Capítulo 2

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―Te estuve llamando toda la noche―le dije a Alex con mucho cuidado de no desbordar pánico frente a sus amigos―. No quise ir... a buscarte, ya era tarde.

Él, junto al resto de sus amigos, ya llevaban el uniforme de baloncesto que consistía en unos pantalones cortos negros y una camiseta de tirantes con el numero en blanco de cada uno. Todos, excepto yo. Pude ver cierto recelo de lo que podría decirle, como si ya supiera mis movimientos o cuando fingía. No quería decírselo, no en lugar público como el pasillo que llevaba al polideportivo donde apenas se encendían las luces.

―¿Qué querías decirme? ―me preguntó―. Por cierto, anoche tenía el móvil apagado, ya sabes, la cena con mis padres. Pero... ¿qué pasa? Y... ¿por qué no llevas el uniforme?

Estaba más ocupado intentando tranquilizarme como para haberme detenido a ponerme el uniforme del equipo.

―Lo olvidé. 

Uno de los chicos del equipo que era desgarbado y de cabello revuelto me dijo:

―Deberías apurarte en ponerte el uniforme, el entrenador no está muy... ¿alegre? El partido que se viene lo está acabando.

Asentí débilmente.

―Hablaré con él―le dije esquivando un reproche de su parte, pero no tenía derecho, mucho menos si él era el más bajo del equipo.

El chico desgarbado se fue junto al resto, sonriendo como si hubiera dicho algo milagroso. Siempre me pregunté que se sentiría ser igual que él.

―Alex, ¿podemos hablar? ―Cuando vi algunos ojos puestos en nosotros para que vayamos a entrenar antes de la llegada del estricto entrenador, le tomé del brazo, arrastrándole a la esquina que daba la sombra de la puerta―. Es importante.

Alex miró a su alrededor, como si me dijera que ya estábamos en privado.

―¿Qué pasa?

Miré a mí alrededor, comprobando cualquier ojo u oído que pudiera ser una amenaza. Todos ya habían entrado al polideportivo, haciendo rechinar sus zapatos deportivos en el brillante suelo que parecía estar cubierto por un reluciente vidrio protector. El pasillo estaba oscuro, solo había la iluminación de los enormes focos que colgaban de unas vigas en el techo del polideportivo.

Suspiré y ordené las palabras.

―Alguien lo sabe―dije, despacio como si el aire se hubiera robado mis palabras―. Sobre lo que hicimos, en año nuevo.

Me miró un poco confundido, como si aquel recuerdo lo hubiera archivado para no volverlo a ver nunca más.

―El año nuevo de finales de curso―continué―. Alguien tiene el video.

Aquellas últimas palabras le incitaron a alterarse.

―¿Qué? ―Los tendones de su cuello se tensaron, dejando delgadas líneas sobresalir de su piel―. ¿Cómo...?

―Ayer―empecé a explicarle―, no encontré mi móvil, fui a la sala audiovisual y lo encontré, pero había alguien más...

Las risas que vinieron del polideportivo me hicieron detenerme, busqué con la mirada de donde provenían, eran los del equipo que estaban tirándose el balón uno a otro.

―¿Lo tenías en tu móvil? ―me preguntó en un tono acusatorio, intentando controlar el nivel de su voz.

―No, claro que no. No soy un estúpido.

―¿Entonces?

Me acerqué un poco más a él.

―Un hombre que llevaba una máscara...

Heaven VenomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora