5-Normas

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Katsuki le miraba espectante, apoyado de brazos cruzados en el marco de la puerta.

—¿Te ayudo con las cajas?

Izuku negó rápido con la cabeza, llevando sus cajas al cuarto de invitados del piso de Katsuki, mirando a su alrededor y suspirando, los nervios recorriendo su cuerpo.

Mientras el rubio se iba, la cabeza de Izuku comenzó a bombardearle con información y preguntas.

Habían interactuado, ¿Cuánto? ¿Tres o cuatro veces?
Y el rubio ya le estaba pidiendo que viviese con él. Increíble.

Siendo honestos, Izuku había aceptado porque no sabía que otra cosa se suponía que debía hacer.
Era quedarse en el cuarto de invitados de su vecino o irse a la calle a dormir debajo de un puente.

Ahora pensaba que quizás el puente sería bastante cómodo.

Simplemente se había visto en una situación desesperada y había tenido que aceptar porque sí.
Era idiota.

Oía ruidos en la cocina, probablemente su vecino estaba haciendo el almuerzo.
Se sentó en la que iba a ser su próxima cama, replanteándose las decisiones que había estado tomando hasta ese momento.

Su vecino solo estaba siendo amable, solo era eso.

Aunque fuese un antipático, ninguna persona normal dejaría a alguien que se veía tan mal en la calle y sin ayuda, ¿No?
Izuku por lo menos ayudaría si le ocurriese aquello.

¡Simplemente era un hogar temporal!

Pasó el día en su cama, tirado, mirando al techo e intentando pensar en cómo las decisiones de su vida le habían llevado hasta allí, hasta la casa de un rubio desagradable que no pareció tan desagradable cuando le dió una habitación donde refugiarse.

—Izuku. —Se alzó de golpe, viendo al rubio con expresión confusa. —El almuerzo está listo.

—Sé que te he dejado vivir aquí, sé que estás en una mala situación y no necesitas presiones de ningún tipo, pero tengo ciertas normas si te quieres quedar.

Izuku asintió.

Habían terminado de comer, y el rubio limpiaba los platos del almuerzo mientras Izuku recogía la mesa (Bakugo había insistido en que no lo hiciese, que no hacía falta, pero el pecoso se sentiría demasiado mal si no lo hiciese).

—Dime.

—¿No prefieres que las apunte?

—Tengo muy buena memoria.

El rubio sonrió, secándose el agua de las manos para girarse a mirarle.

—Yo cocino.

—¿Eso es una norma? ¿En serio?

Katsuki se cruzó de brazos, como ofendido porque se atreviese a preguntarle.

—Sí. Créeme, cocino de puta madre, y no me voy a arriesgar a comer algo que ni me guste solo porque quieras ayudar. Puedes recoger la mesa, ponerla y limpiar los platos y cubiertos, pero no toques mis ingredientes.

»Mi habitación es zona prohibida, ahí no se entra, está terminantemente prohibido. Es mi privacidad, ahí está mi ropa y mis cosas más valiosas, si entras te retorceré los huevos y no de manera agradable.

»Nos tomaremos un café todas las mañanas. No me importa si es verde, si es marrón, o si lleva veinte gramos de azúcar, me da igual, lo que cuenta es que sea café y nos lo tomemos juntos, es una buena forma de conocernos mejor si es que vamos a vivir juntos.

»Y tienes prohibido traerte a tus ligues a casa. Si quieres tener sexo vete a un hotel, no me gusta el olor que queda luego de una cogida.

Izuku le miró con una medio sonrisa, aguantando una carcajada de lo absurdo que todo aquello le parecía.
Terminó de recoger la mesa y le observó un poco.

—¿Es todo?

El rubio asintió.

—Y ahora me marcho al trabajo. No me esperes despierto porque volveré bastante tarde.

Izuku caminó hasta el sofá, el rubio pasándole de largo al dirigirse a su habitación.

—¿Cómo te ganas la vida?

—Soy chef.

Izuku le miró con sorpresa.

—Jamás lo hubiera imaginado.

Katsuki se encogió de hombros.

—Hago cenas mayormente, cocino bastante bien, por eso no quiero que te metas en mi cocina.

—¿Y te vas tan temprano? ¿Desde mediodía?

—Tengo que prepararlo todo, los ingredientes, los platos, el menú... —Se calló un momento. —Y tú me estás distrayendo, me largo.

Fue un día largo.
Varios camareros se agobiaron por la cantidad de gente que había y tiraron los platos al suelo, mucha gente se quejó y más fueron a verle a la cocina para felicitarle por la excelente cena que tuvieron.

Sólo tenía ganas de tumbarse a dormir y curarse las quemaduras de aceite que me habían quedado en los brazos.

Fue a la cocina, pensando en servirse un vaso de ron para relajarse un poco, viendo una notita pegada a la nevera.

No pudo evitar sonreír al leerla, cogiéndola y llevándosela a su habitación, cambiándose de ropa y poniéndose unos cascos.

Pegó la nota a la pantalla de su monitor y la releyó un par de veces con una sonrisa antes de encender la cámara.

Pegó la nota a la pantalla de su monitor y la releyó un par de veces con una sonrisa antes de encender la cámara

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Con Dos De Azúcar, Por favor | BkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora