Capítulo 10

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No podía dejar de pensar en Tayen Foley.

No podía dejar de pensar en la sangre de sus puños.

No podía dejar de pensar en sus ojos perdidos y su mirada inexpresiva y agresiva.

No podía dejar de pensar en él.

Me hubiera gustado que las cosas hubieran sido más fáciles para mí y para él. Aunque eso significara tener que detenerlo y llevarme algún golpe por mi imprudencia, al menos el sentimiento amargo en mi pecho se habría ahogado con un puño de él directo a mi cara. Como el botón para mi decisión, directo en mi cara y que pide ser encendido por el puño de Tayen Foley. Y me gustaba pensar que así sería en algún momento, aunque fuera lejano o más cercano de lo que hubiera imaginado.

No podía sentirlo.

Había pasado un día desde que lo había visto golpear a Jonny y, por suerte, él no diría nada de nuestro altercado. Tenía a Jonny en la palma de mi mano, como un dueño sosteniendo las cuerdas de un títere. Pero con Tayen Foley era diferente. Tayen no tenía unas cuerdas que pudiera sostener, pero sí había un botón que podría encender y él actuaría por mí, aunque ese botón estuviera envuelto por capas de oscuridad y deseos dolorosos y casi imposibles.

Esperé sentirlo una vez más.

Quería sentir su agresiva y pesada aura detrás de mi ventana, oculto detrás de algún árbol o seto. Pero ese sentimiento tuvo que ahogarse cuando pasé todo el día mirando la ventana con las persianas cerradas, creyendo que en cualquier momento lo sentiría.

No llegó.

Debía de ser un alivio para mí, pero no lo sentí de esa forma. Fue como recibir una plétora de palabras escupidas en mi cara, y todas decían las mismas palabras ahogadas en gritos aterradores. Palabras reales, pero que muy directamente se esforzaban en no quedar perdidas en mi actitud terca.

El cielo estaba completamente cubierto por nubes grises, casi negras, que se extendían por todo el horizonte. Podía escuchar a lo lejos las campanas del domingo por la tarde, llamando a los devotos a ponerse de rodillas y juntar las manos. Unos pájaros negros aleteaban a través de todas las nubes grises.

Lo sentí como un llamado de mí mismo a mi razonamiento.

Quería respuestas, aunque eso significara tener que traicionarme a mí mismo. Pero no una respuesta directa, quería esforzarme en conseguirla y, al final, tener la agria y detestable sensación de victoria aleteándome como un cuervo tatuado en el pecho.

―Tayen...

Su nombre gritaba en mi cabeza, tanto que tuve que escupirlo para dejar de sentirlo.

Me puse una chamarra de lluvia color gris oscuro, después unos zapatos negros para el frío que se extendía por las calles. Até las agujetas tan fuertes que sentí una presión incómoda en los tobillos. Fui a la cómoda de la parte contraria a la ventana trasera de mi habitación, tomé el relicario plateado que me había regalado mi hermano con las fotos de nuestros padres. En el bolsillo oculto de mi mochila estaba el botecito de pastillas; tomé dos y las guardé dentro del relicario. Me llevé la cadena al cuello y me lo puse mirándome en el espejo de cuerpo entero que estaba al lado de la puerta que daba salida a mi habitación.

Antes de salir, tomé un gorro negro de lana que estaba sobre mi cama y me lo puse, atrapando los mechones ondulados de mi cabello, aunque algunos quedaron pegados a mi frente.

Bajé a la primera planta de mi casa, encontrándome con mi hermano hablando por teléfono mientras daba los mismos pasos en círculos por el pasillo.

Señalé la puerta de salida de la casa, dándole a entender que saldría.

Heaven VenomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora