Dos nombres de mi nueva lista negra/18

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Anastasia y Olga se plantaron con firmeza frente a nosotros, sus rostros inexpresivos apenas revelaban una pizca de emoción. Sus palabras cayeron como un balde de agua fría sobre nuestra conversación, dejándonos helados ante la gravedad de la situación. Rodeados por agentes de la Orden SS, nos dimos cuenta de que estábamos en el ojo del huracán, enfrentándonos a un enemigo implacable que no dudaría en acabar con nosotros si teníamos la más mínima oportunidad de escapar. El destino pendiendo de un hilo en cada decisión que tomábamos. Pero algo tenía claro, había una promesa sin cumplir y dieciocho preguntas por responder, no caería aquí, al menos no lo haría sin luchar, ¿que hay de malo en mancharse las manos de sangre?
La calle era un torbellino de movimiento y conflicto, cada instante una lucha por la supervivencia. Sentía el pulso acelerado en mis venas, la adrenalina bombeando a través de mí mientras enfrentaba a los agentes de la Orden SS con determinación implacable. Junto a mí, Erick era una fuerza imparable, su presencia reconfortante en medio del caos que nos rodeaba.
Cada movimiento era una danza mortal, cada golpe un acto de desafío contra nuestros enemigos. Podía sentir el sudor resbalando por mi frente, mi corazón latiendo con fuerza mientras esquivaba y contraatacaba con todo lo que tenía. No había espacio para el miedo, solo para la determinación de sobrevivir y luchar por lo que creía justo.
Mis sentidos estaban agudizados, cada movimiento de los agentes calculado y respondido con rapidez. Cada golpe que asestábamos era un paso más hacia la victoria, cada obstáculo que superábamos nos acercaba un poco más a la verdad que buscábamos desentrañar.
En medio del caos, mis ojos buscaban a Anastasia y Olga, dos figuras imponentes que se movían con gracia mortal siendo uno más nuestros enemigos. Admiraba su habilidad y su valentía, pero desearía que no estuvieran en nuestra contra. sabiendo que juntos éramos más fuertes, más capaces de enfrentar cualquier desafío que se nos presentara, no entendía por que luchar en contra nuestra cuando podían hacerlo con nosotros.
El sonido de la batalla resonaba en mis oídos, un recordatorio constante de la lucha que estábamos librando. Pero a pesar de la violencia que nos rodeaba, había una sensación de calma en mi interior, una certeza inquebrantable de que no nos rendiríamos, no importaba lo que sucediera.
Y así, con el corazón en la garganta y la determinación como única guía, continué luchando, confiando en que juntos, Karin, Erick, Anastasia y Olga, podríamos enfrentar cualquier desafío que se nos presentara. Porque en medio de la oscuridad, encontramos la luz de la esperanza, guiándonos hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades.
Con el corazón latiendo con fuerza y la determinación como única guía, me lancé hacia adelante con un impulso que venía desde lo más profundo de mi ser. Mis manos se aferraron a Anastasia, empujándola con fuerza hacia el suelo con un grito que brotaba desde lo más profundo de mi alma.
—¡Detente!" —mi voz resonó en el suelo, cargada de desesperación y angustia—. ¡Basta ya! ¿No ves todo el sufrimiento que has causado? ¡No tiene que ser así!
Mis palabras resonaron en el aire, impregnadas de una urgencia desgarradora mientras luchaba por hacerme entender. Miré a los ojos de Anastasia, buscando una chispa de comprensión en su mirada implacable, una señal de que mi mensaje había llegado a su corazón endurecido por la batalla.
Pero en medio del caos y la confusión, mis palabras parecieron perderse en el vacío, ahogadas por el estruendo de la violencia que nos rodeaba. Anastasia se debatió bajo mi agarre, su expresión una máscara de determinación y resistencia mientras luchaba por liberarse de mi control.
A pesar de la lucha frenética que se libraba a nuestro alrededor, me aferré con fuerza a mi convicción de que aún había esperanza para nosotros.
—¡Escucha! —grité una vez más, mis palabras resonando con una intensidad que no conocía límites—. No tienes que seguir este camino. Hay otra opción, otro camino hacia la paz y la redención. ¡Por favor, Anastasia, escúchame!
Mis palabras se desvanecieron en el aire, mezcladas con el clamor de la batalla y el rugido de la guerra. Pero a pesar de la incertidumbre que me rodeaba, seguía aferrándome a la esperanza de que, algún día, Anastasia encontraría la redención que tanto ansiaba, pero si ese día no era hoy, yo no tendría la suerte de conservar mi vida para verlo.
Me encontraba arrodillada sobre el cuerpo de Anastasia, con una rodilla presionando su costado mientras luchaba por mantener el equilibrio. Mis manos temblaban sobre el arma, sosteniéndola con firmeza pero tambaleándose debido a la tormenta emocional que me invadía. Mis ojos se encontraban fijos en los suyos, mientras las lágrimas corrían por mis mejillas, reflejando la angustia y el conflicto que me consumían desde dentro.
Anastasia se retorcía debajo de mí, sus piernas golpeaban mi espalda con fuerza en un intento desesperado por liberarse. Cada golpe era un recordatorio punzante de la realidad brutal que enfrentábamos, una lucha por la supervivencia que no conocía límites. A pesar de mi posición dominante, su determinación no flaqueaba, recordándome que en este mundo cruel, cada uno luchaba por su propia vida.
La tensión en la calle era palpable, cada respiración entrecortada y cada movimiento cargado de significado. En medio de la confusión y el caos, me encontraba atrapada en una encrucijada moral, luchando con la decisión que tenía ante mí. Mientras las lágrimas seguían fluyendo y el peso de la culpa se hacía más pesado en mi pecho, supe que no podía seguir adelante con el acto que había planeado.
Con un suspiro tembloroso, dejé caer el arma a un lado y liberé a Anastasia de mi agarre. El alivio se mezcló con el dolor en mi pecho mientras me alejaba, sabiendo que aunque la batalla había terminado, las cicatrices de nuestra lucha nunca desaparecerían por completo.
El filo del arma temblaba en mi mano, listo para desatar un acto de violencia que cambiaría todo. Pero mientras miraba hacia abajo, hacia los ojos de Anastasia, vi más que un enemigo. Vi a alguien que, como yo, había sido moldeado por las circunstancias, alguien cuyo destino había sido marcado por la oscuridad y la desesperación.
Las lágrimas brotaron de mis ojos, deslizándose por mis mejillas mientras luchaba con mis propias emociones. Mis manos temblaban, incapaces de seguir adelante con el acto que había planeado. Por un instante, me sentí paralizada por la tormenta de sentimientos que me consumían, incapaz de separar la compasión del deseo de justicia.
Mientras tanto, Anastasia se retorcía bajo mi peso, desesperada por liberarse de mi agarre. Sus piernas golpeaban mi espalda con fuerza, cada golpe un recordatorio punzante de la realidad brutal que enfrentábamos. A pesar de mi indecisión, su determinación no flaqueaba, recordándome que en medio del caos, cada uno luchaba por su propia supervivencia.
La lucha interna se libraba en mi interior, una batalla entre el deseo de venganza y la necesidad de compasión. Pero a medida que las lágrimas seguían fluyendo y el peso de la culpa se hacía más pesado en mi corazón, supe que no podía seguir adelante con el acto que había planeado.
Con un suspiro tembloroso, dejé caer el arma a un lado, liberando a Anastasia de mi agarre. El alivio se mezcló con el dolor en mi pecho mientras me alejaba, sabiendo que aunque la batalla había terminado, las cicatrices de nuestra lucha nunca desaparecerían por completo.
El repentino ataque de Olga fue como un relámpago en medio de la tormenta, un movimiento rápido y letal destinado a acabar con todo. Sus ojos ardían con una determinación feroz mientras se lanzaba hacia mí con el arma en mano, su expresión implacable y despiadada.
Con unos reflejos impulsados por el instinto de supervivencia, me moví con rapidez para esquivar su puñalada, sintiendo el aire cortarse peligrosamente cerca de mi pecho mientras me alejaba de su alcance. Mis sentidos estaban en alerta máxima, cada fibra de mi ser enfocada en la batalla que se desarrollaba ante mis ojos.
Olga y yo nos enfrentamos en un torbellino de movimiento y violencia, cada una de nosotras luchando con todas nuestras fuerzas por la victoria. Sus ataques eran rápidos y precisos, cada golpe calculado para incapacitarme. Pero yo no iba a rendirme sin luchar, y respondí con una determinación igualmente feroz, contraatacando con todo lo que tenía.
La habitación se convirtió en un campo de batalla, con nosotros tres enredados en una danza mortal de puñetazos y patadas. Cada movimiento era un acto de desafío, cada golpe un recordatorio punzante de la realidad brutal que enfrentábamos.
A pesar del caos que nos rodeaba, no flaqueé en mi determinación de sobrevivir. Con cada respiración entrecortada y cada golpe que recibía, me aferraba a la esperanza de que algún día encontraría una salida de este laberinto de violencia y desesperación. Y mientras continuaba luchando contra mis adversarias, sabía que no estaba sola en esta batalla, que había fuerzas más grandes en juego que determinarían el resultado final de nuestra lucha.
Mis movimientos eran una coreografía frenética, una danza desesperada entre la vida y la muerte en la que cada paso y cada giro eran cuestión de supervivencia. Con reflejos agudos y una determinación inquebrantable, me movía con la gracia de un felino, siempre un paso adelante de las balas que silbaban a mi alrededor y las hojas afiladas que buscaban mi carne con sed de sangre.
Contra los disparos de los agentes, buscaba cobertura en cada rincón disponible, aprovechando cualquier obstáculo para protegerme del fuego enemigo. Mis pasos eran ágiles y precisos, anticipando cada bala que se acercaba y ajustando mi posición con rapidez para evitar ser alcanzada. Cada latido de mi corazón era un recordatorio constante del peligro mortal que me rodeaba, pero no permitía que el miedo se apoderara de mí, dejándome llevar por la pura instinto de supervivencia.
Cuando me enfrentaba a las puñaladas de Olga y Anastasia, mi agilidad se convertía en mi mejor arma. Esquivaba sus ataques con movimientos casi sobrenaturales, deslizándome fuera del alcance de las hojas afiladas con una rapidez impresionante. Cada movimiento era una danza mortal, una lucha desesperada por mantenerme un paso adelante de mis enemigas y encontrar una oportunidad para contraatacar.
A pesar del peligro constante que me rodeaba, mi determinación era inquebrantable. Cada fibra de mi ser estaba enfocada en la necesidad desesperada de sobrevivir, de salir victoriosa de esta batalla mortal que amenazaba con consumirme. Cada paso, cada esquive, cada contraataque era un acto de resistencia, una afirmación de mi voluntad de luchar hasta el último aliento.
Y mientras continuaba esquivando las balas y las puñaladas que venían hacia mí, sabía que cada movimiento me acercaba un paso más a la salvación, un paso más hacia la luz al final del túnel oscuro y angustiante en el que me encontraba. En medio del caos y la violencia, me aferraba a la esperanza de que algún día encontraría la paz que tanto ansiaba, y seguiría luchando con todas mis fuerzas hasta alcanzarla.
Sus palabras fueron como dagas envenenadas que se clavaron en mi alma, llenándome de dudas y miedo. Sentí cómo mi resistencia se desvanecía, cómo mis fuerzas menguaban bajo el peso de su desprecio. Era como si todo lo que había luchado por mantener se desmoronara ante mí en un instante.
Las palabras de Olga resonaron en el aire con un eco ominoso, cargadas de un poder que heló mis venas y desarmó mi voluntad. Con una voz llena de autoridad y desdén, pronunció unas palabras que cortaron más profundo que cualquier hoja afilada:
"Irina me ha pedido que me disculpe junto a tu cadáver por habernos contado sobre tus puntos más débiles, ahora si. ¿Crees que puedes ganar esta batalla, Karin? Eres débil. Siempre lo has sido. Y ahora, finalmente, es el momento de rendirte ante tu destino."
Sus palabras fueron como dagas envenenadas que se clavaron en mi alma, llenándome de dudas y miedo. Sentí cómo mi resistencia se desvanecía, cómo mis fuerzas menguaban bajo el peso de su desprecio. Era como si todo lo que había luchado por mantener se desmoronara ante mí en un instante.
En un instante, me vi suspendida en el aire, agarrada por el cuello con una fuerza implacable por las manos de Olga. Su agarre era como un grillete de hierro, apretándose cada vez más fuerte a medida que su mirada ardiente se clavaba en la mía. Por un momento, me sentí impotente, atrapada en la telaraña de su poder, incapaz de liberarme de su dominio.
Mientras me sostenía en el aire, cada fibra de mi ser gritaba por liberación, por una oportunidad de escapar de su control. Pero a pesar de mis esfuerzos desesperados, su agarre no flaqueaba, manteniéndome firmemente en su control mientras el tiempo parecía detenerse a nuestro alrededor.
En medio de la oscuridad que me rodeaba, una chispa de determinación seguía ardiendo en mi interior, recordándome que aún no había terminado, que aún había esperanza mientras mi corazón seguía latiendo. Con esa certeza en mente, me preparé para enfrentar lo que sea que el destino tuviera reservado para mí, sabiendo que incluso en mi momento más oscuro, seguía habiendo una luz que me guiaba hacia adelante.
El estruendo del disparo resonó en toda la zona, ensordeciendo el resto de disparos, cortando el aire con una ferocidad que parecía hacer temblar el suelo bajo mis pies. Un destello de incredulidad cruzó mi mente mientras presenciaba la escena, sin poder creer lo que acababa de suceder. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de shock y alivio inundando mis sentidos mientras procesaba la inesperada intervención de Erick.
Olga se tambaleó hacia atrás, su agarre sobre mí aflojándose mientras caía al suelo con un estrépito sordo. La mirada de incredulidad en su rostro se encontró con la mía por un breve momento antes de que el peso de su cuerpo golpeara el suelo con un impacto final. El silencio llenó la habitación, roto solo por el eco lejano del disparo que aún resonaba en mis oídos.
Mis manos temblaban, mi respiración entrecortada mientras procesaba la magnitud de lo que acababa de presenciar. Erick se acercó a mí, su presencia reconfortante a pesar del caos que nos rodeaba. Me miró con ojos llenos de determinación, una pregunta silenciosa en su mirada mientras nos preparábamos para enfrentar lo que sea que el destino tuviera reservado para nosotros.
La sangre de Olga salpicó en un arco carmesí cuando el impacto del disparo la alcanzó, pintando un cuadro macabro en el aire mientras su cuerpo caía al suelo con un estruendo sordo. Por un instante, el tiempo pareció detenerse mientras las gotas carmesíes se esparcían en todas direcciones, manchando el suelo y salpicando sobre mi piel y la de Erick.
Podía sentir el calor metálico de la sangre en mis manos, una sensación que se filtraba a través de la piel y se quedaba grabada en lo más profundo de mi ser. Las gotas rojas corrían por mis dedos, tiñiendo mi piel con una marca imborrable que servía como recordatorio de la violencia que nos rodeaba.
El rostro de Olga estaba salpicado con la oscura sombra de la sangre, una máscara grotesca que distorsionaba su expresión en un último gesto de agonía y sorpresa. La sangre goteaba por su rostro, pintando una imagen surrealista que se grababa en mi memoria con una claridad dolorosa.
Cada respiración que tomaba estaba impregnada con el olor metálico de la sangre, una presencia opresiva que parecía llenar la habitación con una sensación de pesadez y desesperación. Aunque sabía que la sangre en mis manos era un recordatorio de la violencia y el sufrimiento que nos rodeaba, también representaba una victoria sobre el mal que había amenazado con consumirnos.
En medio del caos y la oscuridad, la sangre de Olga se convirtió en un símbolo de nuestra resistencia, una prueba de nuestra capacidad para enfrentar los desafíos que se nos presentaban con valentía y determinación. Y mientras miraba las manchas carmesíes en mis manos y mi cuerpo, supe que aunque la batalla aún no había terminado, éramos capaces de enfrentar cualquier desafío que el destino nos pusiera en nuestro camino.
El enfrentamiento con Anastasia nos sumergió en una vorágine de emociones y adrenalina. A mi lado, Erick irradiaba una determinación feroz que parecía fundirse con la mía, formando una conexión inquebrantable que nos hacía más fuertes juntos. Con cada golpe y movimiento, nos apoyábamos mutuamente, conscientes de que nuestra supervivencia dependía de nuestra unidad y habilidad para trabajar en equipo.
La urgencia de la situación latía en mi pecho, impulsándome a mantenerme firme frente a nuestra formidable adversaria. Sentí el peso de la responsabilidad sobre mis hombros, pero también la confianza en Erick, en nuestra capacidad para superar cualquier desafío que se nos presentara. Cada movimiento que hacía era una extensión de nuestra conexión, una demostración de nuestra determinación de sobrevivir juntos contra todas las probabilidades.
Anastasia era un enemigo formidable, su presencia imponente llenando el ambiente con una sensación de peligro inminente. Sus ataques eran rápidos y mortales, cada golpe destinado a infligir el máximo daño. Pero no flaqueamos ante su amenaza, sino que nos enfrentamos a ella con valentía y decisión, cada uno confiando en las habilidades del otro para contrarrestar sus movimientos.
En medio del caos y la violencia, encontramos una sincronía perfecta, nuestros movimientos complementándose de manera fluida y natural. La confianza mutua que compartíamos era nuestra mayor fortaleza, un escudo contra el miedo y la duda que amenazaban con debilitarnos. Juntos éramos más fuertes, una fuerza unida que no se detendría ante nada en su búsqueda de la victoria.
A medida que la batalla continuaba, sentí una oleada de determinación inundando mi ser. Sabía que estábamos enfrentando una prueba difícil, pero también sabía que con Erick a mi lado éramos capaces de superar cualquier desafío que se nos presentara. Cada golpe que recibíamos y cada contraataque que lanzábamos solo fortalecía nuestra conexión, consolidándonos como un equipo unido por el lazo indestructible del compañerismo y la lealtad.
Y mientras luchábamos juntos contra Anastasia, una chispa de esperanza ardió en mi corazón, recordándome que aunque el camino hacia la victoria sería difícil y peligroso, estábamos dispuestos a enfrentar cualquier desafío con valentía y determinación. Juntos, Erick y yo, éramos más que amigos, más que compañeros de batalla; éramos un equipo unido por el lazo indestructible del compañerismo y la lealtad.
Nuestra estrategia meticulosamente planeada se basó en la sincronización de nuestras habilidades individuales y la unidad inquebrantable que compartíamos. Mientras yo me encargaba de mantener la presión sobre Anastasia con rápidos y precisos ataques, Erick vigilaba atentamente, buscando cualquier oportunidad para lanzar un golpe definitivo que nos llevara a la victoria.
El combate era un torbellino de movimientos calculados y reacciones rápidas. Cada interacción con Anastasia era una prueba de nuestra habilidad para anticipar sus movimientos y encontrar una apertura en su defensa impenetrable. Su destreza en combate era impresionante, sus movimientos rápidos y mortales, pero estábamos determinados a no dejar que su fuerza nos derrotara.
Fue en un momento de distracción de Anastasia, cuando estaba completamente concentrada en esquivar mis ataques, que Erick vio su oportunidad. Con una precisión impresionante, lanzó un golpe certero que alcanzó su objetivo con una fuerza devastadora. El sonido del impacto resonó en el aire, un eco de triunfo que nos llenó de un alivio momentáneo.
La caída de Anastasia fue como un rayo de luz en medio de la oscuridad, un momento de victoria que nos recordó que éramos capaces de superar incluso los desafíos más grandes cuando trabajábamos juntos. Pero sabíamos que la batalla aún no había terminado, que la amenaza aún persistía en las sombras. Sin embargo, ese instante de triunfo nos fortaleció, renovando nuestra determinación de enfrentar cualquier desafío que se nos presentara con valentía y determinación. Juntos, Karin y yo, éramos una fuerza imparable, unidos por el lazo indestructible del compañerismo y la lealtad.
El sonido ensordecedor del disparo cortó el aire, resonando como un trueno en medio del caos de la batalla. Sentí el cuerpo de Erick junto al mío cuando me abrazó con fuerza, su presencia reconfortante en medio del tumulto que nos rodeaba. Por un instante, el tiempo pareció detenerse mientras nos aferrábamos el uno al otro, compartiendo un momento de alivio y gratitud por haber sobrevivido juntos a la tormenta.
Pero el deber aún llamaba, y Erick se separó de mi abrazo con determinación, sus ojos brillando con una intensidad feroz mientras se preparaba para enfrentar a los últimos agentes que quedaban con vida. Con una habilidad impresionante, abrió sus brazos y disparó con precisión milimétrica, neutralizando a nuestros últimos adversarios con una determinación implacable.
El estruendo de los disparos se desvaneció lentamente, dejando un silencio pesado en el aire mientras el humo se disipaba lentamente a nuestro alrededor. Miré a Erick con admiración, maravillada por su valentía y habilidad en combate. Éramos un equipo formidable, unidos por lazos de amistad y lealtad que nos habían llevado a través de los momentos más oscuros.
Con un gesto de complicidad, nos preparamos para enfrentar lo que sea que el futuro nos deparara, sabiendo que juntos éramos capaces de superar cualquier desafío que se nos presentara. En medio de la destrucción y el caos, encontramos una fuerza en nuestra unidad, una determinación inquebrantable de seguir adelante, unidos en nuestra búsqueda de justicia y libertad.
Después del enfrentamiento, nos tomamos un momento para recuperar el aliento, nuestros corazones aún latiendo con la emoción de la batalla. Nos miramos el uno al otro con una mezcla de alivio y satisfacción, conscientes de que habíamos superado otro desafío juntos. Pero incluso en medio de nuestra victoria momentánea, sabíamos que aún quedaban desafíos por delante. Nos levantamos, listos para enfrentar lo que sea que el destino.
Erick agarró mi mano con firmeza, un gesto de apoyo y complicidad que me reconfortó en medio del caos que nos rodeaba. Juntos, nos alejamos de la escena de destrucción y violencia, dejando atrás el rastro de sangre, dolor y plomo que había marcado nuestro enfrentamiento con Anastasia y los agentes de la Orden SS.
A medida que nos alejábamos, no pude evitar mirar hacia atrás, sintiendo una mezcla de emociones que me embargaban el corazón. La escena detrás de nosotros era un recordatorio sombrío de los peligros que enfrentábamos, pero también de nuestra capacidad para enfrentarlos con valentía y determinación.
La sangre en el suelo era un testimonio silencioso de las vidas perdidas en la batalla, una imagen que se grabaría en mi memoria mucho después de que el humo se hubiera disipado. El dolor y la angustia se mezclaban en el aire, una sombra oscura que se cernía sobre nosotros incluso mientras nos alejábamos hacia la seguridad relativa.
Pero a pesar de todo, sentía una sensación de esperanza ardiendo en mi pecho mientras caminábamos juntos hacia el futuro incierto que nos esperaba. Sabía que mientras estuviéramos juntos, éramos capaces de enfrentar cualquier desafío que se nos presentara, de superar cualquier obstáculo que se interpusiera en nuestro camino.
Con un último vistazo hacia atrás, dejé atrás la escena de destrucción y caos, mirando hacia adelante hacia el horizonte con determinación. El camino por delante sería difícil, pero estábamos listos para enfrentarlo juntos, unidos por el lazo indestructible del compañerismo y la lealtad. Y mientras seguíamos adelante, una sensación de optimismo y renovación llenó mi corazón, recordándome que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay luz al final del túnel.

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