Una guerra de clanes

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Al día siguiente, llegó el momento de los tan anticipados duelos individuales. Yin Haoran y Yin Zong recibieron algunas palabras de su mentor Tian Wenquan antes de ingresar a la arena.

—Recuerden mantener la calma y enfocarse en sus fortalezas —aconsejó Tian Wenquan—. Estoy orgulloso de ambos sin importar el resultado.

—Por supuesto, Tian Wenquan. Agradezco tus sabias palabras —respondió Yin Haoran formalmente.

—Sí... gracias —murmuró Yin Zong, aún distraído por los eventos de la noche anterior.

Mientras se dirigían a la arena, Yin Zong notó a Yuan Chezhong sentado solo en una esquina, con aspecto agotado. Lucía una mirada ausente y hastiada, como si cargara el peso del mundo sobre sus hombros.

Por un instante, Yin Zong sintió el impulso de acercarse y decir algo reconfortante. Pero justo en ese momento fueron llamados para iniciar los duelos, y la oportunidad se esfumó.

Con una última mirada hacia Yuan Chezhong, Yin Zong se adentró en la arena junto a su hermano, en medio de la ovación ensordecedora del público que aguardaba ansioso el inicio de los enfrentamientos.

El primer encuentro fue el turno de Yin Haoran contra Zhao Wu , el mejor discípulo del clan anfitrión YeLei.

Tian Wenquan observaba entusiasmado desde las gradas, incapaz de disimular su orgullo y admiración por sus talentosos pupilos.

El público rugía enardecido mientras Yin Haoran y Zhao Wei hacían su ingreso triunfal a la arena del coliseo. Ambos jóvenes irradiaban una imponente presencia, caminando con pasos seguros y elegantes mientras eran bañados por los vitoreos de la multitud.

Yin Haoran vestía un uniforme de seda púrpura, el color distintivo de su clan. La tela parecía fluir como agua sobre su figura estilizada, marcando los músculos elongados y fibrosos forjados por incontables horas de práctica con la espada. Su piel suave y palida hacía que se pusiera un poco rojo ante el sol. Sus facciones aristocráticas estaban enmarcadas por mechones azabache que caían como una cortina sedosa sobre sus hombros. Sus rasgos angulosos y nariz recta le otorgaban un atractivo varonil, realzado por sus penetrantes ojos color ámbar que escrutaban a su oponente con calma y concentración.

En contraste, Zhao Wei exhibía un físico más recio y atlético, con poderosos músculos que se marcaban bajo su piel bronceada. Llevaba solo un holgado pantalón negro, dejando su torso desnudo y permitiendo apreciar su trabajada musculatura. Su rostro de facciones rectas estaba enmarcado por una impecable coleta azabache. Sus ojos, fríos y afilados como el acero, miraban a Yin Haoran con una mezcla de desafío y ansias de batalla.

Ambos contendientes se colocaron en extremos opuestos de la arena, adoptando fluidas posturas de combate mientras desenvainaban sus relucientes espadas. La multitud guardó un silencio expectante, conteniendo la respiración ante lo que se avecinaba.

De pronto, como respondiendo a una señal invisible, Yin Haoran y Zhao Wei se lanzaron el uno contra el otro a una velocidad sobrenatural. Sus espadas chocaron con una fuerza atronadora, produciendo una onda expansiva que agitó los ropajes de los espectadores en las primeras filas.

Rápidamente retrocedieron y volvieron a embestir, intercambiando estocadas y mandobles a una velocidad imposible de seguir para un ojo no entrenado. El tintineo del acero llenaba el aire mientras luchaban por superar la defensa de su oponente.

Yin Haoran atacaba con movimientos elegantes y fluidos como el viento, buscando ángulos ingeniosos y aprovechando su agilidad felina para evadir los contraataques de Zhao Wei. Este último respondía con poderosos golpes frontales, buscando aplastar las defensas de Yin Haoran con su fuerza abrumadora.

El amor está en el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora