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El día parecía tranquilo y relajante en el 221B de Baker Street. John disfrutaba de una placentera lectura del periódico local. Siempre era bueno mantenerse informado de los crímenes o incidentes de Londres, más aún con una taza de café humeante y sin azúcar.

Un irritante aroma a hojas de té negro recorrió la habitación con el viento. Watson rodó los ojos, pues conocía muy bien las feromonas del petulante alfa que apareció en la entrada del departamento. Pero como siempre, las sorpresas eran cosa del día a día con Sherlock Holmes.

-¿Te metiste al metro así?, habló Watson con un tono de sorpresa, imaginándose a las pobres personas que tuvieron que acompañar al singular alfa en su camino a casa.

Sherlock miró a John. No hizo falta olfatear mucho para dar con el aroma de cedro y lavanda, tan característicos de omega. Tan dulce y relajante, aunque jamás lo admitiría en voz alta.

-Ningún taxi me llevaría- el alfa usó un tono despectivo, como si la conclusión fuera obvia.

El omega seguía con la boca abierta, esperando que lo que llevaba encima el alfa fuera pintura y no sangre. Sherlock, con algo de irritación, entró a su habitación sin cruzar más palabras, con paso firme y rápido.

John sostuvo de nuevo su lectura, parpadeando un par de veces, aún asimilando lo sucedido. Ambos llevaban viviendo un año y medio en esa casa. Se habían acostumbrado ciertamente a la presencia del otro. Aunque su situación o su relación era compleja de poner en palabras. Para ser sinceros, la dificultad estaba en ponerle un nombre. Estaban comprometidos por un arreglo matrimonial conveniente: Sherlock, su familia lo obligaba a casarse, y a John, el gobierno lo obligaba a tener un tutor alfa. Ambos salían beneficiados con este acuerdo.

Watson miró su mano, en especial su dedo anular de la mano izquierda, que aún estaba vacía y libre. Mucho tiempo juntos con su trato acordado, pero aún ninguno de los dos quería dar un paso más en su plan. Un suspiro escapó de sus labios, no le molestaba en lo absoluto. Pues no había sentimientos detrás de ellos más que de compañerismo o amicalidad algo íntima.

El alfa volvió, bañado aún con unos cuantos cabellos húmedos, con ropa cómoda y su bata de dormir, dando vueltas en la sala con un arpón en la mano. Muy normal para un Sherlock aburrido, pensó John mientras giraba los ojos.

-¿Hay algo?- preguntó irritado el alfa.

El omega cambió de página del periódico. -Reorganización del gabinete.

-Nada de importancia -golpeó el suelo con el arpón; el ambiente se llenó de un aroma picante a hojas de té negro.

-O mira una foto tuya con tu gorra- habló John, ignorando la pataleta de su compañero, mientras doblaba el periódico para darle un mejor vistazo a la foto.

-¡Ah, Dios!- gritó el alfa mientras se recostaba en el arpón, respiró profundo, logrando sentir el sutil aroma del omega cubriéndolo como un intento vano de calmarlo.

Sherlock retomó su postura y miró a John directamente. -Cariño, John, necesito uno, consigue uno- usó un tono de orden, incluso movió sus feromonas para someter al omega.

-No- comentó fríamente John, volviendo a cambiar de periódico. Debido a su naturaleza recesiva y la increíble cantidad de inhibidores que tomó en su servicio militar, su sensibilidad a las feromonas o la influencia de estas en él eran casi nulas.

-Consígueme uno -volvió a insistir.

-No- cerró el periódico -nada de nada, eso fue lo que acordamos- señaló de manera acusadora al alfa.

Este simplemente desvió su mirada a la ventana. -Aún no nos casamos, pero ya actúas como una esposa regañándome- susurró apretando los dientes.

John soltó una risa de cansancio. Claramente escuchó el comentario -De todos modos, tú mismo pagaste para que nadie en un radio de tres kilómetros te vendiera uno- el omega decidió volver a su lectura, obviamente, el alfa se mantendría terco en su búsqueda.

Vínculos - JhonlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora