10

2 1 0
                                    

Sebastián

Mi celular vibró mientras estaba jugando con mis amigos, lo miré de refilón, eran mensajes, pero no podía pausar la partida siendo online. Tampoco podía hacer que me mataran o mis amigos me asesinarían en la vida real. Decidí quedarme con la intriga de qué querían o quién era, aunque estaba casi seguro que era Lidia, desde temprano me estaba molestando con vernos y salir. Mi celular vibró de nuevo distrayéndome, lo miré un poco fastidioso, quien me molestaba ahora se iba a tener que bancar mi glosario de puteadas. Escuché a mis amigos por los auriculares, me decían de todo porque me habían matado, pero no les contesté, al contrario, cerré el micrófono. Desbloqueé mi celular y entré a WhatsApp, tenía mensajes de un número desconocido.

—"Hola, soy Facundo" —decía el primero haciendo que todo el cuerpo me temblara como si fuera gelatina—. "No sé si estás ocupado o si tenés ganas de hablar" —decía el segundo—. "Tengo que decir que no estoy muy convencido de esto. En realidad, estoy cediendo a la presión de mis amigos".

No sabía qué hacer o qué escribirle, una emoción surgió en mi pecho de repente desperdigándose con rapidez por todo mi cuerpo. Quería gritar, reír, saltar, rebotar por todas partes en mi habitación, pero no podía y mi cuerpo tampoco reaccionaba. Apreté los labios escuchando todavía a Martín y Pablo hablar, insultarse, insultarme, insultar a todo aquel que se cruzara en la partida. Respiré profundo, cerré el juego, me desconecté de Discord y me saqué los auriculares con una mano, no quería soltar el celular por miedo a que los mensajes que acababa de leer desaparecieran sin dejar rastro alguno. Volví a respirar profundo, tratando de juntar valor para contestarle.

—"Hola. Pensé que no me ibas a hablar nunca".

Me sentí un pelotudo apenas mandé ese mensaje. Lo iba a borrar cuando las tildes se pusieron en azul; era demasiado tarde.

—"No quería hacerlo, pero me obligaron mis amigos".

—"¿Por qué?"

—"Porque piensan que cambiaste".

—"¿Y vos lo pensás?"

—"Tengo mis dudas, pero creo que puedo comprobarlo por mis propios medios".

—"Bueno... Me alegra que quieras darme esa oportunidad". —Le di unos golpecitos a la parte trasera del celular antes de seguir escribiendo—. "Quiero pedirte disculpas por lo que pasó hace dos años. A vos y a Gabriel. Sé que me comporté como un pelotudo, no pensé lo que hacía y mi hermana no me ayudaba a ser consciente de lo que hacía".

—"Sí, actuaste como un pelotudo, pero bueno, tenés cara de eso y no se te puede pedir más".

Solté una risita ante su comentario, era exactamente como pensaba que se comportaba cuando no tenía ganas de putearme. Estaba pensando qué escribirle, cuando él empezó a hacerlo.

—"¿Por qué querés que vaya a tu cumpleaños? ¿No tenés a quién más invitar?"

Mi felicidad desapareció, no podía decirle que en realidad lo invitaba porque me gustaba, era prácticamente un suicidio. Me mordí el labio hasta que sentí dolor. No quería mentirle, pero no me quedaba otra si no quería que me mandara a la mierda de nuevo. Respiré profundo antes de teclear con lentitud, pensando dos o tres veces las letras que iba a presionar:

—"Porque son mis dieciocho años, quiero que sea una fiesta grande. También podés traer a María".

—"¿Con tus amigos ahí? Ni en pedo, María no va a pasar lo mismo que Gabo". —Me mandó casi al toque.

—"Bueno, entonces, no. No te enojes".

—"No me enojo, solamente te recuerdo que fuiste un hijo de puta con mi mejor amigo y no voy a dejar que lo seas con ella también".

No te odio [Anexo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora