CAPITULO 1

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Otro día más en la oficina en el que me enfado con papá. No puedo más, estoy cansada de demostrarle que no necesito ser un hombre para llevar las riendas, que mis ideas son tan increíbles que harán que nuestro nombre crezca, pero eso no lo quiere entender y vuelve con el tema de Cayetano.

No quiero estar con él, es más, me da asco y no lo necesito para controlar mi legado, pero él juega con ventaja y me hizo prometer que, si no conseguía aumentar los números, tendría que casarme con Cayetano. Y antes muerta que permitir que me toque con sus sucias manos.

Todo iba bien hasta que apareció el capullo de Gael, que provocó que la consecución de contratos no fuera tan habitual y nos quitó más de lo que me gusta reconocer.

No sé por qué decidió quedarse aquí, aunque en el fondo sí lo sé.

Quiere ganar, quiere demostrar que son mejores que nosotros y eso no lo voy a permitir.

—Hola —entra papá con otra carpeta, como si no hubiéramos discutido hace una hora—. Tenemos reunión en un mes para convencer a una cadena de hoteles de que nuestra empresa es la indicada para el proyecto.

—Cuenta conmigo.

—No me falles en esta ocasión —deja la carpeta sobre la mesa—Ya perdí uno millonario.

—No.

Odio recordar la pérdida de ese proyecto porque lo consiguió él, y todo fue porque engatusó a la hija del jefe. Eso es jugar sucio, hacer trampas, pero para él todo vale, y que se prepare, voy a por todas.

Me mira por última vez antes de salir de mi despacho, así que cojo la carpeta y estudio los documentos. Suena interesante, es más de lo mismo, y por eso tengo que hacer algo innovador, nuevo y que consiga quedármelo.

Necesito vencerlo de nuevo. Si hay algo que me pueda gustar de él, es su cara al perder.

Es mi parte favorita de la vida.

Miro el reloj y descubro que he estado tan concentrada en el nuevo proyecto que no me di cuenta de que ya son poco más de las nueve.

Recojo mis cosas y abandono la empresa para ir a casa a descansar. No puedo fallar, no voy a fallar.

—Úrsula —hago que no lo escucho, ¿por qué sigue aquí?—. Puedes dejar de luchar y aceptar que serás mía.

—Que te den —le enseño el dedo corazón y entro en el ascensor, pero antes de que se cierren las puertas, él también lo hace y me siento claustrofóbica.

—Tú eres mía —afirma como si nada, como si no fuera enfermizo—. Llevamos toda la vida predestinados a estar juntos, así que deja de luchar.

—Déjame tranquila, ¿no entiendes que no me interesas?

—Pero tú a mí sí, y consigo todo lo que quiero.

—Lástima que a mí no —da un paso hacia delante, pero no demuestro lo mucho que me incomoda—. Deja de luchar contra tu padre y unámonos.

Llegamos al parking y salgo tan pronto como las puertas se abren. Localizo mi coche y pulso el botón para que se abra. Él me sigue, así que toca hacerlo rápido.

Logro subir sin que invada mi espacio y cierro corriendo.

—Tienes pocos meses —grita—. Si sigues permitiendo que los Corberó se queden con el mercado, a finales de año hablaremos sobre la fecha.

Antes muerta, pero decido ignorarle y acelerar para perderle de vista.

Cuando siento que mi día no puede ir a peor, el destino hace que me sorprenda y descubra que sí puede.

Todos los te quiero que odié decir. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora