Tercer día de la semana/4

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Miércoles
7/11/1979
12:46AM

La mañana siguiente fue terrible. El dolor de cabeza me mataba y no recordaba tan solo el primer trago de la noche anterior. Intenté levantarme de la cama para ver donde estaba, esto no era el centro de menores, pero en cuanto me senté en la cama y puse los pies en el suelo, sentí como mil y una agujas se me clavaban en la cabeza y me quería morir. Todo se tornó negro y no podía casi pensar, era agotador. Lo más tonto que hice fue levantarme aun y sin ver nada, mis piernas estaban débiles y no era capaz de sostenerme, me estaba mareando. Al borde del desmayo, caí al suelo y apoyé las manos en la pared, ya que estaba de lado y no de boca. Esperé a volver en mí, y cuando recuperé la vista miré a mi alrededor intentando averiguar dónde estaba. Cuando miré a mi mesilla y vi la carta, me puse en pie, aguantando el dolor de cabeza que me comía por dentro, la carta decía algo así:

Hola Karin, ¿Qué tal estás? Espero que no lleves mal la resaca. Si estás leyendo esto es porque te encuentras algo mejor, o eso espero, en todo caso si estás realmente mal, puedes acudir a mí, tengo un remedio realmente bueno para el dolor de cabeza. Te explico la situación por si no entiendes que está pasando o algo, ayer te pasaste un poco bebiendo, yo te intenté parar pero aun así no quisiste y seguiste. Tras eso, te traje a casa, si, esta es tu nueva casa, ¡disfrútala!, eso sí, no te pases con el ruido que los vecinos son algo quejicas. Las llaves que hay junto a esta carta son las llaves de tu casa, La grande es de la puerta de entrada y la pequeña es de la cerradura de seguridad de la puerta, para cuando estés en casa y no te sientas segura. Junto a esta carta hay un sobre, ábrelo y léelo; es muy importante. ¡Que tengas un buen día! y no dudes en avisarme si te pasa algo o si tan solo quieres hablar. La dirección está detrás.
Firmado: Hemlock
El otro sobre contenía una carta que me puso los pelos de punta y me hizo temblar como nunca antes:

¡La nación te llama!
-Gobierno de Mavintor, ciudad de Dynsk-
Lac condena dictada para Karin Olsson pos su delito cometido el día 6 de noviembre de 1974 dicta así:
-Cinco años de reformación y disciplina en el centro de menores de la ciudad de Dynsk (hasta que se reforme).
-Trabajos forzados (por decidir).
En la reunión del día 4 de Noviembre de 1979 se decidieron qué tipos de trabajos realizará para pagar por sus actos en contra de la vida humana y de su familia. La sentencia será de un entrenamiento para trabajar en la frontera durante cuatro años y tras eso conseguirá un trabajo en la frontera hasta que se decida su jubilación por edad/discapacidad/otros.
Presentese en la sede del gobierno el día 7 de noviembre a las 15:00 horas para comenzar y poder asignarle un lugar en la zona de aprendizaje y entrenamiento de la nación de Mavintor. Le esperará su superior en la oficina de seguridad nacional.
dé su vida por la nación y nuestra patria.
¡Larga vida a Mavintor!

Tras leer eso creo que quería quemar la carta y cortarme las venas, pero en la misma decía que si no me presentaba, sería un acto en contra de la nación y la condena sería por terrorismo. ¿Qué clase de broma es esta? Era la una del mediodía y aun no me había ni peinado, ya comería después. Corriendo, entré al baño que se encontraba junto a... bueno, junto a todo porque no tenía ni tan siquiera habitación. Mi casa era una mesa con cuatro sillas, un sofá, mi cama y un baño, lo único que se separaba del resto por paredes era el baño.
Entré corriendo hacia él, muy apurada, no me paré ni a mirar cómo funcionaba el grifo de la ducha, tan solo me desvestí y me duché rápidamente. Me habían dejado un bote de champú y un botecito de gel sin ni tan siquiera nombre. Cuando terminé agarré la ropa más formal que tenía en la maleta y noté que había algo que no estaba ahí antes, era un traje, con una camisa blanca y corbata roja, con una falda y chaqueta verde militar, supongo que me tendría que poner eso. También tenía unos tacones bajos negros, unas medias color piel y una revista de modales para tratar con los oficiales y demás a la cual ni siquiera le eché un ojo y la usé para secarme el pelo porque no quería tener que usar las sábanas. Me peiné como pude, intentando tener el pelo lo más presentable posible.
Me vestí y aunque tardé quince minutos en ponerme la corbata bien, lo logré. Eran las 14:30 y tan solo me faltaba coger el bolso, meter la cartera y las cartas en él. Cuando me quise dar cuenta, faltaban 10 minutos tan solo y mi casa no estaba al lado que digamos, así que rápidamente cerré la puerta con llave y corrí hacia la sede del gobierno. Fue bastante extraño ver a una chica vestida de traje corriendo a toda velocidad a saber donde, pero esa era yo.
Justo dos minutos después llegué. Había dos entradas, una era la salida de los inmigrantes y la otra era para los soldados, oficiales, etc. Básicamente cargos del gobierno.
Ya dentro, podía observar una fila para reclutamiento con una mesa de oficina al final de ella. Tras eso, unas largas y grandes escaleras con dos largos pasillos a los lados, supuse que sería en alguno de esos dos pasillos. Lo más rápido que pude los crucé, buscando una oficina que dijera "oficina de seguridad nacional" unas vueltas por los pasillos más tarde, la encontré y por si acaso toqué la puerta, estos oficiales tenían libertad de hacer lo que quisieran en estas oficinas y no quería tener que arrancarme los ojos.
Tras tocar, una voz masculina me dio permiso para pasar. Giré el pomo de la pesada puerta de madera, la cual chirriaba como si pidiera auxilio. Tras ella, una oficina normal, mesa de escritorio, medallas y publicidad política en las paredes, lo normal para estos tiranos, a saber quien me tocaba de superior. Cuando tomé asiento y terminó de buscar los papeles de mis condenas, miró hacia arriba y reconocí al instante esa mirada, era Hemlock. Saber que era él me alivió bastante. No me haría daño ¿no? Después de todo él se preocupó de llevarme a casa y darme todo esto, no sería malo.
-Ah, ¡que sorpresa Karin!- se dirigió a mí- no sabía que eras tú, pensé que era algún otro oficial, bueno, cuéntame, ¿Qué tal?
-¿Qué tal?- contesté con tono irritado- no puedo con mi alma...
-¿Quieres algún remedio?- se ofreció.
-No, puedo con esto. Ahora dime, ¿para qué narices estoy aquí?
-Déjame explicarte-empezó- hace unos días tuvimos una reunión justo antes de liberarte del centro de menores para decidir tus trabajos forzados, y entre trabajar en una mina de carbón y esto, ¡decidimos esto!
-Eh...-pensaba que sería algo peor- no me pongáis un horario muy apretado si puede ser. Necesito liberarme.
-a-apretado...-pensaba nervioso, mientras me analizaba con la mirada- pues es tan solo por la mañana. Tienes las tardes libres.
-¡Menos mal!- me relajé.
-Por cierto, tienes la corbata mal puesta- me informó.
- No tengo ni idea de poner corbatas, no me he puesto una en mi vida.
-Déjame que te la arregle...- se levantó.
Cuando se acercó a mí, pude sentir su corazón acelerándose, estaba muy nervioso, lo cual es raro en oficiales como Hemlock, tan rectos y serios. Me desató la corbata y me la volvió a poner, pasándola por detrás de mi cuello, yo estaba tan tranquila y seria como siempre, mientras que yo notaba sus manos temblar y su respiración pesada. ¿Es que se ponía nervioso con solo verme? al parecer sí. Al terminar de hacer el nudo y de colocarla, se alejó y mirándome de arriba abajo, dijo que estaba perfecta.
-Aun te faltan partes del uniforme. Te las daremos en cuanto lleguen.
-¿Qué?- le cuestioné- ¿así que esto no es todo?
-No seas impaciente, hemos tenido que hacer un uniforme nuevo tan solo para ti -me contaba- tienes suerte de que votamos por este trabajo, eres la única mujer que, bueno... que tiene un trabajo oficial aquí, aunque aún no lo tengas.
- Tampoco me parece un problema el uniforme de hombre- le contesté.
-Por favor, ¿acaso los hombres tienen uniformes de mujer en trabajos de mujeres? Tú no serás la excepción- su mirada se volvió algo agresiva, al igual que su tono de voz.
-Tienes razón- le contesté.
-Empezamos mañana a las ocho. Hoy me pasaré por tu casa para entregarte la comida de la semana.
-No hace falta que vengas- me dirigí a él de espaldas.
-y, ¿por qué?- se le notaba algo extrañado.
-Puedo aprender un poco a vivir sola por mi cuenta. De todas maneras, si quieres venir pásate.
-Iré, tenlo claro- se alegró.
Salí del edificio. El trayecto de vuelta a casa era un recorrido bastante común pero que aún así tenía su chispa. El bullicio de la ciudad parecía desvanecerse a medida que avanzaba por las calles, metida en mis pensamientos intentando darle mil y una vuelta a las cosas. "Qué hace esa vestida así" "acaso trabaja en el gobierno" eran algunas de las reacciones de la gente al verme vestida así, a mí tampoco me agradaba, pero si es verdad que imponía un poco de autoridad mi uniforme de trabajo.
En mi mente repasaba la conversación que acababa de tener con Hemlock, no quería olvidar mi horario ni como se hace el nudo de la corbata. Estaba emocionada, ¡emocionada de verdad! Él me trataba bien, muy bien y eso me hacía sentir cómoda en mi lugar de trabajo. Empezar a tener responsabilidades laborales era interesante, aunque lo de ahora solo sería un entrenamiento. Así que, en este punto entre la tensión de tener que hacer bien mi trabajo y no decepcionar a nadie hay un rayo de esperanza. La sensación de estar en el centro de la acción, de contribuir de alguna manera a hacer de este lugar uno mejor, más seguro, me impulsaba a seguir adelante con todo esto.
Llegué a casa después de un rato caminando con un aire nuevo, viendo la ciudad de otra manera. Girando la cerradura y el pomo a la vez abrí la puerta. Dejé mi bolso en la cama y los zapatos a los pies de esta. Esperé a Hemlock mientras limpiaba un poco la casa, y escondía los manuales que me dio bajo la cama. Algo me decía que no tardaría mucho en llegar, y así fue. Un cuarto y medio de hora después estaba aquí con mi comida para la semana. Tocó la puerta y lo vi con una bolsa en la mano a través de la mirilla.
-¡Hola!-le recibí.
-Buenas Karin. Te traigo la comida como te dije. Además, tengo una sorpresa para ti.
-Genial- contesté ilusionada- pasa y lo dejas todo en la mesa si quieres.
-Perfecto-dijo él.
Hemlock dejó con cuidado la bolsa con alimentos encima de la mesa, justo como le dije. Luego sacó una vajilla con unos cuantos platos y vasos, que colocó con bastante delicadeza frente a cada una de las sillas. Dijo que era una vajilla para que no me preocupara por donde tengo que comer, también explicó que si necesitaba lavarlos, tan solo se lo dijera y él los recogería para llevarlos a lavar.
La bolsa desprendía un delicioso y tentador olor a guisos caseros, panes recién horneados y postres, muchos postres.
Junto a todo esto, colocó una caja envuelta en papel de regalo y atada con un lazo rojo brillante. Esta caja emanaba un aura de misterio que me hacía querer abrirla con todas mis ganas. Con un gesto de cariño, Hemlock colocó una nota junto a la caja, que me dijo que leyera en cuanto él se fuera. Hemlock se despidió con amabilidad y se fue en dirección a su casa en su coche con su chofer.
En cuanto salió del edificio no me pude contener y abrí la nota con toda la curiosidad del mundo para leer lo que en ella ponía, esta decía así.
"Querida Karin,
Espero que este pequeño gesto te brinde algo de tranquilidad y alegría para afrontar las responsabilidades que se te vienen encima con este trabajo que, a veces, va a intentar acabar contigo, te lo digo yo. Sabes que si necesitas algo, estoy aquí para ti, dispuesto a ofrecerte mi apoyo en todo momento. Recuerda siempre que aunque parezca que no, eres mucho más fuerte de lo que crees y podemos superar juntos cualquier desafío que se te presente.
Con cariño, Hemlock"
Al leer cada una de estas palabras se me hizo un nudo en la garganta y un leve temblor recorrió mi cuerpo. Las emociones se juntaron dentro de mí, una mezcla abrumadora de gratitud, alivio y consuelo. Sentí como si un peso se hubiera levantado de mis hombros y una sensación de calidez llenó mi corazón, disipando la oscuridad que una vez llenó mi mente.
Dentro de la caja había una botella de alcohol en la que ponía "solo para emergencias. No te pases ;)" supongo que cuando no te queda nadie, puedes refugiarte en el alcohol. En la bolsa, los platos estaban enumerados por días, el de hoy era un plato de "Borsch", una sopa de remolacha caliente con carne, patatas y demás, que estaba realmente deliciosa. Tomé con ella un vaso de sbiten que para el frío que hacía hoy no estaba nada mal.
Al terminar de comer, amontoné los platos sucios en una esquina y me enjuagué la boca con agua para dar por terminada esta comida.
Me senté en la cama y me empecé a desvestir para ponerme el pijama y dormir algo de siesta porque me dolía bastante la cabeza. Doblé toda la ropa y me tumbé en la cama. Justo cuando apagué la luz sonó el timbre de casa. "¿Vive aquí Karin Olsson?" preguntaba alguien al otro lado de la puerta. Resultó ser el cartero con dos paquetes para mí. Uno era un nuevo volumen de la revista de modales para señoritas a la cual me habían suscrito al decidir mi condena. No me hacían ni pizca de risa esas revistas, pero no estaba obligada a leerlas. Así que tan solo las amontoné debajo de mi cama.
En el otro paquete había ropa interior femenina de varios tipos. Cada uno incluía una tarjeta en la que debía marcar mi talla de cada una, ropa interior, inferior y superior. La semana que viene pasarían a recoger las tarjetas, por lo que las guardé en mi mesilla. La ropa interior, más que ropa interior para el día a día parecía lencería cara, algo vulgar para mi gusto. Eran de colores normales eso sí, blancos, gris, beige... lo típico. Supongo que esto era lo que faltaba del uniforme.
Tras esta algo extraña sorpresa tan solo me sacó un poco de onda, pero igualmente los regalos son siempre bienvenidos. Puse todo bajo la cama y esta vez sí, me fui a dormir una reparadora y larga siesta que me sacara de la resaca de una vez.
En esta siesta me adentré en un sueño bastante enigmático y difícil de entender. Me vi a mí misma caminando por un laberinto interminable con pasillos estrechos y oscuros que se retorcían y giraban en múltiples direcciones. Cada paso que daba estaba lleno de inquietud, como si una fuerza invisible me persiguiera susurrándome al oído en un idioma que no podía entender. A medida que avanzaba me encontraba puertas y pasadizos cerrados, parecían imposibles de superar. Entonces, llegué a un punto en el que el laberinto se dividía en dos, dos caminos de los que no podía ver el final. Esa voz que me susurraba al oído me decía que debía elegir sabiamente y una corazonada me decía que uno de ellos me llevaría a la salida del laberinto.
La voz me indicaba que tomara el de la izquierda, mientras que mi interior me decía que tomara la decisión por mi misma y eligiera el de la derecha. Con el corazón latiendo con fuerza en el pecho, sabía que era todo o nada, que debía arriesgar todo para salir o quedarme allí por siempre. Cerré los ojos y decidí hacerle caso a la voz que me había guiado todo este tiempo sin que lo supiera y giré a la izquierda.
Anduve un poco y al final, una sombra de pie me esperaba paciente. La voz me dijo tan solo que me quedara ahí parada mirándole. En toda la oscuridad de la sombra, se abrieron dos ojos de color azul, azul paz. La sombra se inclinó para abrazarme mientras yo me sumergía en el color de sus ojos y su cálido abrazo. En el punto de mayor calidez del abrazo, sentí como algo frío me tocaba la espalda. Me quedé sin habla cuando sentí aquel puñal atravesar mi piel como si de mantequilla se tratase. Miré a mi pecho y emanaba sangre de él, no paraba de salir. Busqué ayuda en los ojos de la sombra, que estaban cerrados e inexistentes, así que tan solo me desvanecía entre mi sangre.
Desperté con un sudor frío recorriendo mi cuerpo y sintiendo como el corazón se me salía del pecho. ¿Qué había sido ese sueño?
Miré el reloj, el cual marcaba que era de madrugada. Intenté conciliar de nuevo el sueño, estando más incómoda que nunca, me costaba entenderlo pero sabía que quería decir algo.

Entre cartas y secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora