Los días transcurrían en una rutina que, para bien o para mal, me había acostumbrado a seguir. La máquina de café zumbaba constantemente a mis espaldas, el vapor subía en espirales suaves, y el murmullo de las conversaciones de los clientes llenaba el ambiente de la cafetería. Pero yo apenas lo escuchaba. Mi atención, o al menos mi energía, estaba en otra parte.
Decidí, después de aquella noche en el parque, que lo mejor era mantenerme alejada de Azkel. No había vuelta atrás en lo que él había visto, pero eso no significaba que tuviera que enfrentarme a él de nuevo. Era sencillo, en teoría: evitar todo contacto con él, fingir que no existía, dejar que el tiempo pasara y que, tal vez, él terminara por olvidarse de lo que había visto. Aunque sabía que era improbable.
Cada vez que entraba en la cafetería para su café habitual, yo me aseguraba de estar ocupada en la barra, de espaldas, sirviendo a otros clientes o fingiendo que tenía que hacer algo en la cocina. Notaba su presencia, la forma en que se acercaba, cómo saludaba de manera cortés a todos, incluida Lily, y luego se marchaba con su café para llevar. Siempre me saludaba, sin importar que yo no le respondiera. Y cada vez que oía su voz, el peso de mis propias alas invisibles me recordaba todo lo que había intentado ocultar durante tantos años.
Lily se había dado cuenta, claro. Era imposible que no lo hiciera. Pasaron algunos días antes de que decidiera enfrentarlo.
—¿Qué ha pasado con Azkel? —me preguntó una tarde mientras limpiábamos las mesas después del turno. Su tono era casual, pero yo sabía que estaba buscando algo.
—¿Con Azkel? —intenté sonar despreocupada, pero no era muy convincente.
—Sí. Solías hablar con él cada vez que venía, pero ahora ni siquiera lo miras —dijo, observándome de reojo mientras pasaba el trapo por una mesa. Sabía que no dejaría pasar esto sin obtener una respuesta.
No podía contarle la verdad. Sabía que no podría lidiar con eso. Así que me inventé una excusa rápidamente.
—Es solo... —me tomé un segundo para pensarlo—, tuvimos una pequeña discusión. Diferencias de opinión. Nada importante.
Lily levantó una ceja, claramente escéptica, pero no insistió. Ella sabía que yo no era del tipo de persona que discutía con facilidad. Pero, para mi alivio, decidió dejarlo pasar.
—Bueno, espero que lo solucionen. Se le nota incómodo cuando viene y tú no le hablas —comentó, y luego cambió de tema rápidamente—. Por cierto, necesito tu ayuda con la prueba de acceso.
Lily llevaba semanas preparándose para una prueba de acceso a la universidad, algo que la tenía bastante nerviosa. Yo había intentado ayudarla cuando podía, pero últimamente había estado demasiado centrada en mis propios problemas como para ser útil. Sin embargo, su pedido me dio una salida de mis pensamientos. Ayudar a Lily era algo en lo que podía concentrarme.
—Claro —respondí, aliviada de poder cambiar de tema—. Puedo ayudarte con lo que necesites. ¿Qué parte es la que te está costando más?
—Las matemáticas, como siempre. No hay forma de que entienda esa fórmula —bufó Lily, sacando su cuaderno y abriéndolo en una página llena de ecuaciones que me parecían interminables.
Me reí suavemente. Las matemáticas nunca habían sido su fuerte, pero siempre había admirado lo persistente que era. Pasamos la siguiente media hora repasando problemas y, por un momento, olvidé lo que me estaba pesando en el fondo. El estrés de Azkel, las alas, todo eso se desvaneció temporalmente mientras me enfocaba en los números y en ayudar a Lily.
Esa noche, volví a casa más tranquila. Las calles estaban desiertas, solo iluminadas por las luces de los faroles y la luna que comenzaba a asomarse tímidamente en el cielo.
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Entre dos Mundos
Teen FictionNisha es una joven huérfana con un secreto extraordinario. Posee unas alas que puede desplegar y guardar a voluntad propia. Vive una vida errante en una bulliciosa ciudad, sin hogar ni familia que la reclame. A sus 16 años, ha aprendido a mantener s...