Capítulo 25 | Historias de fantasía

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Capítulo 25 | Historias de fantasía


EVE

Odio esta maldita fiesta.

Al principio solo eran cinco amigos de Gibran que acepte por ilusa, pero minutos después llegaron más y más personas, y todo se salió de control.

Ahora estaba yendo de habitación en habitación para cerrar con llave cada una de ellas y así evitar que parejas hormonales utilicen los dormitorios. Incluso también cerré con llave la oficina de mi abuelo.

— ¿Te puedo ayudar en algo? —escucho la voz de Alex detrás de mí pero niego.

— No, estoy bien —le respondo cerrando la última puerta que me quedaba.

— Lo siento mucho.

— No es tu culpa.

— Pero debí hacer algo para impedir que Gibran hiciera lo que quisiera en tu casa.

Me quedo en silencio. Todo esto es culpa mía, no fui capaz de imponerme para evitar que mi casa estuviera llena de personas que no conozco y ahora no sabía cómo hacer para que se fueran sin meterme en más problemas.

— No pasa nada.

— Puedo ayudarte a limpiar, es lo mínimo.

— Vale.

Ni siquiera soy capaz de disfrutar un solo minuto de la fiesta, no sé cómo reaccione mi abuelo cuando le cuente lo que ha pasado. Más de una vez me ha dicho que puedo invitar amigos si lo deseo, pero no creo que este muy de acuerdo en algo así.

Camino junto a Alex por toda la casa, recogiendo la basura, hay vasos de plástico por todos lados e incluso frituras en el piso, pero hasta el momento no hay nada roto de la casa.

Unas horas después, todos los invitados comienzan a irse y al fin puedo tener paz, Alex me ayuda a limpiar todo porque no me parece justo que Sophia y Mary tengan que hacerse cargo de algo que es mi responsabilidad, y gracias a su ayuda, la casa queda como antes.

Ambos nos sentamos en el sofá cuando hemos terminado y miro la hora en mi teléfono.

3:37

Hago una mueca, no pensé que fuera tan tarde y aunque no me molesta conducir hacia Opa-Locka para dejar a Alex en su casa, nunca he estado en ese lado de Florida tan tarde.

— ¿Te quedas a dormir o prefieres que te lleve a casa? —le pregunto de todas formas, lo que menos quiero es imponerle algo en lo que no esté de acuerdo.

— ¿Quieres que me vaya?

— No tengo problema en que te quedes, ¿quieres quedarte?

— No estaría tranquilo si te hago conducir hacia mi casa a esta hora.

— Vale —respondo poniéndome de pie—. Vamos.

Caminamos hacia las escaleras y lo guío a la habitación en la que durmió cuando se quedo aquí la primera vez.

— Me gusta mucho la puerta de tu habitación —dice detrás de mí en cuanto pasamos por ella, me giro hacia Alex que se ha detenido para observar todos los detalles.

En la casa de mis padres en Nueva York, siempre quise decorar mi puerta pero sabía que ellos enloquecerían si llegaba a arruinar algo de su preciada casa. Aquí, cuando se lo mencione a mi abuelo, me dijo que podía hacer lo que sea que me hiciera feliz.

Entonces decidí, pintarla.

Tuve que utilizar un papel de un gramaje grueso, para colocarlo en la puerta y así poder quitarlo con más facilidad en caso de que decidiera cambiar de opinión.

Eres Luz de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora