5

2 0 0
                                    

Facundo

—Buen día. —Escuché atrás mío.

—Buen día. —Me giré con una sonrisa, que se borró cuando vi que era Sebastián—. ¿Qué querés, pendejo? ¿No tenés que estar en el colegio ahora?

—Mis viejos me controlan menos.

—Me importa una mierda lo que hagas, pero no me hace gracia tener que verte acá, así que celebro cada vez que estás en el colegio. Decime qué querés y andate.

—¿No puedo quedarme acá?

—No.

—Dale, Facundo. Nos conocemos hace rato.

—Te dije que no. Si no vas a comprar nada, andate, que tengo cosas que hacer.

Suspiró y salió con cara de perro mojado. Qué cara de venir a romper las pelotas después de haberme dejado otra dichosa carta en mi casa. No sabía cuándo dejar de joder ese chico. Me obligué a dejar de pensar en él y en lo mucho que me molestaba que siguiera intentando acercarse a mí como si no hubiera hecho nada. La llegada de clientes me distrajo de mi cabeza, por suerte. Si seguía dándole vueltas, iba a salir a buscarlo para darle un golpe. Me ponía de mal humor ese pendejo. No podía verlo sin pensar en todo lo que le hizo pasar a Gabo y odiarlo cada vez más. Una vez que los clientes se fueron, agarré mi celular, aprovechando que mi tío no estaba, y le mandé un mensaje a Nuria contándole lo que había pasado con Sebastián, pero ni siquiera vio el mensaje, intuí que estaría trabajando. Miré para afuera, seguía un poco molesto por lo que había pasado recién. No era que Sebastián hubiera hecho algo, no había hecho nada en realidad, parecía que se había rateado del colegio y no tenía donde quedarse, pero eso no impedía que no me acordara de lo que había hecho hacía dos años. Nuria me diría que no tendría que importarme a esta altura, contrario a lo que debería pasar, en realidad seguía importándome, y molestándome, sobre todo. No sabía exactamente qué era lo que hacía que el rencor saliera de mi interior cuando lo veía. Sí, me molestaba que le hiciera la vida imposible a Gabo mientras estuvo acá, él los había perdonado como la buena persona que era. A mí me provocaba rechazo tenerlo cerca, pero sabía que no era la única razón por la que brotaba el odio de mí cuando me hablaba. Supuse que era porque no me bancaba que me insistieran tanto para hacer algo. Lo odiaba, no sabía si a él o a su insistencia. De repente, mi celular vibró en mi mano, miré la pantalla, era Gabo.

"Decime que también estás al pedo".

—"Sí, aunque estoy de mal humor ahora".

"¿Qué pasó?"

—"Vino Sebastián a romper las bolas. Creo que se rateó del colegio y vino a joderme".

"¿Por qué sos tan malo con él?"

—"No sé, la verdad. Siento que hay algo de él que no me cae". —Seguí escribiendo—. "Debe ser porque me insiste mucho con que vaya a su dichoso cumpleaños. Volvió a dejarme una carta hoy".

"¿No será que le gustás?"

—"¿Gustarle al homófobo ese? Gabo, ¿lo decís en serio?"

"No sé, hablamos de eso con Manu y mi cuñada, nos tiró que capaz hizo lo que hizo porque no sabía cómo decir que es gay".

—"¿Te parece?"

"Acordate que yo no le pegaba a nadie, pero me castigaba igual por eso".

—"Sos demasiado bueno para pensar así de él, pero yo sigo pensando que es un pelotudo".

"Dale una oportunidad, Facu, por ahí necesita un buen amigo al lado suyo como el que tuve yo".

No te odio [Anexo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora