El beso del olvido [Libro II]

XVI

—Ten.

Él bebió del brebaje para calmar su dolor corporal.

—No debiste enfrentarte a él —espeté bastante molesta—. Tú no entrenas, él, sí. Y hagas lo que hagas, no podrás ganar el corazón de Diane.

—No pedí tu opinión, Matza.

—¡No puedes ser tan insensato! ¡Pudiste morir, Greg!

—¿Y qué si lo hago?

Quise golpearlo y estuve a punto de hacerlo, pero me contuve. Ya tenía el cuerpo moreteado como para empeorar su estado.

—¿Acaso no te importa lo que puedes ocasionar? Yo...

—Matza, si aún nos vemos, es por el maldito lazo que nos une, de lo contrario, ni siquiera voltearía a mirarte.

Sentí mi corazón agitarse. Ahora, siendo consciente de toda la situación, me pareció absurdo que, a pesar de estarme aborreciendo, mi mente se quedó con el "tengo una pequeña posibilidad gracias al vínculo".

Y es increíble cómo el corazón y la mente pueden confabular en tu contra, haciéndote creer cosas que realmente no pasarían ni por obligación.

—Greg... —Me acerqué y toqué su mejilla, causando que él cerrara los ojos a mi tacto—, ¿por qué te resistes?

Me quedé embelesada, viéndolo respirar con tranquilidad, disfrutando de mi tacto, sereno. Sabía que podía causar esa paz. ¿Por qué se empeñaba en alejarme? ¿Por qué le costaba admitir que puede ser feliz conmigo?

Alcé mi otra mano para acariciarle al otra mejilla y con cuidado, acerqué nuestros labios. Lo hice con delicadeza, siendo consciente de lo golpeado que estaba luego del duelo que había aceptado contra Bradford.

Greg correspondió el beso, pero no me tocó. Nunca lo hacía. Pero, aún así, podía sentir su satisfacción al hacerlo. Me llenaba el corazón. Sus labios eran suaves. Me sabían al gloria.

—Diane... —Pero que dijera eso en medio del beso, me destruyó aún más.

Me separé de él, colérica. ¿Por qué ella? ¿Por qué siempre era ella?

Lo miré abrir los ojos, eran más oscuros que de costumbre. Y sentí más rabia. ¿Qué estaba pensando mientras lo besaba?

—No quiero que vuelvas a buscarme.

Y él sonrió, removiéndome por completo.

—Está bien.

Se levantó con dificultad, y comenzó a caminar con cojera. Lo miré con desprecio, sintiéndome humillada, derrotada como siempre. Era una pelea que estaba perdiendo y mi contrincante no había movido un dedo.

—No debí compararlas, los labios de ella son más dulces —comentó antes de salir por la puerta.

No pude detener las lágrimas en cuanto lo ví salir. Estaba cansada de lo mismo. Y me molestaba que él no me viera como algo relevante en su vida.

¿Debía vivir así o morir?

Porque no podía ignorar lo que estaba destinado a ser. La vida estaba escrita y mientras más lo ignores, peor te irá en ella.

Pero ya no quería ser infeliz.

Sequé mis lágrimas pero igualmente no dejaban de mojar mis mejillas. Salí de la cabaña con una soga y sin algún abrigo para calentarme. Tal vez, si moría, cortaría los lazos que tengo en esta vida.

Sentí el frío azotarme, pero no me detuve. En compañía del cielo oscuro pero brillante, me dirigí hasta las afueras del pueblo. Con lágrimas en los ojos, miré el imponente árbol al que trepé para atar la soga.