Prólogo

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Como cada mañana, la clase estaba vacía cuando llegó

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Como cada mañana, la clase estaba vacía cuando llegó. Faltaban cinco minutos para que la sala comenzara a llenarse con el ruido de las mundanas conversaciones ajenas, palabras que no tenían ningún tipo de sentido y que resbalaban en sus oídos.

Los primeros alumnos comenzaron a llegar y centró su atención en la ventana. Cualquier mota de polvo desviada era más interesante que estar en esa clase. Emma suspiró. A veces, sólo a veces, se arrepentía de haber repetido de curso. Si hubiera puesto un mínimo de interés en las clases, podría haber estado en su casa con una lata de cerveza y la música a todo volumen hasta que la señora Brown fuera a gritarle con su voz estridente que la quitara. Si hubiera puesto un mínimo de interés en las clases, no tendría porque aguantar a aquellos adolescentes chillones y sus guerras de hormonas. Pero claro, si hubiera puesto un mínimo de interés en clase, tampoco la habría conocido a ella.

Como cada mañana, supo el momento exacto en el que entró a clase sin siquiera alzar la vista. ¿Cómo no reconocería el aroma con el que soñaba cada noche? Entró como una brisa fresca en mitad de un verano infernal, con su olor a vainilla y caramelo, y su sonrisa radiante. Emma tuvo que contener momentáneamente la respiración, debía acostumbrarse poco a poco a estar en presencia de aquella esencia si no quería perder el control. Todo parecía detenerse alrededor cuando el objeto de sus más grandes obsesiones y delirios entraba en escena. Jenna, incluso el nombre sonaba dulce entre sus labios. Era como un rayo de Sol en mitad de la tormenta estudiantil.

Emma se permitió admirarla durante unos instantes, aquella mañana, más que nunca, parecía un ángel. Un poco de su pelo castaño caía sobre su frente, también llevaba unas bonitas trenzas, y las mejillas regordetas estaban teñidas de un suave rosado que contrastaba dulcemente con la palidez de su piel impoluta. Sus labios abultados permanecían siempre brillantes y apetecibles. En su sonrojada nariz se podía apreciar la llegada del invierno. Emma suspiró con discreción, estaba tan enamorada de aquella chica. Y, por desgracia, no era la única.

Jenna era la perfecta omega, y estaba en el punto de mira de todos los alfas y betas del instituto. El pecho de Emma vibraba con un gruñido cada vez que veía a alguno de esos buitres merodear alrededor de su omega como las aves carroñeras que son. Su omega, aquello sonaba muy irreal.

En su mente, Emma se había permitido marcar a la chica una y otra vez, disfrutar de su cuerpo y adueñarse de sus labios, se había permitido convertirse en su alfa y hacerla su omega, aunque aquello no fuera más que un producto de su imaginación utópica.

¿Cómo podría dejar que se fijara en ella? Jenna era un pequeño trozo de paraíso y un pecado andante a la vez, una tentación divina demasiado para ella. Con la camisa blanca que envolvía su cuerpo con suavidad y holgura, dándole aspecto de ser etérea e incorrupta, y con esos pantalones negros tremendamente ajustados que se amoldaban a la perfección a cada una de las curvas de su cuerpo y que incitaba a tener los pensamientos más impuros. No, definitivamente, Jenna no era para ella. Emma sólo podía limitarse a observarla desde lejos, a ver como regalaba sonrisas de ojos arrugados a sus amigos, a oír como reía melodiosamente y cubría su boca con su pequeña mano avergonzada. Y a imaginarse que toda esa dulzura era para ella.

Jenna se movió entre las mesas hasta llegar a su pupitre, su peculiar amigo ya la esperaba sentado sobre él. A su paso, cada alfa y beta le sonreía con dulzura y ansias de seducción, Emma hizo una mueca de desagrado. Como si alguno de aquellos pobres infelices fuera lo suficientemente bueno para estar junto a Jenna.

—¡Hey, Pers!

Emma ya no sabía si es que cuando hablaba todo el mundo guardaba silencio para admirar su voz o si su cerebro filtraba el resto de ruidos insignificantes para centrarse solo en la chica de sus sueños.

—¡Hola, Jennis! ¿Me has echado de menos este fin de semana? ¿Qué has hecho sin mí?

Emma arrugó la nariz. Jennis, nunca le gustó ese apodo. Le recordaba a las rosas tan románticas y empalagosas, y Jenna estaba muy lejos de ser empalagosa. "Heronía", quizás ese fuera el sobrenombre más apropiado para ella. Mirar a Jenna era adictivo, verle sonreír era una droga de la que no te podías desintoxicar. Aunque resultaba complicado asociar a la adorable chica con una sustancia tan dañina.

—Fui a ver a nana, dijo que tenía una sorpresa.

—¿Y cuál era?

—¡Dulces! Había preparado un montón de pasteles y quería que los probara, acabamos súper llenos.

Percy rió.

—Tu abuela es la mejor.

Jenna sonrió y asintió con orgullo.

Era difícil, realmente difícil. El cuerpo de Emma hormigueaba por envolver a Jenna en un apretado abrazo y no soltarla nunca, para protegerla de toda la basura del mundo y esconderla de las miradas indiscretas de la gente. Emma amaba a Jenna y sabía que era su omega, que siempre lo sería, aunque ella jamás fuera su alfa.

❛❛¡Holi, volví! Discúlpenme por haberlos dejado abandonados tres días, quería darme un pequeño break

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❛❛¡Holi, volví! Discúlpenme por haberlos dejado abandonados tres días, quería darme un pequeño break.

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13.06.23
05:51am
Ib: haedove

Atte:
Dovie 🦢

intocable ⋆ jemmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora