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Facundo

La vi apenas abrí la puerta, ahí estaba, en el piso dentro de un sobre blanco que tenía mi nombre, ya conocía esa caligrafía, sabía de quién venía. Mi mamá me miró con una sonrisita en la cara, estaba seguro que pensaba que tenía una novia y que nos mandábamos cartas. No sé qué cara pondría si se enterara que era Sebastián quien me mandaba las cartas, aunque no escribiera nada realmente comprometedor, no creía que le cayera bien que descubriera que era un chico. Me metí en mi cuarto sin saber por qué no había hecho un bollo con la carta y tirado en la basura, pero en su lugar, cerré la puerta para leerla tranquilo. No decía nada que no me hubiera escrito ya: quería que fuera a su fiesta, que le haría feliz verme ahí y que me dejaba su número. Empezaba a sentir un poco de pena por el boludo, se tomaba mucho trabajo para invitarme a su cumpleaños menos de dos meses antes de la fiesta. ¿No tenía a nadie más que sus amigos para invitar que me quería ahí? ¿No iba a estar mejor con sus amigos que con alguien como yo? No era como que fuéramos amigos, ni siquiera nos llevábamos bien, las únicas veces que hablábamos era cuando iba al almacén y lo terminaba puteando para que se fuera antes. ¿Qué tan triste tenía que ser su vida para que, todavía con eso, me quisiera en su cumpleaños? Pensé en Nuria y en Gabo. ¿Y si sí era gay y me estaba pidiendo ayuda sin pedírmelo? Imposible, no podía ser así, no después de haberse comportado como un hijo de puta con mi mejor amigo nada más por ser gay. Aunque podía pensar que era porque era un pendejo, pero seguía siéndolo y parecía que se estaba volviendo más boludo. Me di cuenta que, mientras le daba vueltas al asunto, estaba agendando a Sebastián en mi celular. Lo solté en el escritorio con la carta antes de aceptar tenerlo entre mis contactos. No, no iba a hacerlo, podía darme mucha pena, pero seguía siendo un boludo, seguía siendo igual que la mayoría de los que estaban en el barrio, no iba a hacerme amigo de él, no quería tenerlo cerca. Bloqueé la pantalla. Estaba casi seguro que había actuado por el cansancio que tenía, mi cuerpo ya no respondía a mi cerebro, que estaba casi dormido ya, el trabajo no había sido para nada sencillo. Metí la carta con su sobre en un cajón, me saqué el abrigo, agarré ropa y salí de mi cuarto para ir al baño, necesitaba ducharme y relajarme un poco, no quería estar pensando demasiado en todo el asunto de las cartas, no quería involucrarme con él, no con su forma de ser. Cuando salí del baño, mi tío Damián estaba sentado en la mesa hablando con mi mamá.

—¿Qué hacés, cachorro? ¿Todo bien con el negocio?

—Obvio, tío, ¿pensabas que te iba a hacer quebrar en dos días? —Se rio—. ¿Cómo van las vacaciones que te estoy dando?

—¿Cómo "que te estoy dando"? Yo soy el jefe, vos solamente estás haciendo tu parte de empleado supliéndome un rato.

Los dos nos reímos, miré a mi mamá, me di cuenta que tenía ganas de hablar, no sabía si con él o conmigo, pero terminé saludando a mi tío y yendo a mi cuarto de nuevo. Me senté en al cama y agarré el celular, desbloqueé la pantalla encontrándome con el nombre de Sebastián, estaba con su número listo para que lo agendara. Medité unos segundos en frío, podía agendarlo y no mandarle nada, no tenía por qué hacerlo. Terminé agendándolo. No quise pensar más en él, me metí en WhatsApp y le mandé un mensaje a Gabo y otro a mi hermana. Ninguno de los dos tardó mucho en contestarme, mi hermana me contaba cómo había ido en su trabajo, mientras mi amigo me preguntaba sobre el barrio. Me entretuvieron hasta que los dos tuvieron que hacerle caso a sus parejas. Me acosté con el celular en la mano, pero la pantalla estaba bloqueada, no tenía nada más que hacer si no era hablar con ellos. Dejé el celular al lado mío y miré el techo, me sentía solo de nuevo, por mucho que intentara recordarme que tenía a los mejores amigos del mundo y a la mejor hermana que alguien podría tener, esa sensación no desaparecía. Por ahí era envidia porque ellos tenían algo que parecía que no estaba hecho para mí: una pareja. Yo también quería tener algo como lo que tenía mi hermana con mi cuñado, o Gabriel con Manuel. Quería a alguien que me quisiera de la misma manera, pero parecía que no estaba hecho para algo así. Pensé en lo que había dicho María, ninguna de mis parejas duraba demasiado, era como si me aburrieran cuando lograba tener una relación. Suspiré cerrando los ojos, la imagen de Sebastián apareció en mi mente. Abrí los ojo de nuevo. ¿De verdad estaba considerando tener algún tipo de relación con ese pelotudo? Imposible, no quería hablarle más de lo que fuera estrictamente necesario en el trabajo. ¿Por qué había agendado su número, entonces? Parecía que el pelotudo en realidad era yo y no él. Traté de callar a mi cabeza escuchando las voces de mi mamá y mi tío, no podía entender lo que decían, pero necesitaba silenciar mi cabeza de alguna manera.

No te odio [Anexo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora