Toques de calor/20

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Cuando sugerí la idea de mirar álbumes familiares, esperaba con ansias revivir momentos preciosos y compartir risas sobre nuestras travesuras pasadas. Sin embargo, la reacción de Erick me tomó por sorpresa. Sus ojos, normalmente brillantes con complicidad, se oscurecieron momentáneamente, y una sombra de incomodidad cruzó su rostro.Intrigada y un poco desconcertada por su reacción, insistí con un tono suave pero firme.
    —Vamos, Erick, será divertido. Podemos recordar viejos tiempos y compartir historias.—Sin embargo, en lugar de ceder a mi insistencia, Erick pareció retroceder aún más, su postura tensándose ligeramente.
   —No estoy seguro de eso, Karin —murmuró, desviando la mirada.
   La confusión se apoderó de mí mientras intentaba entender su reluctancia. ¿Qué secretos podían estar escondidos en esos álbumes que él no quería que viera? Mi curiosidad estaba más que despierta, pero sabía que presionar demasiado no haría más que distanciarnos. Con un suspiro resignado, decidí dejar el tema de los álbumes familiares de lado por el momento.
   —Está bien, Erick —respondí con una sonrisa forzada, tratando de disimular mi decepción—. No importa. Podemos hacer otra cosa.
   A pesar de mi decepción, me esforcé por mantener la atmósfera ligera y relajada mientras buscábamos otra actividad para disfrutar juntos. Pero en el fondo, una pregunta seguía resonando en mi mente: ¿qué secretos guardaba Erick en esos álbumes que no quería que yo viera?
   Con el corazón aún pesado por la decepción, me puse de pie frente a la chimenea y decidí retirarme a mi habitación. Cada paso que daba hacia las escaleras parecía un esfuerzo sobrecargado, como si estuviera llevando el peso de la frustración en mis hombros.
   El resplandor cálido de la chimenea iluminaba mi camino mientras subía las escaleras, creando sombras danzantes que parecían reflejar mi propio estado de ánimo. Cada escalón que ascendía resonaba en el silencio de la casa, recordándome la conversación frustrante que acababa de tener con Erick.
   Al llegar al rellano de arriba, me detuve un momento para recobrar el aliento, sintiendo cómo el nudo en mi garganta se apretaba con fuerza. Con determinación, continué mi camino hacia el baño, decidida a ponerme el pijama y dejar atrás la incomodidad del momento.
   Con cada paso, intentaba despejar mi mente de las emociones turbulentas que me embargaban, enfocándome en la simple tarea de prepararme para la noche. A medida que me acercaba al baño, respiré hondo, tratando de encontrar un poco de calma en medio del torbellino de sentimientos que me envolvía.
   Mientras me preparaba para ponerme el pijama en el baño, absorta en mis pensamientos, una mano fuerte y cálida se posó en mi cintura, deteniendo suavemente mi movimiento. Instantáneamente, reconocí el toque familiar de Erick. La calidez de su presencia se extendió por todo mi cuerpo, haciéndome sentir segura y protegida en sus brazos.
   —¿Erick?, —susurré con una mezcla de sorpresa y deleite mientras me giraba para enfrentarlo. Sus ojos, oscuros y profundos, brillaban con un brillo travieso y una chispa de complicidad. Una sonrisa juguetona curvó sus labios, revelando el lado afectuoso que tanto amaba de él.
   Me envolvió en un abrazo suave pero firme, sus brazos fuertes rodeándome con ternura. En ese momento, me sentí como si estuviéramos solos en el mundo, con nada más que nuestras risas y nuestra complicidad compartida. Nos miramos el uno al otro por un instante, compartiendo un instante de conexión silenciosa que trascendía las palabras. En sus ojos, vi el reflejo de todo lo que sentía por él: amor, gratitud, admiración. Y en su abrazo, encontré consuelo y seguridad, sabiendo que siempre estaría allí para mí, sin importar qué.
   En el abrazo íntimo, la mano de Erick se deslizó con una determinación sensual por mi cintura, enviando oleadas de calor a través de mi cuerpo. Sus ojos, verdes y penetrantes, ardían con un fuego interior que avivaba el deseo dentro de mí, mientras su sonrisa sugerente prometía un mundo de placer por descubrir. Cada caricia era un estallido de electricidad, un eco de la pasión que ardía entre nosotros. Sus dedos trazaban senderos de fuego sobre mi piel, despertando cada nervio con una intensidad abrasadora que me dejaba sin aliento. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, anhelando más de su toque, más de su cercanía.
   Me incliné hacia él con un anhelo desesperado, buscando su calor, su presencia, su amor. Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo apasionado, una danza de deseo y necesidad que nos consumía por completo. Podía sentir el calor de su aliento en mi piel, el roce de sus labios mientras buscaban los míos con avidez, ansiosos por fundirse en un beso ardiente y hambriento.
   Cada beso era una promesa de pasión, una declaración de amor sin palabras. Nos entregamos el uno al otro con una determinación total, dejando que el deseo nos consumiera por completo. En ese momento, éramos uno, unidos en cuerpo y alma por el fuego de nuestra pasión compartida.
   El mundo desapareció a nuestro alrededor, dejándonos a solas en un remolino de sensaciones y emociones. Todo lo que importaba era él y yo, nuestro amor y nuestra pasión ardiente que nos consumía desde dentro. En ese momento, supe que nunca había sentido algo así antes, que nunca había conocido una conexión tan profunda y ardiente como la que compartía con él. Y en sus brazos, me sentí completa, saciada, amada.
   Nuestros cuerpos estaban envueltos en un abrazo ardiente, cada caricia y cada beso llenos de pasión y deseo. El tiempo parecía detenerse mientras nos entregábamos el uno al otro, sumergidos en la intensidad del momento. Con manos temblorosas, comencé a desabotonar lentamente su camisa, sintiendo la suavidad de su piel bajo mis dedos mientras cada botón cedía ante mi toque. Cada gesto era una declaración de nuestro deseo mutuo, un recordatorio de la conexión profunda que compartíamos.
   Mis manos seguían el contorno de su cuerpo con una urgencia creciente, anhelando sentir su piel contra la mía en una unión completa. Cuando finalmente su camisa cayó al suelo, nuestros ojos se encontraron en un silencio cargado de promesas no dichas, cada mirada hablando más que mil palabras.
   Con un gesto decidido, nos deshicimos de nuestras prendas restantes, dejando caer los últimos vestigios de la realidad que nos separaba. Cada centímetro de piel expuesta era un regalo, una muestra de la confianza y la vulnerabilidad que estábamos dispuestos a compartir el uno con el otro.
   Nos miramos con una mezcla de deseo y ternura, sabiendo que estábamos a punto de cruzar un umbral juntos. Mis manos temblaban ligeramente mientras me preparaba para dar el siguiente paso, sintiendo la anticipación palpable en el aire a nuestro alrededor.
   Pero justo cuando estaba a punto de sumergirme en el éxtasis del momento, el sonido inesperado del teléfono fijo en la planta baja rompió el hechizo. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral mientras el sonido penetrante llenaba la habitación, interrumpiendo nuestra intimidad con una crudeza inesperada.
   Erick y yo nos miramos con incredulidad, nuestras miradas reflejaban la mezcla de frustración y decepción que sentíamos en ese momento. Con un suspiro resignado, se separó de mí con una disculpa apenas audible, su expresión llena de pesar por la interrupción inoportuna.
  Mientras lo veía desaparecer por la puerta en dirección a la planta baja, me quedé sola en la habitación, sintiendo la mezcla de emociones que me embargaba. Aunque el momento había sido interrumpido, sabía que nuestra conexión seguía siendo tan fuerte como siempre, lista para ser retomada una vez que las circunstancias lo permitieran. Después de que Erick bajara a atender la llamada telefónica, el silencio llenó la habitación con una presencia abrumadora. Las llamas de la chimenea parecían más tenues ahora, como si también estuvieran impregnadas de la decepción que flotaba en el aire.
   Me recosté en la cama, envuelta en las sábanas suaves y acogedoras, mientras esperaba pacientemente su regreso. Cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad, y aunque intentaba mantener la esperanza viva en mi corazón, el cansancio comenzaba a pesar sobre mis párpados.
   Mis pensamientos se mezclaban en un torbellino de emociones mientras luchaba contra el sueño que amenazaba con envolverme por completo. Cada sonido distante resonaba en mi mente, alimentando mis preocupaciones y alimentando mis temores más profundos.
   Pero a pesar de mis esfuerzos por mantenerme despierta, el agotamiento finalmente se apoderó de mí, envolviéndome en un abrazo reconfortante que me arrastraba hacia la oscuridad del sueño. Y mientras me sumergía en la calma de la noche, una sensación de resignación se apoderó de mí, sabiendo que había caído dormida con las ganas en la boca, esperando en vano por su regreso.

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⏰ Última actualización: Jul 04 ⏰

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