2-La puerta 3°B

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—¿Acabas de hablarme mal?

Ah, claro.
Eso de hablarle mal a un desconocido no está bien.
Y un carajo, estaba teniendo un día de perros, no iba a dejar que un imbécil se lo arruinase más.

—Sí. Has empezado tú.

—¿Acaso sigues siendo un estúpido niño de guardería, acusando a los demás niños a la profe?

—No te estoy acusando a nadie.

—Ese no es el punto.

Izuku solo rodó los ojos y se fue de la barra, yendo a sentarse a una mesa que había libre.
Ni entendía ni quería entender el problema de aquella persona, que parecía que solo quería joder.
Quizás había tenido un mal día, pero ese no era ni mucho menos el problema del pecoso.
Era problema suyo propio y no tenía porque tratarle mal por sus problemas personales.

Quería tomar su café solo, tranquilo, en paz.
Quería olvidarse del día que había tenido y pensar que cuando llegase a casa todo estaría bien, que no tenía facturas por pagar y solo debía preocuparse por estudiar y ya está.
Quería pensar que por fin podría adoptar a ese gato que tantas ganas tenía de tener.
Quería pensar que estaría tranquilo y feliz.
Amaría pensar que seguía teniendo un trabajo al que volvería a ir.

Pero no, a aquel tipo se le había ocurrido arruinarle el día.
Cuando se dió cuenta ese chico estaba frente a él de nuevo, con el ceño fruncido y una pequeña sonrisa que parecía aguantar una carcajada dibujada en sus labios.

¿Porqué se había sentado en su mesa?
Ni le conocía ni le importaba, ¿Porqué tanta insistencia con él?

—Estaba de coña, estúpido.

—Ya, pues los insultos sobran. No te conozco ni tu a mí, no tienes porqué hablarme mal sin saber cómo estoy.

—Perdona, perdona. Tienes un mal día, ¿Verdad? Se te nota en la cara.

¿De verdad aquel tipo se estaba preocupando por él? Le extrañaba realmente.
O quizás solo habían empezado con mal pie.
¡Quizás incluso le animaba el día!

A lo mejor no era tan mala persona como él pensaba; eso de prejuzgar a las personas no estaba demasiado bien.

Se fijó un poco más en él, queriendo ver mejor su aspecto antes de juzgarle por completo.
Un tipo alto, pálido y rubio con ojos carmín.
Tampoco lo veía demasiado especial, nada fuera de lo común realmente.

Sonrió un poquito al chico, cansado, tratando de ver en su mirada su intención con aquel acercamiento sin motivo.

—¿Tanto se me nota?

El otro se inclinó un poco sobre la mesa, sonriendo amplio.

—Claro, tienes cara de bebé enojado.

La cara de Izuku se tornó roja, frunció más el ceño y si pudiera le mataría con los ojos al verle echarse para atrás para reír a gusto.

—Imbécil de mierda.

Se levantó de la mesa, yendo a la barra con su vaso de café, pidiéndolo para llevar.
Sentía la mirada de aquel tipo clavada en su nuca, y la verdad lo detestaba.

Se le hizo eterna la espera, pensando miles de frases que decirle a ese tipo para que dejase de mirarle, juzgarle o lo que fuera que estuviese haciendo.
No le gustaba para nada.

En cuanto le dieron su vasito de cartón dió las gracias, saliendo de allí con su chaqueta de nuevo por encima de la cabeza.

Salió a la calle solo para quedarse en la puerta del local, tomando su café con calma, viendo cómo de a poco la lluvia amainaba.

Cuando se calmó del todo solo esperó un poco para seguir con su caminata a casa.
Por el camino dejó su chaqueta mojada sobre un contenedor de basura, pues le daba bastante pereza tener que llegar a casa y lavarla.
De todas formas no la iba a volver a usar, ¿Para qué la quería tener ocupando espacio en casa?

Escuchó unos pasos tras él, y para no parecer un paranoico no quiso girarse.
Era pleno día, y lo más normal del mundo es que hubiera gente caminando por la calle.

Izuku y su ansiedad le hacían pensar que estaba siendo acechado por un ladrón, asesino, secuestrador, vendedor en potencia de droga o en general un "Ser Humano Atacante".

Continuó caminando un largo trecho, su mente dándole cada vez más cantidad de malas ideas, cada vez peores y más graves, unos pensamientos que era incapaz de detener.

"Está siguiéndome Dios mío, se va a meter a mi casa y me va a asesinar. ¿Será alguien que disfruta con eso? Por lo menos que sea rápido- ¡¿Qué digo?! ¿Y si me deja k.o. y me lleva a una calle oscura y me roba? O incluso peor... ¿Y si es un pervertido? Nunca he oído que hayan violado a un hombre en la calle, menos otro hombre... ¡¿Y si es una mujer?! Santa mierda, las mujeres dan miedo..."

Continuó caminando un trecho, hundiendo los dedos en la caja para tratar de manejar sus nervios y ansiedad, aprovechando el camino para mirar por un espejo redondo de aquellos que estaban en la carretera para los coches.

Y ahí, tras él con las manos en los bolsillos, despreocupado, estaba el tipo de la cafetería, caminando detrás de él.

...hijo de puta.

Izuku se dió la vuelta, frunciendo el ceño y viéndole enojado, las manos apretando con fuerza la caja con la cafetera que llevaba en brazos, el otro frunciendo el ceño, como si estuviese ofendido.

—¿Me estás siguiendo?

Por la cara que puso, el tipo definitivamente estaba ofendido.

—No. Voy a mi casa, ¿Te molesta o qué?

Izuku solo siguió adelante, sin querer siquiera mirarle, avanzando rápido y con prisa.

Era y sería un mal día, seguro.
Ojalá volver a casa de su madre y llorar un poco con ella.

—...no me lo puedo creer, tiene que ser una puta broma.

Se quedó mirando como ese rubio subía las escaleras de su piso, él parado frente a la puerta de su casa mientras aquel amargado caminaba mirando al suelo.

En cuanto levantó la mirada y le vio abrió mucho los ojos, quedándosele mirando sorprendido.

—¿Tú?

—¿Ahora te haces el sorprendido? ¿Y luego qué? ¿Entras a mi casa, me robas, me violas, me insultas o qué?

El otro frunció el ceño, subiendo hasta quedarse en el rellano donde estaba el pecoso, mirándole fijo.

—No soy un ladrón, y tampoco soy gay. Contigo no voy a hacer nada, solo quiero entrar a casa.

Izuku rió, viendo cómo se sacaba unas llaves del bolsillo en tanto que se acercaba a la puerta que estaba frente a la suya, la casa 3°B.

—¿Ahora vas a fingir que-? Oh. —Quedó totalmente callado al ver que abría la puerta y entraba a su casa, el rubio sonriendo un poco con el ceño fruncido.

—Encantado, vecino. Soy Bakugo por cierto. No jodas mucho y viviremos en paz.

Cerró la puerta de golpe, dejando a un Izuku boquiabierto mirando una puerta, seguido volviendo a abrir y mirándole con el ceño fruncido.

—Y deja de echarle tanto azúcar al café, que te vas a volver diabético.

Con Dos De Azúcar, Por favor | BkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora