Narrador:
Al día siguiente, habían dado a Alfonso de alta...Dulce y Alfonso se dirigían a la casa de Alfonso, pues Dulce quería asegurarse de que su novio descansara y se quedaría a dormir con él esa noche.
Alfonso: -Mamá, llegamos.
Dijo Alfonso cerrando la puerta detrás suyo. Al voltear se, quedó congelado, y no fue precisamente porque el invierno ya había llegado, si no porque su mejor amigo, que ya no era su mejor amigo estaba allí.
Alfonso: -¿Qué estás haciendo aquí?.
X: -¿No te alegras de verme, Alfonso Herrera Rodriguez?.
Respondió divertido.
Alfonso: -¿Porqué tendría que alegrarme?.
Dulce carraspeó levemente para hacerse notar.
X: -¡Oh!, pero que belleza, un gusto, madam (se acerca con superioridad hasta Dulce y besa su mano). Alejandro Lieberher, pero todos me dicen Alex, de cariño...un placer conocerte.
Dulce: -Soy Dulce.
La pelirroja sonrió, extrañamente Alfonso no se puso celoso.
Dulce: -¿Sabes?, yo vivo al lado, podrías quedarte allí hoy, quiero pasar tiempo con mi novio a solas.
Alejandro: -Oh por su puesto, pero Poncho y yo tenemos que hablar después.
Alejandro le dedicó a Alfonso una sonrisa falsa.
Dulce: -Genial...Hablaré con Any, nuestra mejor amiga, ella te dirá en donde debes dormir.
Alfonso: -¡No!.
Alfonso alzó la voz.
Alfonso: -¿Acaso recuerdas cómo está?. Vamos, Dul, sabes que ella no está bien.
Alejandro: -Vamos amigo, ¿Es fea?.
Preguntó con sus cejas alzadas.
Alfonso: -¿Qué?, ¡No!, ella es guapísima, solo que...no está pasando por un buen momento.
Alfonso miró hacia el piso, sintiéndose culpable por lo que su mejor amiga estaba pasando.
Gracias a Dios, y para la buena suerte de Anahí, él no recordaba lo último que le había dicho Leonardo antes de que lo dejara inconsciente.
Dulce: -Tienes razón, amor (mira a Alejandro). Alex, quédate, así ustedes charlan de lo que sea que tengan que charlar. Yo iré con Any.
Alejandro: -Tranquila, soy muy bueno ayudando a la gente, ¿No es así, Poncho?.
Alfonso quería golpearlo, pero no le vendría bien otra paliza.
Alfonso: -Diviértanse.
Canturreo mientras salía de la residencia de Alfonso para dirigirse a la casa de la vecina.
(...)
Al llegar a la casa de la vecina, arregló las correas de su mochila y tocó el timbre, unos segundos después, una chica delgada, de tez blanca, ojos azules y cabello largo y rubio le abrió la puerta, dejando embobado a Alejandro.
Anahí: -¿Quién eres?.
Miró Anahí con los ojos levemente entrecerrados al chico que se encontraba afuera.
Alejandro: -El amor de tu vida, Alejandro Lieberher.
Sonrió, Anahí le devolvió la sonrisa falsamente y le cerró la puerta en la cara, golpeándole la nariz.
Anahí: -Vete o llamaré a la policía.
Habló la chica desde el otro lado de la puerta.
Alejandro: -Tranquila, Dulce me ha mandado a dormir aquí hoy.
Dijo gangoso, pues tenía su mano ejerciendo presión en su nariz recién golpeada. Anahí suspiró y abrió la puerta nuevamente, Alejandro entró y vio la gigantesca casa vacía, hasta que apareció la chica con una bolsa de guisantes congelados.
Anahí: -Para tu naríz.
Le sonrió tímidamente.
Alfonso tenía razón, si que era guapísima.