11

162 26 2
                                    

—Proyecto Sabueso —pronunció Sherlock al entrar a la zona de informática, ubicada junto a la oficina del mayor Barrymore, quien ya se había retirado tras finalizar su turno. Con la colaboración de la doctora Stapleton, llegar a esa área no fue tan difícil.

—Debo haberlo oído y lo guardé —agregó con orgullo.

John simplemente rodó los ojos ante la vanidad del alfa, mientras la doctora se sentaba frente a una computadora, ingresando su usuario y contraseña para acceder al sistema. Sherlock se acercó, mirando la pantalla fijamente.

—Busque "Sabueso" en inglés.

La doctora tecleó rápidamente, pero la pantalla solo mostró las palabras "ACCESO DENEGADO." Sherlock gruñó ante la negativa.

—Señores, hasta aquí llega mi acceso —dijo la doctora con un tono formal, aún sintiéndose avergonzada por el pequeño incidente con el omega.

—Supongo que podría anularse con una contraseña —comentó John desde la puerta, vigilando que nadie los encontrara.

—Sí, pero la tendría el mayor Barrymore.

El alfa caminó hasta la oficina, cuya puerta estaba sin seguro. Entró y se sentó rápidamente.

—Se sentó aquí cuando pensó en la contraseña —aseguró Sherlock, dando una ligera vuelta en la silla giratoria—. Descríbanmelo —se dirigió a la doctora, quien se acercó y se apoyó en el marco de la puerta.

—Mmm... es un maldito tirano —habló con cinismo—. Mmm... un conservador en toda regla.

—Gracias —el alfa se fijó en las fotografías de la pared, juntando sus manos de modo que formaban un triángulo—. Un tradicionalista de la vieja escuela, no es alguien que usaría el nombre de sus hijos como contraseña. —Miró el resto de la habitación, viendo condecoraciones—. Está muy orgulloso de su trabajo. Debe ser algo de eso —volvió a girar lentamente—. Libros. El semanario de la defensa de Jane, Hannibal, copias limitadas. Rommel, la historia de Churchill sobre las personas de habla inglesa en los cuatro volúmenes.

Sherlock se levantó, mirando fijamente el estante.

—Le fascina Churchill, tiene copias de los Thatcher uno y dos. Con biografías separadas —giró sobre sus talones, mirando una foto enmarcada—. Mediados de los ochenta, eso creo. Padre e hijo. Padre con medallas, orden distinguido. Forschell parece ajustar mejor que Churchill.

El alfa salió con paso firme, acercándose a la computadora con una idea en mente.

—¿Y esa es la contraseña? —preguntó la doctora.

—No —respondió el alfa como si fuera obvio—. Para alguien como el mayor Barrymore, con el primer nombre sería suficiente.

Sherlock empezó a teclear la palabra "MARGARET" para luego borrarla y escribir "MAGGIE". Presionó enter sin quitar sus ojos de la pantalla, la cual comenzó a cargar.

John finalmente se acercó, colocándose al lado del detective, expectante de que aquella contraseña funcionara. Respiró profundamente, notando un aroma familiar y muy potente en sus muñecas. Era extraño para él. Las acercó y olfateó, dando con el aroma del alfa, quien solo lo marcaba ahí cuando se acostaban juntos.

—Es extraño —susurró, mirando sus muñecas con una leve confusión.

—Cariño, concéntrate. Estamos por dar con algo interesante.

Un pequeño "ting" de la computadora dio paso a un arsenal de información, desde ecuaciones hasta tomografías de cerebros. Sherlock empezó a leer rápidamente, resaltando algunas palabras: TERROR, ESTÍMULOS CONDICIONADOS, DISPERSIÓN EN AEROSOL. Finalmente, dio con una foto en blanco y negro del equipo de investigadores.

Vínculos - JhonlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora