―Creí que eso de no comer era solo de mujeres ―me dijo Felipe, mirando la manzana en su mano.
Sonreí y me enderecé, apartando mi espalda de la pared del pasillo. Un frío se había quedado atorado en la piel de mi espalda; aunque llevaba una chamarra, aún lo podía sentir, como hielo recorriendo mis músculos, acariciando las partes más delicadas y quemando las más fuertes.
Me llevé una fritura a la boca y tiré el envoltorio vacío al bote de basura que estaba a unos pasos de mí.
―Ya me tienes harto con tus quejas, Felipe ―me quejé, volviendo a él.
―Hoy desperté y me sentí como la mierda más grande ―dijo casi en un susurro, para no hacerse oír por las personas que caminaban por el pasillo.
―Ya, pero, ¿crees que me importa, amigo? No me hables de cosas de mujeres.
Entornó los ojos y soltó un soplido de molestia.
―Perdón por buscar algo de apoyo moral ―me dijo en tono sarcástico.
―Pues yo tampoco estoy teniendo un buen día ―le confesé en un tono distante.
―No necesito explicación, ya lo sé. Me lo contaron. ¿Puedes creer que fueron tan veloces? Digo, estaban a punto de quedarse dormidos por lo borrachos que estaban, pero venga, que fueron veloces para contármelo.
―¿Qué te contaron? ―ya tenía una débil respuesta golpeando en mi cabeza, pero quería asegurarme de haber captado perfectamente sus palabras y no equivocarme.
―Que el raro con el que se golpeó Alex te estuvo molestando cuando te fuiste, y creo que te golpeó hasta el auto.
No supe hacer más que negar, meneando la cabeza de un lado a otro dos veces.
―Solo buscaba pelea ―le dije con convicción.
Mis palabras no fueron suficientes, porque me miró con sospecha.
―Fingiré creerte, pero, mientras tanto, quiero que me digas cómo están las cosas con Alex.
Solté una breve y frágil risa, que se perdió al segundo. Di los primeros pasos hacia la sala de conferencias estudiantil y Felipe me siguió.
―¿Por qué la curiosidad? ―le pregunté.
Se encogió de hombros y tiró la manzana intacta en un bote de basura.
―Solo curiosidad.
―Pudiste no haber tomado la manzana si la ibas a tirar ―le señalé.
―Ya la tiré, no puedo hacer más.
Resoplé y puse los ojos en blanco.
―Mejor caminemos rápido, que nos quedaremos en la última fila.
Apresuré el paso, con Felipe a mi lado. Pasamos por el pasillo principal, esquivando a estudiantes que llevaban portafolios en mano y tenían abrigos enormes por el frío que se desató por la mañana. Algunos aún tenían trabajos pendientes, otros estaban con los ojos de par en par abiertos para no dormirse.
Antes de cruzar el último pasillo para llegar a la sala de conferencias, sentí una picazón en la palma de la mano. Como gusanos arrastrándose por mi piel, buscando alguna herida para succionar, dejando marcas mientras abandonaban el exterior. Odié tanto sentir eso que quise detenerme para mirar mis manos, pero no lo hice. Me forcé tanto en ignorar ese sentimiento, que se había albergado en mí hace mucho tiempo, que no me había dado cuenta de que en el techo de la sala de conferencias, junto a las vigas, una capa de densa neblina se balanceaba, como humo y cenizas bailando en el aire.
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Heaven Venom
RomanceÉl conoce mi secreto. Él sabe cuáles son mis debilidades. Él no se detendrá hasta destruirme. Él me estuvo acosando por dos años, observandome desde las sombras. Pero, a pesar de todo, sigue habiendo algo en él que me da la seguridad que nunca me la...