Capítulo 5: Reflejos en la Noche

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El sol apenas comenzaba a asomarse cuando abrí los ojos, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Era mi segundo día en la cafetería y no quería llegar tarde. Me levanté de la cama rápidamente, me duché y me vestí con cuidado. Elegí ropa cómoda pero presentable.

Desayuné ligeramente, sin poder comer mucho debido a los nervios. Mientras me dirigía a la cafetería, el aire fresco de la mañana me ayudó a despejar la mente. Las calles aún estaban tranquilas, con solo unos pocos madrugadores comenzando su día. 

Al llegar, fui recibida por Lily. Ajusté el delantal y me puse detrás del mostrador, observando atentamente a Lily mientras preparaba un cappuccino con movimientos rápidos y precisos.

 Había algo hipnótico en la forma en que manejaba la máquina de café, cada gesto calculado y eficiente. Sentía una mezcla de admiración y nerviosismo; quería estar a la altura de mi compañera, pero sabía que necesitaba tiempo para acostumbrarme.

—No te preocupes —dijo Lily, notando mi mirada—. La primera semana siempre es la más difícil. ¿Tienes experiencia previa trabajando en cafeterías?

Negué con la cabeza, sonriendo tímidamente.

—No mucha. Trabajé en una panadería hace un par de años, pero esto es diferente.

Lily asintió comprensivamente.

—Entiendo. Bueno, lo más importante es aprender a manejar la máquina de café y recordar las recetas. El resto es cuestión de práctica. —Me dio una palmadita en el hombro—. Vamos, te mostraré cómo hacer un latte.

Con paciencia, Lily me guió a través del proceso, explicando cada paso con claridad. A pesar de mis nervios, logré preparar mi primer latte decente, y Lily me sonrió aprobadoramente.

—¡Bien hecho! Ahora solo necesitas hacerlo unas cien veces más y serás una experta.

Ambas reímos y sentí cómo la tensión se disipaba un poco. A medida que avanzaba la mañana, el flujo constante de clientes nos mantuvo ocupadas. Noté que Lily tenía una habilidad especial para tratar con la gente; siempre tenía una sonrisa y una palabra amable para cada cliente, y muchos de ellos la saludaban por su nombre.

Durante un breve descanso, Lily y yo nos sentamos en una mesa en la parte trasera de la cafetería. Me ofreció una galleta y la acepté con gratitud.

—Entonces, ¿Cómo te sientes? —preguntó Lily.

—Más cómoda, creo. Aunque todavía estoy aprendiendo. Gracias por tu paciencia.

—De nada, todos hemos pasado por eso. Además, es bueno tener a alguien nuevo. A veces, las cosas se vuelven monótonas y una cara nueva trae un poco de frescura. —Lily miró su reloj—. Bueno, el descanso se acaba. Vamos a volver al trabajo.

A lo largo del día, comencé a familiarizarme más con las tareas y los clientes habituales. Descubrí que había algo reconfortante en la rutina de la cafetería, y aunque las horas podían ser largas, sentía una satisfacción genuina en servir a las personas y verlas disfrutar de su café.

Al final de mi primer día, mientras cerrábamos la cafetería, me sentí agotada pero feliz. Lily se acercó a mí con una sonrisa.

—Lo hiciste genial hoy. Estoy segura de que mañana será aún mejor.

Sonreí, sintiéndome agradecida por el apoyo de mi compañera. Mientras salíamos juntas del local, me di cuenta de que no solo había conseguido un trabajo, sino también una nueva amiga.

—Gracias, Lily. Nos vemos mañana.

—Hasta mañana, Nisha.

Caminando de regreso a mi apartamento, sentí una renovada sensación de esperanza y entusiasmo. Aunque estaba cansada físicamente, mi mente seguía acelerada, procesando todo lo que había aprendido y experimentado durante el día. Al llegar a mi puerta, me di cuenta de que no tenía mucho sueño. Decidí que un paseo nocturno por la ciudad podría ser justo lo que necesitaba para despejar mi mente.

Después de cambiarme de ropa y ponerme una chaqueta ligera, salí de nuevo a la calle. La noche era fresca y tranquila, con un suave murmullo de la vida nocturna que se mantenía activa en la distancia. Las luces de las farolas proyectaban sombras largas y las pocas personas que se cruzaban en mi camino parecían sumidas en sus propios mundos. Seguía andando, aunque mi barrio era tranquilo, habían muchos edificios abandonados, fijándome en cada uno de ellos mientras andaba, no podía evitar en pensar a cuánta gente le haría falta un hogar. Seguía sumergida en mis pensamientos, cuando un destello a lo lejos llamó mi atención. ¿Una estrella fugaz?, pensé, pero me di cuenta que no vino del cielo, si no de una de las azoteas de un edificio abandonado. Eso me asustó bastante, así que decidí acelerar el paso y salir de inmediato de la zona en la que me encontraba. Minutos después, me dirigí hacia el centro de la ciudad, donde las calles estaban más iluminadas y había más actividad. Pasé por varios bares y restaurantes, algunos llenos de risas y música, otros con una atmósfera más relajada. Me dejé llevar por la energía de la ciudad, disfrutando del anonimato que ofrecía la multitud.

Mientras caminaba, me encontré en una plaza abierta con una fuente en el centro. El sonido del agua fluyendo era hipnótico y decidí sentarme en un banco cercano. Observé a las pocas personas que todavía estaban afuera a esa hora: una pareja paseando de la mano, un grupo de amigos charlando animadamente, un hombre mayor caminando con su perro. Todo me resultaba tan diferente y a la vez tan familiar. Mientras estaba sentada, los recuerdos de mis padres comenzaron a inundar mi mente. Recordé las tardes de domingo, las risas compartidas durante la cena y los abrazos cálidos que siempre me ofrecían. La nostalgia se convirtió rápidamente en remordimiento. Había momentos en los que desearía haber pasado más tiempo con ellos, haberles dicho "te quiero" más a menudo.

El dolor de mi pérdida era un peso constante en mi corazón. El día en el que murieron seguía siendo una sombra oscura en mi memoria, una herida que nunca terminaba de cicatrizar. Me acordé de cómo me sentí tan sola, perdida y sin rumbo tras su partida. No pude evitar que las lágrimas rodaran por mis mejillas.

Mientras las lágrimas caían, traté de concentrarme en los momentos felices, pero era difícil. La tristeza y el remordimiento eran abrumadores. Me sentía culpable por seguir adelante, por encontrar pequeños momentos de alegría cuando ellos ya no estaban aquí. Era como si cada paso que daba hacia una nueva vida fuera un alejamiento de su memoria. Mi teléfono vibró en mi bolsillo, sacándome momentáneamente de mis pensamientos. Era un mensaje de Lily:

—Espero que hayas llegado bien a casa. Nos vemos mañana, ¡descansa!

Limpié mis lágrimas rápidamente y respondí:

—Sí, todo bien. Gracias, Lily. ¡Nos vemos mañana!

Guardé el teléfono y me quedé un rato más en la plaza, tratando de calmarme. Poco a poco, el cansancio y el aire fresco de la noche empezaron a relajarme. Decidí que era hora de regresar a mi apartamento.

El camino de vuelta fue tranquilo, con menos gente en las calles. Al llegar a casa, me sentí más tranquila aunque el dolor persistía. Me dejé caer en la cama, sabiendo que debía permitirme sentir esta tristeza para poder seguir adelante. 

Entre dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora