Capítulo 3: Un Nuevo Amanecer

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Los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas, despertándome con su luz cálida pero molesta. Me estiré perezosamente en la cama antes de levantarme y dirigirme hacia las ventanas. Con un suspiro, las abrí de par en par, dejando que la brisa matutina llenara el pequeño apartamento. El balcón era estrecho y las vistas no eran más que la fachada de otro edificio, pero aún así, me sentía agradecida por lo que tenía.

Tomé mi móvil y llamé a Matt, el amable anciano que me había ofrecido su ayuda. Le informé que el piso estaba listo y él aceptó en pasarse a verlo. Mientras tanto, aproveché para darme una ducha rápida y cambiarme con la poca ropa que llevaba en mi mochila.

No pasó mucho tiempo antes de que Matt llegara. Al entrar, su rostro reflejaba sorpresa y admiración al ver cómo había quedado el piso. Después de un breve intercambio de halagos, propuso invitarme a desayunar en una cafetería del barrio, una oferta que no pude rechazar.

Caminamos juntos hasta la cafetería y nos sentamos en una mesa junto a la cristalera, dejando que los rayos del sol iluminaran nuestra estancia. Una camarera de cabello anaranjado y ojos verdes esmeralda se acercó para tomarnos nota. Quedé cautivada por su belleza natural. Nunca antes había visto unos ojos tan hipnóticos.

Mientras la camarera tomaba nota, Matt y yo charlábamos sobre mis planes ahora que tenía un lugar donde quedarme. Le confesé mi deseo de encontrar trabajo para ser más independiente, pero también mi preocupación por mi falta de experiencia laboral.

Matt, mojando su churro en el chocolate caliente, preguntó a la camarera si estaban buscando personal. Ella respondió que, de hecho, necesitaban ayuda. Matt mintió diciéndole que era su nieta y que me estaba ayudando a encontrar trabajo. Aquella chica dijo que hablaría con su jefa para ver si podía conseguirme un puesto, me pidió mi número para llamarme si al final me cogían. Una mezcla de emoción y gratitud llenó mi corazón ante esta inesperada oportunidad.

Cuando la camarera se marchó, dejándonos a solas, no pude contener las lágrimas. No entendía por qué aquel hombre quería ayudarme de esa manera. ¿Era tanto el anhelo de su hija? me pregunté en silencio.

Matt, notando mi conmoción, me aseguró que, si conseguía el trabajo, ya podría empezar a pagarle sin tener que preocuparme. Le agradecí una vez más por todas las oportunidades que me estaba brindando.

Él y yo pasamos la mañana entre charlas amenas, sumergidos en un intercambio de anécdotas que parecían fluir con naturalidad. Sus recuerdos de infancia cobraban vida mientras yo escuchaba con atención, ansiosa por conocer más sobre su pasado.

En un momento de confianza, decidí indagar un poco más y le pregunté con delicadeza sobre su familia. Matt, con la mirada perdida en un horizonte distante, compartió conmigo el doloroso recuerdo de la pérdida de su esposa durante el parto de su única hija.

"Tuve que seguir adelante solo, criando a mi niña con todo el amor y el orgullo que pude ofrecerle", confesó Matt con voz serena pero cargada de emoción.

A medida que seguía compartiendo su historia, reveló que su hija había dejado la ciudad en busca de nuevas experiencias, manteniendo contacto a través de cartas y fotos que le enviaba regularmente.

"Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos por última vez, y la vida me arrebató a mi hija en un abrir y cerrar de ojos", dijo Matt, con la mirada perdida en el cielo como buscando respuestas.

Conmovida por su tragedia, expresé mi más sentido pésame, deseando poder aliviar en algo su dolor. Sin embargo, en mi interior, sentí la necesidad de compartir mi propia carga emocional, aunque temía levantar sospechas sobre mi pasado.

Después de escuchar la historia de Matt, terminamos de desayunar y me sorprendió gratamente cuando, con una sonrisa cálida y una mirada llena de ternura, me comparó con su hija, una joven llena de entusiasmo y curiosidad por el mundo.

Al ver su aura, tan luminosa como mi ojo derecho, percibí una mezcla de esperanza, aceptación, fe y una actitud positiva que me llenó de confianza. Agradecida por su generosidad y compañía, terminé mi café con una suave sonrisa, sintiéndome un poco menos sola en esta ciudad desconocida.

Después del desayuno, me sentía llena de energía y esperanza. Decidí aprovechar ese impulso positivo para explorar un poco más el barrio y conocer mejor la ciudad.

Caminé por las calles, admirando los edificios altos y modernos que se alzaban a mi alrededor. La gente pasaba apresurada, sumida en sus propios asuntos, pero yo me sentía ajena a toda esa prisa. Estaba concentrada en absorber cada detalle de mi nuevo entorno, maravillada por la diversidad y la vitalidad de la ciudad.

Decidí detenerme en un parque cercano, donde el verde de los árboles y el canto de los pájaros me ofrecían un respiro de la frenética actividad urbana. Me senté en un banco y saqué mi cuaderno y lápiz, sintiendo la urgencia de plasmar mis pensamientos en papel.

Durante horas, me sumergí en la escritura, dejando que mis emociones fluyeran libremente a través de las palabras. Escribí sobre mi pasado, mis sueños y esperanzas para el futuro, y sobre la gratitud que sentía hacia aquellos que me habían brindado una mano amiga en momentos de necesidad.

Al terminar, me sentí más ligera, como si hubiera dejado atrás un peso que había estado cargando durante mucho tiempo. Guardé mi cuaderno con cuidado y me levanté del banco, lista para enfrentar lo que el destino tenía reservado para mí en esta nueva etapa de mi vida.

Decidí regresar al apartamento, donde me esperaba una tarde de organización y planeación. 

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