Una mala maña • 12 •

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Pov. Víctor:

—¿Entonces tenían hambre? —cuestioné, acomodando mi cabello frente al espejo —¿Por que no me dijeron?

—Eso pregúntale a Mayo. Él nos hizo esperar al señor Trollino para por fin poder comer.

—Pero yo ya había llegado, ¿por qué no volviste al apartamento y ya?

Pensar que hace unos minutos estaba apurado porque iba tarde al colegio, pero la simple queja de Sparta hizo que me quedara atento solo por el nombramiento de Mayo entre sus quejas.

—¡No lo sé! Me olvidé que tenía un hermano, además, ¡ni siquiera fuiste a verme!

—¡Ay! Que cosas, bueno...¡Sparta! Debo irme ya, te veo más tarde —avisé, colocando la mochila sobre mis hombros —. Prometo no olvidarme de ti en el apartamento de Mayo, otra vez.

—Si claro, te creo mucho.

Debo admitir que ayer lo olvidé a propósito, quiero decir, estaba demasiado cansado del colegio como para soportarlo, y además estas semanas he estado yendo y viniendo con Mayo al colegio, algo que me hace demasiado feliz. No quería que Sparta arruinara esa felicidad con sus quejas o algo así.

[ . . . ]

Caminar por esos largos pasillos era lo peor del mundo, tener que escuchar los gritos de los niños que estaban entrando a sus aulas, otros que salían y algunos que solo deambulaban por los pasillos buscando su aula, todo ese enredo era insoportable, pero valía la pena solo porque sabía que al final del pasillo se encontraba él esperándome para irnos juntos.

Siempre tiene la opción de irse solo, pero elige quedarse a esperarme. Con su típica pose de cansancio y aburrimiento; arrimado a la pared con una de sus manos sosteniendo su abdomen, mirando a la nada con el ceño casi fruncido. Cualquiera que lo viera pensaría que estaba enojado, pero no era así.

Podríamos decir que tiene esa mala maña de fruncir el ceño cuando deja de prestar atención a su alrededor, son esas veces cuando deja de estar en la tierra y va hacia las nubes, donde parece estar más tranquilo pues sus ojos muestran calidez y paz, pero su ceño no, sus cejas fruncidas parecieran no estar conformes. Quizás esté en esa cuerda floja donde ni siquiera sabe cómo sentirse, donde no sabe cómo expresar bien sus sentimientos.
No puede coordinar sus gestos faciales, no están en armonía esos ojos; ilusos, puros, con sus cejas fruncidas que parecen estar molestas por la mínima cosa que le sucede.

—¿Esperaste mucho? —cuestioné, sacándolo de su trance.

—No, si...no importa, bueno, ¿nos vamos?

—¡Por supuesto! —afirmé, caminando hacia la salida jalando su brazo, haciendo que siguiera mis pasos —¿Qué te parece si vamos por comida? No tengo energía como para aguantar caminar hasta el departamento.

—¿Traes dinero? Porque yo solo tengo para un almuerzo.

—Mhm, deja veo —murmuré, buscando en mis bolsillos algunas monedas —. Creo que si me alcanza para un almuerzo.

—Que bueno, ven, sígueme —Ahora era él quien jalaba de mi brazo —. Conozco un lugar donde hacen una comida exquisita y barata.

Negar no era una opción, al no haber nacido aquí ni siquiera conocía en que calle estábamos, solo sabía como ir del colegio al apartamento y nada más.

Tampoco tenía las agallas de decirle a Mayo que no, porque se notaba que a él si le apetecía ir a ese lugar. Aún así fuera que ese lugar esté cerca de un callejón sin salida, casi a las afueras de la ciudad.

El chico del apartamento 188 [ Mayictor & Spartor ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora