Corrí, lejos muy lejos de allí. Mientras huía, podía sentir el latido acelerado de mi corazón resonando en mis oídos, impulsándome a correr más rápido, con cada paso sintiendo el peso de la culpabilidad y el dolor del pasado. Pero detrás de mí, escuchaba los pasos apresurados de mi madre, como un eco constante de mi propia angustia. Me sentía atrapada en una carrera contra el tiempo, una lucha interna entre el deseo de escapar y la necesidad de enfrentarme a el pasado.
Cada vez que miraba hacia atrás, podía verla allí, persiguiéndome con determinación, con una mirada llena de furia y resentimiento. Era como si cada paso que daba, cada movimiento que hacía, solo alimentara su ira y su sed de venganza. Pero yo seguía corriendo, impulsada por el miedo y la desesperación, sin detenerme a pensar en las consecuencias de mis acciones.
Finalmente, encontré un callejón oscuro y estrecho donde pude esconderme, respirando agitadamente mientras intentaba recuperar el aliento. Pero sabía que no podía quedarme allí para siempre, que tarde o temprano tendría que enfrentarme a mi madre y a todo lo que eso significaba. Una voz familiar me llamó la atención para que me adentrara en el callejón, "si quieres morir, ignora mi voz" eso es lo que oí, ingenua de mí, eso hice. La oscuridad envolvía el callejón estrecho mientras mis pasos resonaban en el silencio de este. Mis sentidos estaban alerta, cada músculo tenso y preparado para cualquier amenaza que pudiera surgir en la penumbra. Sabía que no podía bajar la guardia, no en este mundo donde la traición acechaba en cada esquina, sobre todo después de lo que acababa de pasar. Mis pasos resonaban en el empedrado con un ritmo constante y determinado, cada uno marcando mi avance implacable hacia mi destino desconocido. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, bombeando adrenalina pura por mis venas mientras me adentraba más y más en las entrañas oscuras de la ciudad.
De repente, una figura emergió de las sombras, moviéndose con sigilo y determinación hacia mí. Mis instintos se dispararon al instante, advirtiéndome del peligro inminente. Antes de que pudiera reaccionar, un destello metálico atravesó el aire y la figura se lanzó hacia mí, con una daga reluciente en su mano.
—Matas a uno de los míos, me matas a mí —susurró cerca de mi oído.
El tiempo parecía ralentizarse mientras todos mis reflejos se activaban instintivamente, mi mano buscando mi arma con la velocidad del rayo. Con un movimiento fluido y preciso, saqué mi pistola de mi cinturón y apunté hacia la figura que se abalanzaba hacia mí. El brillo frío del metal reflejaba la escasa luz del día, iluminando su rostro en un destello fugaz.
No hubo tiempo para dudar, no hubo espacio para la misericordia. Con una calma helada que me sorprendió incluso a mí misma, iba a apretar el gatillo y una sola bala estalló en el callejón. El sonido retumbó en mis oídos mientras la figura cayó al suelo con un golpe sordo, su daga resbaló de sus dedos inertes. Pero yo tenía aún el dedo en el gatillo sin haberlo apretado aún. ¿Quién lo había hecho?
El silencio regresó al callejón, interrumpido solo por el eco lejano de la detonación. Me quedé inmóvil por un momento, observando el cuerpo caído a mis pies con una mezcla de horror y determinación. Sabía que no había hecho esto, que alguien estaba detrás de este asesinato. Lo que tenía que hacer era protegerme a mí misma. Si había sido capaz de matar a esa persona, también lo haría conmigo.
Con un suspiro pesado, guardé mi arma y me alejé del callejón, dejando atrás el rastro de sangre y muerte. Al salir, un silbido hizo darme la vuelta. Una mujer bien vestida guardaba su arma en un cinturón de su pierna. Se acercó hacia mí, mientras yo estaba completamente inmóvil, sin saber si huir o parar. Decidí quedarme, al fin y al cabo ella me había salvado la vida ¿Por qué me la iba a quitar ahora?
—Anastasia Volkova-me tendió la mano- de nada.
—Gracias —titubeé—perdona pero, ¿Quién eres?
—Sicaria a sueldo, aunque esto es más bien un favor que te debo, bueno debemos. Irina nos avisó de que te cuidáramos con especial trato tras la fiesta de Katherine.
—Buenas días, vecina. —me saludó mi vecina Olga.
—No sé como agradeceros esto.
—Has hecho bien entrando en ese callejón —decía Anastasia con una voz serena— habría sido más difícil matarlo a luz del día.
—¿conoces a este tipo? —preguntó Olga.
Me acerqué a él y Anastasia me alumbró como un mechero mientras encendía un cigarro. Cuando vi su cara me quedé de piedra ¿era Sergei, el del centro de menores?
—Saca su documentación del bolsillo de su chaqueta.
Como Anastasia ordenó, lo hice. En él había una cartera con su pasaporte y carnet de indentidad, exactamente, él era Sergei. Pero también había una tarjeta blanca y roja en la que ponía "Orden SS" y esas palabras ya las había leído antes.
—¿Qué es la orden SS? —cuestioné.
—Mejor no lo sepas, porque cuando lo hagas, no pararán hasta matarte...— respondió Olga— te llevaremos a algún lugar seguro, ¿a donde ibas?
—A casa de Erick Williams.
—Erick... bueno, sube al coche.
El camino a casa de Erick fue una mezcla de tensión y nerviosismo. Mientras nos deslizábamos por las calles de la ciudad, el silencio se convirtió en nuestro acompañante más fiel, interrumpido solo por el suave murmullo del motor y el viento que entraba por la ventana y ondeaba la larga melena rubia de Olga.
Anastasia conducía con determinación, su rostro permanecía impasible, oculto bajo la sombra de una identidad probablemente falsa. Sentada detrás, me sentía como en una burbuja de incertidumbre, rodeada por la oscuridad y la inquietante sensación de peligro que emanaba de cada rincón de la ciudad.
A medida que avanzábamos,el día le daba color a los árboles y a los edificios que formaban la ciudad. Pero en medio de esa belleza efímera, había una sensación persistente de amenaza latente, como si en cualquier momento pudiéramos ser emboscados por el peligro que acechaba en las sombras.
A pesar de mis temores, también sentía una extraña sensación de libertad, como si en ese momento estuviera dejando atrás todas mis preocupaciones y miedos. Era como si el viento que soplaba por la ventana llevara consigo el peso de mis preocupaciones, dejándome libre para enfrentarme a lo que fuera que el destino tuviera reservado para mí al final del camino.
Al llegar a casa de Erick, me despedí de Anastasia y Olga con un gesto de agradecimiento y una breve sonrisa. Bajé del coche con cautela, sintiendo el frío de la mañana acariciar mi piel y el suelo helado bajo mis pies. El aire estaba impregnado de una quietud casi palpable, como si el mundo entero estuviera suspendido en un momento de calma tensa.
Observé cómo el coche se alejaba lentamente, desapareciendo en la claridad del día, llevándose consigo a las dos mujeres misteriosas que habían sido mi escolta en este viaje lleno de peligros y secretos. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras contemplaba su partida, preguntándome qué destino les aguardaba más allá de las sombras.
Con un suspiro, me dirigí hacia la puerta de la casa de Erick, sintiendo la anticipación y el nerviosismo burbujeando en mi interior. Sabía que lo que me esperaba al otro lado de esa puerta podía cambiar el curso de mi vida para siempre.
Toqué la puerta de Erick con manos temblorosas, sintiendo la ansiedad y la determinación palpitar en mi pecho. El sonido hueco de mis nudillos golpeando la madera resonó en el aire quieto de la noche, y apenas unos segundos después, la puerta se abrió lentamente, revelando la figura de Erick en el umbral. Sus ojos oscuros me miraron con una mezcla de sorpresa y preocupación, como si intuyera que algo importante estaba a punto de suceder.
Me recibió con una sonrisa amistosa, pero pude percibir la tensión en sus gestos, la manera en que sus dedos se aferraban ligeramente al borde de la puerta. Sin embargo, no hubo palabras de bienvenida, solo un gesto silencioso que me invitaba a entrar en su mundo una vez más.
Con alivio, crucé el umbral y me adentré en la calidez reconfortante de la casa de Erick, dejando atrás el frío y las sombras que me habían perseguido durante tanto tiempo. Sabía que este era solo el comienzo de un nuevo capítulo en mi vida y, aunque el futuro seguía siendo incierto, al menos ahora tenía a alguien en quien apoyarme mientras navegaba por las aguas turbulentas del destino.
Estar en casa de Erick fue un torbellino de emociones para mí. Después del enfrentamiento con mi madre, necesitaba desesperadamente un refugio, y él me ofreció ese santuario. Sentía gratitud por su amabilidad y apoyo en un momento tan difícil pero, al mismo tiempo, me invadía una sensación de inquietud y vulnerabilidad al estar en un lugar extraño, rodeada de personas cuyas verdaderas intenciones desconocía.
Anhelaba respuestas sobre muchas cosas, tal vez demasiadas, pero me debatía entre mi determinación y el temor y la confusión que me abrumaban. La presencia de Erick me reconfortaba en cierto modo, pero al mismo tiempo sembraba semillas de duda sobre quién era digno de confianza en medio de un entorno tan turbio y peligroso. Me sentía agotada emocionalmente y físicamente. Cada paso que daba parecía pesar el doble, como si arrastrara el peso de todas mis preocupaciones y angustias. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho a un ritmo anormal, como lo había hecho estos últimos días.
Al llegar al salón, me dejé caer en el sofá con un suspiro de alivio, sintiendo el tacto suave y reconfortante del tejido bajo mis manos temblorosas. Cerré los ojos por un momento, tratando de calmar mi mente frenética y encontrar un poco de paz en medio del caos que me rodeaba.
Levanté la mirada y el aspecto que Erick tenía me dejó de piedra. Estaba pálido, sus manos temblaban mientras cogía una silla para tratar de explicar algo que un nudo en su garganta no le dejaba soltar. Me dejó de preocupar todo lo que acababa de pasar y moría por saber qué era lo que le pasaba, ¿por qué estaba así?
Erick se encontraba sentado en el sofá de su sala de estar, con la mirada perdida en el vacío, mientras su mente daba vueltas tratando de procesar todo lo que había sucedido en los últimos días. Sus manos temblaban ligeramente, revelando la tensión que sentía en su interior. El estrés y la ansiedad se reflejaban en su rostro, marcado por líneas de preocupación que antes no estaban presentes.
El ambiente a su alrededor era tenso y cargado de una energía pesada, como si la carga del mundo reposara sobre sus hombros. El silencio reinaba en la habitación, solo interrumpido por el suave zumbido de la lámpara de pie que se mecía ligeramente con el movimiento del aire. Cada tic-tac del reloj de pared resonaba en sus oídos como un recordatorio constante del paso inexorable del tiempo.
Erick se pasaba una mano por su cabello desordenado color rubio oscuro con un gesto nervioso que denotaba su agitación interna. Cerró los ojos por un momento, tratando de encontrar algo de calma en medio del caos que se había apoderado de su vida. Sin embargo, no importaba cuánto lo intentara, no podía apartar de su mente mi imagen en peligro, ni la sensación de culpa que lo consumía.
Cada intento de encontrar una solución parecía conducirlo a un callejón sin salida, dejándolo aún más frustrado y desesperado. Se sentía atrapado en una espiral descendente de preocupación y miedo, incapaz de ver una salida clara. Pero a pesar de todo, seguía luchando, aferrándose a la esperanza de encontrar una forma de huir de esta vida que poco a poco lo mataba.
Con un suspiro pesado, Erick abrió los ojos y se levantó del sofá, decidido a encontrar una solución. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, pero su determinación era firme. Se dirigió hacia la ventana y contempló el paisaje exterior, buscando algo de claridad en medio del caos emocional que lo rodeaba.
El sol brillaba en lo alto del cielo, iluminando el tranquilo vecindario con su cálido resplandor. Las hojas de los árboles se mecían suavemente con la brisa matutina, creando un suave murmullo que llenaba el aire. Era un día hermoso, pero, para Erick, el paisaje idílico solo servía para resaltar la oscuridad que se cernía sobre él.
Se giró y caminó hacia la cocina, donde preparó una taza de café con manos temblorosas. El aroma rico y dulce lo envolvía, trayendo consigo un pequeño rayo de esperanza en medio de la tormenta. Se sentó en la mesa y tomó un sorbo, dejando que el calor del líquido le animara el alma.
Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de calmar los latidos acelerados de su corazón. Sabía que tenía que mantener la calma y la compostura, especialmente ahora que las cosas se estaban poniendo aún más peligrosas. Él se había ganado mi confianza y no me defraudaría, ¿no?
Después de un momento de reflexión, Erick se sentó a mi lado y me miró a los ojos con un brillo de preocupación. Entonces abrió la boca por primera vez en esos eternos minutos.
—No nos queda tiempo, pensaba que nos dejarían más margen...—dijo con ese tono preocupante suyo que me mata.
—¿Tiempo, margen? ¿de qué hablas Erick?
—Nos están buscando Karin, ahora a los dos.
—Deja los secretos a un lado y ve al grano, si nos queda poco tiempo —exigí— dime quienes nos buscan.
—¿Has oido hablar de la Orden SS?
—Sí...—un escalofrío me recorrió el cuerpo.
—La Orden SS, desde mi perspectiva, es como una neblina densa que se cierne sobre todo lo que toca. Es una presencia ominosa, siempre acechando en las sombras, lista para manifestarse cuando menos lo esperas. Sus miembros son como fantasmas, moviéndose sigilosamente entre la gente común, pero siempre con un propósito oscuro y sin escrúpulos —empezó a describirla y dar su opinión—. Para mí, la Orden SS representa el lado más oscuro de la sociedad, una enfermedad que corroe los cimientos de la civilización. Son maestros en el arte de la manipulación y la coerción, capaces de doblegar a cualquier persona o institución a su voluntad. Su influencia se extiende como una telaraña, atrapando a aquellos que se atreven a desafiar su autoridad. Lo más aterrador de la Orden SS es su falta de compasión y su sed de poder. No les importa el sufrimiento que causan ni las vidas que destruyen en su camino hacia el dominio absoluto. Son como depredadores al acecho, esperando el momento adecuado para atacar y devorar a su presa.
—Joder... ¿y esa gente nos busca?
—Te buscaban a ti por matar a Igor, pero ahora nuestras cabezas tienen precio —suspiró fuertemente.
—¿Y la tuya por que? —le cuestioné.
—Tan solo hablar contigo es pena de muerte, por cierto ¿Donde has dejado las cartas? —respondió.
—En casa...
—Mierda, ahora sí que estamos jodidos. Ahora saben todo eso...
—Vale, pero espera un momento ¿por qué debo confíar en ti? es algo que me llevo preguntando desde que... —unos golpes en la puerta silenciaron mi voz.
En un principio, cuando escuché el golpe en la puerta, no tenía ni idea de quiénes podrían ser los visitantes. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras intercambiaba miradas con Erick, tratando de descifrar la expresión en su rostro. Mis pensamientos se agitaron en un torbellino de incertidumbre y ansiedad, tratando de anticipar quién podría estar al otro lado de esa puerta.
Al acercarnos a la entrada, la tensión se volvió palpable, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad. Las palabras de Erick resonaban en mi mente, recordándome los peligros que acechaban en las sombras de nuestro mundo. Pero a pesar de mis temores, una parte de mí se aferraba a la esperanza de que todo fuera una simple visita inesperada, una casualidad en medio del caos de nuestras vidas.
Sin embargo, cuando Erick abrió la puerta y contempló a los oscuros sicarios de la Orden SS de pie en el umbral, mi corazón dio un vuelco en el pecho. La visión de esos hombres sombríos, con sus gestos duros y su aura intimidante, me dejó sin aliento. En ese momento, supe que estábamos enfrentándonos a algo mucho más peligroso de lo que habíamos imaginado.
El miedo se apoderó de mí mientras observaba a los sicarios, incapaz de apartar la mirada de sus ojos fríos y despiadados. Una sensación de vulnerabilidad me envolvió, recordándome lo frágil que era nuestra existencia en medio de la oscuridad que amenazaba con engullirnos. A medida que se desarrollaba la escena ante mis ojos, una inquietante certeza se apoderó de mi mente: estábamos en peligro, y no había vuelta atrás.
En el tenso silencio, el susurro del viento se mezclaba con el latido acelerado de mi corazón, mientras esperaba en la oscuridad, lista para el combate que sabía inevitable. Cada sombra parecía esconder a un enemigo invisible, cada rincón oscuro ocultaba el peligro acechante, y mis sentidos estaban alerta, agudizados por el miedo y la anticipación.
Los minutos se extendían como horas interminables, el tic-tac del reloj marcaba el paso del tiempo con una lentitud tortuosa. Cada segundo era una eternidad de espera angustiosa, preguntándome cuándo llegaría el momento en que el silencio sería roto por el estruendo de la violencia desatada.
Y entonces, como un eco lejano de un destino inevitable, el sonido de pasos resonó en la distancia, cada pisada se escuchaba en mi mente con una claridad ominosa. Mis músculos se tensaron, mi respiración se volvió superficial, y el mundo se redujo a un túnel estrecho de concentración intensa mientras me preparaba para lo que estaba por venir.
Cuando finalmente los sicarios de la Orden SS emergieron de las sombras, fue como si el mundo entero estuviera suspendido en un silencio expectante. El destello frío del acero de sus armas brillaba a la luz de la mañana, sus rostros estaban ocultos tras máscaras de crueldad implacable. Cada movimiento era un ballet mortal de coordinación letal, cada gesto un recordatorio brutal de la amenaza que representaban.
Mis manos temblaban ligeramente mientras agarraba mi arma con firmeza, mi mente zumbaba con una determinación feroz. No había lugar para la duda, no había margen para el error. Era ahora o nunca, el momento de enfrentar mi destino con valentía y determinación, sin importar las consecuencias.
Con el corazón en la garganta, me lancé hacia adelante en un torbellino de acción: cada paso llevándome más cerca del peligro mortal que se cernía sobre nosotros. Cada encuentro era una danza mortal de acero y sangre, cada golpe y cada corte una prueba de nuestra voluntad de sobrevivir en un mundo tan cruel y despiadado.
El rugido ensordecedor de la batalla llenaba mis oídos, el olor metálico de la sangre llenaba mis fosas nasales, y en medio de todo eso, encontré una fuerza que nunca supe que poseía. Con cada golpe, cada esquive, cada movimiento calculado, me aferraba desesperadamente a la esperanza de un mañana mejor, donde la paz reinaría una vez más sobre una tierra asolada por la guerra.
Mis sentidos estaban en alerta máxima, cada fibra de mi ser se preparaba para un enfrentamiento que sabía inevitable.
De repente, emergió de las sombras un sicario de la Orden SS y su presencia intimidante cortaba el aire con una sensación de amenaza mortal. Sus ojos brillaban con la promesa de violencia, su arma apuntando directamente hacia mí con una precisión letal. En ese momento, el tiempo pareció detenerse, el silencio llenando el aire con una tensión insoportable.
Mis dedos se aferraron con fuerza al mango de mi arma, la determinación ardiente en mi pecho ardiendo con una intensidad imparable. Con un movimiento fluido y rápido, desaté una ráfaga de disparos hacia mi enemigo; cada bala fue como un rayo de luz en la oscuridad que amenazaba con devorarme.
Pero el sicario era ágil y escurridizo, esquivando mis balas con una agilidad felina mientras se abalanzaba hacia mí con ferocidad implacable. Sus movimientos eran como un torbellino de violencia desatada, cada golpe un recordatorio brutal de la amenaza que representaba.
Me encontré luchando por mantenerme un paso adelante; mi corazón martilleaba en mi pecho con una fuerza frenética. Cada vez que intentaba contraatacar, el sicario parecía anticipar mis movimientos con una precisión asombrosa, sus ataques estaban cada vez más cerca de alcanzar su objetivo mortal.
En un momento de desesperación creciente, cuando parecía que todo estaba perdido, surgió Erick de las sombras; su presencia era como un rayo de esperanza en medio de la oscuridad. Con un movimiento rápido y certero, desató una lluvia de balas hacia el sicario. Cada disparo era un golpe mortal contra el enemigo que amenazaba con destruirnos.
Y entonces, en un destello de fuego y humo, el sicario cayó al suelo con un gemido ahogado; su vida extinguiéndose en un susurro final de derrota. El alivio inundó mis sentidos mientras me dejaba caer al suelo. Mi respiración se agitaba y mi corazón aún latiendo con una fuerza frenética.
Pero antes de que pudiera recuperarme por completo, otro sicario emergió de las sombras, su presencia era como una sombra acechante en la oscuridad. Con un rugido de furia, se abalanzó hacia mí con un cuchillo en mano. Su objetivo era claro: acabar con mi vida de una vez por todas.
El pánico se apoderó de mí mientras luchaba por defenderme y cada golpe del sicario era como un golpe contra mi esperanza de sobrevivir. Sentí el frío filo del cuchillo rozar mi piel, la promesa de muerte acechando en cada movimiento de su mano.
El sonido de los disparos resonaba en mis oídos como un eco distante, mientras luchaba desesperadamente por mantenerme en pie en medio del caos que nos rodeaba. El sicario, caído a mis pies, era solo el primero de muchos, y sabía que nuestra batalla aún no había terminado.
Con el corazón latiendo furiosamente en mi pecho, escaneé frenéticamente el salón en busca de cualquier señal de peligro inminente. Pero antes de que pudiera reaccionar, una sombra se abalanzó sobre mí desde la oscuridad, su mano se aferraba con fuerza al arma que apuntaba directamente a mi cuello.
Un grito de sorpresa y terror se ahogó en mi garganta mientras me tambaleaba hacia atrás. Mis pies resbalaban en el claro suelo de mármol blanco. Mi mente gritaba de pánico, cada instinto en mí clamaba por luchar por mi vida.
Pero antes de que pudiera reaccionar, la sombra se materializó en una figura ominosa, su rostro oculto tras una máscara de oscuridad. Sus ojos brillaban con una ferocidad implacable, su presencia como un espectro de muerte en medio de la noche.
"¿Quién eres tú?". Mi voz temblaba con un miedo que amenazaba con consumirme por completo, mientras luchaba por mantener la compostura frente a mi captor desconocido.
La figura no respondió, su agarre en el arma solo apretándose con más fuerza contra mi piel vulnerable. Sentí el frío metal del cañón presionando contra mi carne, la promesa de la muerte acechando en cada centímetro de su presencia amenazante.
Con el corazón latiendo furiosamente en mi pecho, cerré los ojos con fuerza, mi mente girando con una cascada de pensamientos frenéticos. Sabía que esta batalla era una cuestión de vida o muerte, y estaba decidida a luchar hasta el último aliento para sobrevivir.
El aliento escapaba de mis labios en ráfagas agitadas, mi pecho subiendo y bajando con cada inhalación temblorosa. Cada latido de mi corazón parecía resonar en mis oídos como un eco ensordecedor, un recordatorio constante de la frágil línea entre la vida y la muerte en la que estábamos suspendidos.
Cada segundo se estiraba hasta la eternidad, el tiempo disminuyendo a un rastro de agonía lenta mientras esperaba el golpe final. El frío metal contra mi piel se sentía como una sentencia de muerte, la amenaza de la violencia inminente colgando en el aire como una maldición sin nombre.
El silencio se cernía sobre nosotros como un manto oscuro, solo roto por el eco distante de la batalla que aún rugía en las calles circundantes. Mis sentidos estaban en alerta máxima, cada nervio en mi cuerpo zumbando con una energía eléctrica que amenazaba con desbordarse en cualquier momento.
Y entonces, en un instante eterno suspendido en el tiempo, sucedió.
Un destello de movimiento, tan rápido que apenas pude seguirlo, y luego el estallido ensordecedor de un disparo. El sonido parecía vibrar en mi cabeza, resonando como un trueno en la noche, mientras una ola de alivio inundaba mi ser.
Mis ojos se abrieron de par en par, encontrando a mi salvador en la figura de Erick, su rostro enmascarado por una expresión de determinación feroz. El arma en su mano temblaba ligeramente, su aliento escapando en un susurro tenso mientras me miraba con ojos ardientes.
Su figura era un torbellino de movimiento, un guerrero en la noche cuya presencia llenaba el callejón con una energía feroz y una determinación indomable. Pude ver el destello de acero en su mano, el brillo mortal de un arma lista para la batalla, y su sola presencia me infundió con un coraje que no sabía que poseía.
Un grito rasgó el aire, un desafío que resonó en las paredes del callejón como un eco distante. Era el sicario, su voz llena de malicia y desprecio mientras se abalanzaba hacia nosotros con una ferocidad salvaje. Pero Erick no retrocedió, no vaciló ante la amenaza que se cernía sobre nosotros. En su lugar, se mantuvo firme, sus ojos ardientes con una determinación feroz que desafiaba al mismísimo destino.
La batalla estalló a nuestro alrededor, una sinfonía caótica de metal contra metal, cuerpos chocando en la oscuridad como titanes en la tormenta. Cada movimiento era una danza mortal, cada golpe una declaración de guerra en un mundo lleno de sombras y secretos oscuros. Y en medio de la tormenta de violencia, yo era solo una pieza en un juego mucho más grande, una peón en una partida que trascendía mi comprensión.
Un suspiro escapó de mis labios, el alivio inundando mi ser como una marea. A pesar del peligro que aún nos rodeaba, me sentí protegida por primera vez desde que comenzó esta pesadilla interminable. Erick era mi guardián, mi defensor en un mundo lleno de sombras y peligros insondables.
El sicario enmascarado retrocedió ante la determinación de Erick, su presencia ominosa desvaneciéndose en la oscuridad como un espectro de la noche. Por un momento, el tiempo pareció detenerse, suspendido en el aire como si el universo mismo contuviera la respiración.
Y luego, con un susurro apenas audible, la sombra desapareció en la noche, dejándonos solos en este lugar oscuro una vez más. Mis ojos se encontraron con los de Erick, una conexión silenciosa entre nosotros que trascendía las palabras.
En ese momento, supe que éramos más que simples aliados en esta guerra implacable. Éramos compañeros de armas, unidos en una lucha por la supervivencia que nos había llevado al borde del abismo y más allá.
Mientras luchábamos contra los sicarios, cada movimiento estaba cargado de una tensión que trascendía el caos que nos rodeaba. Cada mirada furtiva, cada roce accidental de nuestras manos, despertaba una corriente eléctrica de conciencia que se extendía por nuestros cuerpos, una chispa de conexión que amenazaba con desatar un fuego ardiente.
En medio del fragor de la batalla, nuestros cuerpos se movían en sincronía, cada movimiento era calculado y preciso, pero también imbuido de un deseo contenido. Podía sentir la respiración entrecortada de Erick cerca de mí, el calor de su cuerpo rozando el mío con cada movimiento fluido. Cada golpe que lanzábamos, cada esquiva que hacíamos, era como un baile frenético y sensual, una danza de vida y muerte que nos unía en una danza peligrosa.
Pero más allá de la lucha por nuestras vidas, había un deseo más profundo que ardía entre nosotros, un anhelo que nos consumía incluso en medio del caos. Cada mirada cargada de deseo, cada roce fugaz, alimentaba el fuego que ardía dentro de nosotros, avivando las llamas de la pasión prohibida.
Y mientras el calor de la batalla nos envolvía, nuestros cuerpos se acercaban cada vez más, atrapados en una espiral de deseo y lujuria. Cada contacto era como una descarga eléctrica que nos hacía temblar de anticipación, cada susurro de aliento era como una caricia en la piel que nos dejaba anhelando más.
En medio del caos y la violencia, nos encontramos atraídos el uno hacia el otro como imanes, nuestros corazones latiendo al unísono en un frenesí de pasión y deseo. Y mientras luchábamos por sobrevivir, también luchábamos contra la creciente marea de lujuria que amenazaba con arrastrarnos hacia el abismo del deseo prohibido, aunque tal vez eran sensaciones que solo yo tenía.
Me encontraba en medio de una danza mortal, con cada movimiento calculado como si fuera una partitura que debía ejecutar a la perfección para sobrevivir. Cada golpe evitado, cada contraataque, era un acto de pura supervivencia en un escenario teñido de violencia y caos.
Los sicarios avanzaban hacia mí con una determinación feroz, sus rostros desfigurados por la sed de sangre y la sed de venganza. Sus armas relucían en la tenue luz, prometiendo un destino sombrío si no lograba mantenerme un paso adelante.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, bombeando adrenalina a través de mis venas y agudizando mis sentidos hasta el límite. Cada respiración era un recordatorio constante de mi fragilidad, de lo cerca que estaba de la muerte en cada momento que pasaba.
De repente, un sicario se abalanzó sobre mí con un cuchillo en mano, su silueta oscura recortada contra el brillo mortecino de la luna. Instintivamente, levanté mi arma para defenderme, pero su fuerza era abrumadora, empujándome hacia atrás con un golpe brutal.
El impacto me arrojó al suelo con un estrépito sordo, el dolor estallando en mi cuerpo como un torrente de fuego. Sentí el frío acero del cuchillo presionando contra mi piel, cortando la carne con una ferocidad implacable y prometiendo un final rápido y violento.
El miedo se apoderó de mí, envolviéndome en una niebla de pánico y desesperación. Cada fibra de mi ser clamaba por la supervivencia, por encontrar una salida de este laberinto de muerte y destrucción en el que me encontraba atrapada.
En medio de la oscuridad y el caos, busqué desesperadamente una oportunidad de escape, una grieta en la armadura de mi enemigo que pudiera aprovechar. Mis dedos se cerraron en torno al mango de mi arma caída, sintiendo su peso familiar en mis manos y la promesa de protección que ofrecía.
Con un esfuerzo sobrehumano, logré levantar el arma y apuntar hacia mi atacante, mi pulso tembloroso pero firme. Mis ojos se encontraron con los suyos, reflejando el terror y la determinación que ardía en lo más profundo de mi ser.
El grito del disparo rompió el silencio de la noche, resonando en mis oídos como un eco de redención y liberación. Vi el estallido de sorpresa en el rostro del sicario antes de que cayera al suelo, su vida extinguiéndose en un susurro de agonía y derrota.
El alivio inundó mi cuerpo, mezclado con una oleada de emociones turbulentas que amenazaban con ahogarme. Me puse de pie temblorosa, las piernas apenas sosteniéndome mientras buscaba a Erick entre la oscuridad que nos rodeaba.
Después de todo el caos y la violencia, me encontraba en un estado de agotamiento físico y emocional que amenazaba con arrastrarme hacia las profundidades más oscuras de la desesperación. Mi corazón aún latía con fuerza en mi pecho, bombeando adrenalina a través de mis venas y manteniéndome alerta ante cualquier nueva amenaza que pudiera surgir.
Aunque había logrado sobrevivir al enfrentamiento con los sicarios, la magnitud de lo que acababa de experimentar comenzaba a hacerse sentir con fuerza. Mis manos temblaban ligeramente mientras intentaba controlar la oleada de emociones que amenazaba con abrumarme por completo.
Una sensación de incredulidad se apoderó de mí, como si estuviera en medio de un sueño del que no podía despertar. Había visto de cerca la cara de la muerte y había luchado contra ella con todas mis fuerzas, pero el precio que había pagado había dejado una marca indeleble en mi alma.
El miedo seguía acechando en las sombras de mi mente, recordándome lo frágil que era la vida y lo fácil que era perderla en un abrir y cerrar de ojos. A pesar de mi valentía en el enfrentamiento, me sentía vulnerable y expuesta, como si en cualquier momento pudiera ser arrastrada de nuevo al abismo del peligro.
Pero también había un destello de determinación en lo más profundo de mi ser, una chispa de fortaleza que se negaba a rendirse ante las adversidades. Había sobrevivido a la pelea, había demostrado mi capacidad para enfrentar los desafíos más oscuros y salir victoriosa.
El abrazo de Erick me envolvía con una sensación de seguridad y calidez, como si todo el mundo exterior se desvaneciera y solo quedáramos él y yo, unidos en nuestro vínculo de confianza y protección mutua. Mis temblores se calmaban lentamente bajo su contacto reconfortante, y por un momento, todo parecía estar en paz.
Sin embargo, esa paz se vio interrumpida abruptamente cuando la puerta se abrió de golpe y Hemlock entró en la casa. Su presencia irrumpió en el espacio, llenando el aire con una tensión palpable que cortaba como un cuchillo afilado. Sentí que mi corazón se aceleraba ante su llegada, como si de repente el peligro se hubiera materializado frente a nosotros.
La expresión en el rostro de Hemlock era un enigma, un velo de seriedad y preocupación que apenas ocultaba el torrente de emociones que se agitaban debajo de la superficie. Sus ojos recorrieron la habitación con una intensidad penetrante, como si estuviera evaluando cada detalle en busca de alguna señal oculta.
Erick se puso tenso a mi lado, sus brazos apretándome con más fuerza como si intentara protegerme de lo que fuera que estuviera por venir. Su mirada se encontró con la mía por un instante, y pude ver la determinación en sus ojos mientras se preparaba para lo que sea que Hemlock tuviera que decir.
El silencio se prolongó por un momento tenso, llenando el espacio con una sensación de anticipación casi palpable. Entonces, finalmente, Hemlock rompió el silencio con una voz grave y cargada de significado. Hemlock irrumpió en la habitación con una mirada grave, sus ojos oscuros centelleando con urgencia mientras dirigía su atención hacia nosotros. Su voz resonó en la habitación, tensa y llena de determinación.
—Tenemos un problema, —declaró, su tono sin rodeos dejando claro que la situación era seria—. La Orden SS ha puesto sus ojos en ti, Karin. Parece que han seguido tu rastro hasta aquí.
La noticia cayó como un cubo de hielo en el estómago, dejándome sin aliento mientras absorbía la gravedad de sus palabras. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, sabiendo que estábamos en peligro inminente.
Erick apretó sus brazos a mi alrededor, su presencia reconfortante a pesar de la tensión que llenaba la habitación. Sus ojos encontraron los míos, compartiendo una mirada de determinación silenciosa mientras asimilábamos la situación juntos.
—Necesitamos un plan, —continuó Hemlock, su voz era firme mientras se enfrentaba al desafío que teníamos por delante—. No podemos permitir que la Orden SS nos acorrale. Debemos actuar con rapidez y decisión si queremos salir de esta con vida.
El peso de sus palabras se instaló en el aire, dejando claro que no había margen para el error. Sabíamos que estábamos en una situación peligrosa, y que debíamos trabajar juntos si queríamos tener alguna esperanza de sobrevivir a lo que se avecinaba. Una mirada de Hemlock me indicó que tenía que hablar con Erick y les di via libre para charlar lo que hiciera falta.
Mientras me alejaba de la habitación, sentí el corazón latir con fuerza en mi pecho, agitado por la intensidad del momento. Cada paso que daba parecía pesar toneladas, cargado con el peso de la preocupación y el miedo que me envolvían.
—Hemlock, ¿qué plan se supone que tienes? —Erick se levantó del suelo.
—Tengo uno, pero viendo lo acaramelados que estáis después de asesinar a yo qué sé cuantos sicarios no sé si te gustará —dijo mientras se colocaba los puños de la camisa.
—¿Qué piensas? ¿tirartela y después encerrarla en el sótano de tu mansión? —encaró a Hemlock—. Venga, preguntale a ella si quiere pasar el resto de sus días atada con cadenas en las manos esperando a que la utilices, hazlo si tienes valor.
—Erick, ¿por que piensas eso? juro que he cambiado con respecto al Hemlock de hace cinco años. Ella me ha hecho cambiar, sus ojos azules, melena pelinegra... no puedo dormir pensando en como cambiar para ser el mejor para ella.
—¿Y debo creerte?
—Confía en mí, pero vas a tener que hacer tú el plan —le dio unas palmaditas en el hombro.
—Tengo uno desde hace tiempo, y nos vendrá bien tu ayuda —le dio un apretón de manos a Hemlock —. Bienvenido, nuevo Hemlock.
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Entre cartas y secretos
Misterio / Suspenso-Capítulo nuevo todos los lunes y viernes - Karin manchó sus manos de una sangre que nunca pensó tocar, pero que ese suceso le llevara más lejos de lo que nunca creyó, fue aún más inesperado. Hemlock fue su salvación, un ángel caído del cielo, su pr...