20 - FINAL DEL SEGUNDO ACTO

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John no lloró. Quizás eso fue lo que más inquietó a quienes lo rodeaban. Tal vez, si durante el entierro hubiera dejado que las lágrimas fluyeran libremente, la gente habría entendido mejor el abismo de dolor que lo consumía. Pero no. John mantuvo una expresión seria, la misma que había perfeccionado durante sus años en la milicia, una máscara impenetrable que ocultaba su tristeza. No había desmoronamiento visible, solo una quietud que parecía más aterradora que cualquier llanto. La contención, el control absoluto de sus emociones, lo hacía parecer casi inhumano a los ojos de los demás. Era como si, al no mostrar su dolor, John estuviera negando su propia humanidad, manteniendo a raya la marea de desolación que amenazaba con arrastrarlo.



La casa en Baker Street se sentía enorme, vacía de una manera que nunca antes había experimentado. El silencio era opresivo, llenando cada rincón con una tranquilidad inquietante que hacía eco de la ausencia de Sherlock. Los días se deslizaban en una monotonía sin fin, y John se encerró en la segunda planta, aislándose del mundo exterior. Ni siquiera permitió que la señora Hudson subiera, manteniendo la puerta cerrada como si, al hacerlo, pudiera contener el vacío que lo devoraba por dentro. Pasaba horas en la habitación de Sherlock, donde el aroma del alfa aún persistía, impregnando el aire con una presencia fantasmal que ofrecía un consuelo retorcido.

John se echaba en la cama, aferrándose desesperadamente a una de las camisas de Sherlock. La tela, suave y familiar, aún conservaba el olor del alfa, un rastro de su esencia que lo mantenía anclado a la realidad. Con la camisa entre sus manos, John se sumergía en sus pensamientos, lamentando todo lo que no habían hecho juntos. Se maldecía por no haber permitido que Sherlock lo marcara antes. Tal vez, si hubiera estado vinculado a él, habría sentido de alguna manera lo que estaba por suceder, podría haberlo evitado. Se imaginaba una vida diferente, una vida en la que Sherlock todavía estuviera vivo. ¿Cómo habría sido su vida juntos? Se habrían casado, sin duda, y en algún momento se habrían vinculado de manera más profunda. Después, vendrían los niños, esos pequeños reflejos de ambos, una combinación de sus rasgos, sus rizos, su sonrisa, su aguda mente.

John deslizó su mano por su vientre, un gesto inconsciente mientras pensaba en lo que podría haber sido. Deseaba tener algo de Sherlock, algún lazo tangible que lo uniera a él más allá de la fugacidad de la vida. El pensamiento de un hijo, una parte de Sherlock que pudiera seguir viva, lo llenaba de una mezcla de anhelo y dolor. Pero el vacío era implacable, y no ofrecía ningún consuelo. Finalmente, ocultó su rostro entre la tela de la camisa, sin llorar, simplemente dejando que los recuerdos inundaran su mente. La herida en su corazón era profunda, y el peso de su pérdida lo aplastaba con una intensidad que no podía expresar en palabras. Pero las lágrimas no venían, y John se quedó allí, sumido en un silencio devastador, abrazando lo poco que le quedaba del hombre.



Los días pasaron en un desfile interminable de horas vacías. John había comenzado a notar algo extraño en su cuerpo, una sensación nueva que, aunque tenue, llenaba su corazón con una chispa de esperanza. Las náuseas matutinas, la fatiga persistente, y un extraño anhelo que no podía definir lo hicieron sospechar lo imposible. ¿Podría estar embarazado? La mera idea lo llenaba de una mezcla de asombro y alegría, una posibilidad que lo conectaba de manera profunda con Sherlock, aún más allá de la muerte.

Cada mañana, se levantaba con una sensación de expectativa, como si estuviera esperando alguna señal que confirmara su sospecha. Su mano, casi por instinto, se deslizaba hacia su vientre, acariciándolo suavemente mientras imaginaba la vida que podría estar creciendo dentro de él. La idea de un hijo de Sherlock, de llevar una parte de él dentro de sí, lo llenaba de una esperanza que no había sentido desde la muerte del detective. Era un hilo al que se aferraba con todas sus fuerzas, una razón para levantarse cada día, para seguir adelante a pesar de todo el dolor.

Vínculos - JhonlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora