Molestias

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Luego de finalizar los combates de ese día, Yin Haoran y Tian Wenquan habían invitado a comer a Yin Zong, pero este se negó y decidió irse a su habitación.

Una vez solo, comenzó a quejarse en silencio del bullicio y la compañía constante que seguro lo criticarían al verlo por no ser "un jugador limpio". Prefería la soledad donde podía ser él mismo, sin las miradas de los demás discípulos de los clanes.

De pronto sintió un fugaz anhelo por la compañía de Tian Wenquan, se preguntaba si extrañaría su presencia o si lo miraba diferente luego de la última vez. Era el único que lograba comprenderlo. Pero rápidamente ese anhelo se desvaneció, reemplazado por rencor. Después de todo, él también lo había traicionado al saber que su favorito era Yin Haoran.

Incapaz de soportar más tiempo encerrado, Yin Zong decidió salir a vagar sin rumbo bajo la oscura noche. Caminó solo, disfrutando ese momento de paz lejos de todos.

Yin Zong vagaba por los alrededores cuando vislumbró una solitaria figura junto a un arroyo. Era Yuan Chezhong, aún sin camisa, limpiando con un trapo el hollín y la sangre seca de su cuerpo esculpido.

El agua cristalina delineaba cada contorno de sus músculos cincelados, haciéndolos brillar a la luz de la luna. Las gotas resbalaban por sus hombros y torso, serpenteando sobre la piel bronceada. Sus facciones angulosas estaban más relajadas tras la dura contienda.

Yin Zong se ocultó tras unos arbustos para observarlo, cautivado por cómo el agua acariciaba y realzaba esa anatomía perfecta. Yuan Chezhong embebía repetidamente el trapo y frotaba con energía para quitar los rastros de su anterior batalla.

Los mechones empapados de su moño azabache goteaban sobre su fuerte espalda. Sus músculos se contraían y relajaban rítmicamente con cada movimiento. El aroma fresco del arroyo se mezclaba con el de su piel limpia.

Yin Zong estaba embelesado con esa visión, pero justo cuando se disponía a acercarse, Yuan Chezhong recogió su camisa y se marchó.

Impulsado por un arrebato de valentía, Yin Zong emergió de los arbustos y se acercó con paso tranquilo hacia Yuan Chezhong.

—Vaya, sí que te dieron una paliza allá. Aunque ganaste, luces hecho un desastre —comentó en tono burlón.

Yuan Chezhong se volteó, algo sorprendido de ver a Yin Zong. Pero su expresión se mantuvo adusta como de costumbre.

—Sólo son rasguños.—respondió con su voz grave, restándole importancia.

—Claro, claro, el todo poderoso Yuan Chezhong es invencible —se mofó Yin Zong, aunque sin verdadera malicia.

Yuan Chezhong soltó algo similar a un resoplido y una leve sonrisa apenas perceptible.

—Al menos salí mejor librado que la última vez que nos enfrentamos. Creo que la suerte por fin está de mi lado.

Era su particular manera sarcástica de admitir su anterior derrota ante Yin Zong. Este sonrió ladinamente.

—Oh, ¿estás buscando la revancha? Sabes que puedo patearte el trasero cuando quieras —lo picó Yin Zong con suficiencia.

—Ya quisieras. La próxima vez no tendrás tanta suerte —replicó Yuan Chezhong, mostrando un atisbo de su competitivo espíritu.

Ambos intercambiaron una mirada desafiante pero extrañamente cómplice. Quizás existía un atisbo de camaradería debajo de esa rivalidad.

—Bueno, debo admitir que hoy estuviste decente. Ese tipo no logrará caminar mañana —reconoció Yin Zong con una media sonrisa.

Yuan Chezhong asintió secamente, aunque se notaba complacido por el inusual cumplido.

El amor está en el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora