1-Y a usted, ¿Cómo le gusta el café?

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Era un mal día para el veinteañero Izuku Midoriya, aunque no era de extrañar.
Estaba lloviendo, y la lluvia le hacía gafe.

Corría por los pasillos de aquella oficina, con sus informes, decenas de papeles y pruebas de color que él mismo se había encargado de realizar pegados al pecho.
Llegaba algo tarde, el bus se había retrasado y sus papeles NO se podían retrasar.
No tenía carnet de conducir no porque se le diese mal, sino porque cada vez que iba a hacer el examen estaba tan, tan nervioso, que lo acababa suspendiendo.
Estaba un poco jodido.

El mandamás de aquella oficina era bastante estricto (Aunque a veces con él se le pasaba lo estricto y los gritos), y quizás le podía llegar a incluso bajar el sueldo por llegar tarde.
Le daba bastante pánico perder dinero, no podía perder dinero ahora.
Aunque, por decir también se puede decir que su jefe era un imbécil, todos en la oficina le odiaban, y varias chicas (y chicos) se habían quejado y dejado el trabajo por supuestos comportamientos fuera de lugar que tenía con ellos.

Quizás con un par de sonrisas, tono amable y darle la razón en todo podía conseguir su perdón y seguir en su puesto.
O quizás solo lo estaba sobrepensando todo, como acostumbraba a hacer.
Eso de tener ansiedad diagnosticada era algo complicado con lo que vivir el día a día.

Sé frenó en la puerta de su jefe, pegando un par de veces a la par que con su mano libre secaba una pequeña gotita de sudor que había caído en sus papeles y carpetas, tratando de hacer que no quedase mancha.

Entró cuando oyó su voz decirle que pasase, respirando hondo antes de esbozar la mejor sonrisa falsa que sabía poner, cerrando la puerta con una pequeña patada a sus espaldas, haciendo una reverencia ante el hombre petiso y obeso que se encontraba sentado frente al escritorio de su amplio despacho.

Realmente el sueño de Izuku nunca fue trabajar siendo un editor que nadie conocería de una revista porno de mala fama, pero tal y como estaban las formas cualquier método de subsistir era válido.
Fotos de mujeres desnudas en poses asquerosas o famosas editadas en cuerpos ajenos que satisfacía al par de pajeros que compraban la mierda que hacían.
Era algo de lo que no estaba orgulloso para nada, pero había que vivir.

Eso mezclado con sus estudios de bellas artes no era una buena combinación para una vida sin ansiedad, por eso las visitas al psicólogo no faltaban una vez al mes en su rutina.
Nunca fue fácil, lo sabía, pero a veces deseaba que las cosas cambiasen por arte de magia.

Quizás existía un Dios y algún día le haría menos desgraciado, quien sabe.
Y si ese Dios podía hacer que dejase de llover mejor que mejor.

Dejó los papeles sobre la mesa de aquel hombre, torciendo un poco aquella sonrisa que había pensado que era perfecta cuando él dió una palmada y comenzó a reír con exageración.

—Ah, Midoriya, tu siempre un chico tan atento y trabajador, la editorial tiene mucha suerte de tenerte aquí, pero...

—¿Pero?

Tras una primera cara de sorpresa, el petiso hombre volvió a reír.
Izuku había leído demasiados libros y visto lo suficiente la televisión como para saber que tantos halagos en el lugar del trabajo no eran normales sin algo negativo que añadir luego.
...al menos no era lo común.

—Pero, estamos perdiendo dinero y necesitamos hacer un recorte de plantilla. Sería una pena despedirte sabiendo lo fantástico y maravilloso que eres, lo bien que trabajas, lo lindo que eres...

El hombre se levantó, caminando hasta detrás de él, Izuku sin querer darse la vuelta, no queriendo imaginar lo que aquel hombre estaría pensando o haciendo.

»Aunque eso se puede evitar si tú me ayudas con ciertos... Favores que te subirían el sueldo como mi asistente, cariño.

Su jefe puso una mano en su nalga, apretando mientras el pecoso intentaba pensar en cómo responder, sonriendo nervioso.
Ahí está a otra vez la ansiedad.

Con Dos De Azúcar, Por favor | BkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora