El aire frío de la mañana me rozaba el rostro mientras me dirigía a la cafetería. El cielo estaba cubierto por nubes grises, presagio de una tormenta que parecía inevitable, como el conflicto que llevaba dentro desde la despedida de Azkel. Me había dicho a mí misma que hice lo correcto al alejarlo, pero la verdad es que, desde esa noche, no había logrado encontrar paz.
Empujé la puerta de la cafetería, sintiendo la calidez y el olor familiar del café que llenaban el espacio. Sin embargo, en mi pecho, la misma frialdad seguía presente. Apenas crucé el umbral, vi a Lily inclinada sobre la barra, rodeada de libros y papeles. Su frente fruncida y la pluma tamborileando contra el papel eran señales claras de frustración.
—Buenos días —dije con un intento de sonrisa, aunque no pude evitar que mi voz sonara apagada.
Lily levantó la vista y me sonrió, pero sus ojos delataban el cansancio.
—Buenos días. Creo que mi cerebro está oficialmente frito —dijo, empujando los papeles a un lado—. Esta prueba de acceso me va a matar.
Me senté a su lado, tratando de dejar mis propios pensamientos en pausa.
—Déjame ver, te ayudo —dije, acercando los papeles hacia mí.
Pasamos la siguiente hora revisando ejercicios y repasando las materias que Lily debía dominar para el examen. Era un respiro temporal de mis problemas, y aunque me alegraba ayudarla, no podía evitar sentir el peso de la conversación no resuelta con Azkel. Mis manos temblaban un poco mientras pasaba las páginas, algo que Lily notó de inmediato.
—¿Todo bien? —preguntó, con el ceño fruncido.
—Sí, solo estoy... cansada, supongo —mentí, girando el bolígrafo entre mis dedos.
Antes de que pudiera profundizar más en mi estado, Zahara entró como un torbellino, vestida con uno de sus trajes impecables, su perfume llenando el aire antes que su presencia.
—¡Oh, dios mío! ¿Es esta la ayuda que estás recibiendo, Lily? —dijo, con una sonrisa burlona en su rostro—. Si sigues así, nunca vas a pasar ese examen.
Lily resopló, pero no respondió. Zahara se dejó caer en una silla, cruzando las piernas de manera exagerada.
—Bueno, si necesitas verdadera ayuda, puedes pedírmelo —continuó Zahara con tono condescendiente.
—Gracias, pero creo que estoy bien —respondió Lily, tratando de contener su irritación.
Zahara alzó una ceja, dirigiendo su mirada hacia mí.
—Ah, Nisha, deberías relajarte un poco. Pareces aún más agotada que de costumbre —dijo con una sonrisa venenosa.
Tragué saliva, pero antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de nuevo, y mis músculos se tensaron automáticamente. Sabía quién era antes de mirar.
Azkel.
Llevaba varios días, o quizás algunas semanas sin aparecer por la cafetería. Sin embargo, algo en su mirada era diferente, como si hubiera tomado una decisión desde la última vez que hablamos.
—Solo quiero un café para llevar —dijo, dirigiéndose hacia la barra sin mirarme directamente.
Sentí un nudo en la garganta mientras preparaba su café en silencio, intentando no temblar. Zahara, que no había dejado de observarlo, se inclinó un poco hacia él.
—¿Qué pasa? ¿Ya no vienes todos los días como antes? —preguntó ella, con un tono que parecía una mezcla de curiosidad y seducción.
Azkel la ignoró, su mirada fija en el suelo mientras yo le pasaba el café. Nuestras manos se rozaron, y en ese instante, una descarga de emociones me atravesó. Sabía que él estaba esperando que dijera algo, cualquier cosa. El silencio entre nosotros era insoportable, pero no sabía qué decir sin romperme por completo.
ESTÁS LEYENDO
Entre dos Mundos
Teen FictionNisha es una joven huérfana con un secreto extraordinario. Posee unas alas que puede desplegar y guardar a voluntad propia. Vive una vida errante en una bulliciosa ciudad, sin hogar ni familia que la reclame. A sus 16 años, ha aprendido a mantener s...