CAPITULO 13

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Invado el baño con antelación para prepararme para la cena de gala que se celebrará esta noche. Tengo que ser la más guapa, tengo que demostrar que, ya sea que quiera tonteo o algo serio, nadie será como yo.

—¿Aún no te has vestido? —le ignoro porque ha llegado suficientemente tarde.

—Salgo —se echa perfume y me deja a solas.

Mejor, así puedo moverme y prepararme con calma sin que él me distraiga. Sigo con las ondas en el pelo, el maquillaje lo tengo listo, es uno sutil porque, al fin y al cabo, estamos en un barco, pero me veo muy guapa.

Termino con el pelo, que me ha quedado ideal, y me pongo el fantástico vestido de seda azul cielo satinado, con unos pliegues en el pecho que hacen que su escote sea perfecto.

Tiene unas tiras con flores monísimas y es largo, justo hasta los tobillos. Pero lo que más me gusta de este diseño es la espalda descubierta, es elegante y sexy a la vez. Es un vestido que parece sencillo, pero esos pequeños detalles hacen que sea rompedor.

Me calzo las sandalias de tacón y salgo por fin del camarote. Estoy tan guapa, está mal que yo lo diga, pero me encanta.

Escucho la conversación de afuera y me pongo la armadura de mujer segura y seria. Yo soy la jefa, que no se me olvide.

—De la Vega —me llama el señor Rodríguez nada más salir—pero qué preciosa está.

—Gracias —le sonrío.

—Ha merecido la pena su tardanza —me río y miro al resto del equipo.

Van elegantes, pero la que más se ha esforzado he sido yo. Voy muy elegante y guapa, y me siento bien.

—Espera que te vea tu pareja —se ríe—No se separará de ti.

—No exagere —le devuelvo la risa—Voy a por una copa de vino.

Me acerco a la mesa, cojo una copa de champán y me apoyo en la mesa mientras miro dónde está. No lo veo, ¿dónde se ha metido?

Estará follándose a otra.

Eso sí que no lo acepto, que me deje a mí de cornuda, no. Me aburro y me bebo la copa sola, en silencio con mis pensamientos, hasta que lo veo aparecer guardando el teléfono en el bolsillo.

Lo analizo, es tan alto, fuerte y está tan guapo con ese pantalón de lino azul marino y esa camisa del mismo tejido de color blanco. Debería estar prohibido ser tan guapo y capullo.

No me ha visto y tengo ventaja. Le estudio mientras se acerca al señor Rodríguez y se ponen a hablar. No sé qué le estará diciendo, pero no tiene pinta de que el señor Rodríguez hable de negocios por la forma en que se ríe.

Me doy la vuelta y cojo unas aceitunas para dejar de mirarle. Lo que menos quiero es que me vea observándole como una de sus admiradoras.

—Estás preciosa —escucho a mi espalda.

—Gracias —me giro y veo a uno de los empleados.

—Es que... —me mira de arriba abajo—De verdad.

Le sonrío por hacer algo. ¿Está ligando conmigo? ¿Qué pasa con esta gente que liga con personas que ya están en pareja? Vale, sé que no es cierto, pero él no lo sabe.

—¿Me aceptas una copa? —voy a decirle que no, pero me encuentro con la mirada de Gael.

—Claro —dejo la mía casi vacía en la mesa y acepto la que él me entrega.

—¿Te lo estás pasando bien?

—Estoy relajada —no miento—así que sí.

—Pues hoy te vas a divertir.

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