta una pequeña taberna llamada "La Jarra Fragante", ubicada en los límites del pueblo.

El ambiente era rústico, con mesas de madera sin pulir y un fuerte aroma a licor impregnando el aire. Yuan Chezhong pidió una jarra del famoso vino de arroz "Lágrimas Imperiales" y se sentó en un rincón apartado junto a Yin Zong.

Mientras iba vaciando jarra tras jarra, comenzó a compartir historias de su dura infancia, buscando desahogar su pesar. Yin Zong escuchaba en respetuoso silencio.

—Una vez, cuando tenía ocho años, me atraganté con un hueso de pescado durante una importante cena con el administrador del Banco de Bronce —relató Yuan Chezhong, sus palabras algo arrastradas por la embriaguez—. Mi padre estaba furioso por "arruinar" la velada, así que me hizo arrodillarme sobre guijarros puntiagudos durante toda una tarde.

Inconscientemente, se frotó las rodillas al recordarlo. —El filo de las piedras perforaba la piel, la sangre no dejaba de brotar, pero no me atreví a quejarme. Esa noche, mi madre tuvo que extraer pequeños fragmentos incrustados en mis rótulas...

Yin Zong sintió una mezcla de pena e indignación al imaginarse a un pequeño Yuan Chezhong soportando ese trato tan cruel.

—Otra vez me dejó atado bajo el sol abrasador por horas solo por ensuciar mis ropas de entrenamiento —continuó relatando Yuan Chezhong—. Mis labios terminaron agrietados como un como el papel moneda por la deshidratación. Cuando mi madre fue a rescatarme, estaba al borde de la inconsciencia.

Con cada historia, Yin Zong sentía crecer su desprecio hacia el despiadado padre de Yuan Chezhong. Pero también admiraba la resiliencia del joven para seguir adelante.

Yuan terminó otra jarra, sus mejillas sonrojadas evidenciando la embriaguez. Pero su mirada seguía ensombrecida por el dolor y los tragos amargos del pasado.

—Al menos aún puedo ver a mi madre en sueños... —murmuró con voz quebrada antes de pedir otra ronda.

Yin Zong lo observaba con el corazón encogido.

Yuan Chezhong se quedó en silencio unos instantes, contemplando el contenido de su jarra medio vacía. De pronto, una leve sonrisa nostálgica se dibujó en su rostro.

—¿Sabes? No toda mi infancia fue tan sombría —comentó—. Cuando tenía unos seis años, solía escaparme a menudo a los jardines del palacio. Había una niña, de unos cuatro años, que jugaba ahí con su nodriza. Era la hija de una de las concubinas de papá.

Sus ojos parecieron iluminarse al evocar esos recuerdos distantes.

—Ella no tenía idea de quién era yo. Simplemente me invitaba a jugar, como si fuéramos iguales. Fue mi primera amiga...y también mi primer amor —agregó con una sonrisa melancólica.

Dio un largo sorbo de vino antes de continuar.

—Jugabamos mucho. Por unas horas podía ser solo un niño normal, no el heredero de un clan. Fue lo más cercano que tuve a una infancia feliz sin contar a mi madre. Siempre la recordaré con cariño. Desearía poder volver a verla algún día...

Mientras Yuan Chezhong relataba, Yin Zong sintió una desagradable presión en el pecho que se intensificaba con cada palabra. Su estómago se retorcía en nudos y sus manos inconscientemente se crisparon hasta dejar los nudillos blancos. No lograba entender la razón detrás de esa reacción.

Pero justo cuando Yuan Chezhong parecía querer seguir hablando sobre ella, Yin Zong lo interrumpió abruptamente.

—Creo que ya es suficiente —espetó, arrebatándole la jarra de vino de arroz de un manotazo e intentando disimular su inexplicable malestar—. Luces patético y mañana tienes un duelo contra mi hermano.

El amor está en el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora