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Sebastián

—Mirá por donde vas, boludo.

Levanté la mirada, era Facundo, me lo topé cuando doblé la esquina. Él me miró con una expresión que no supe identificar al principio, después frunció el ceño como hacía siempre que me veía.

—Perdón, no te vi.

—Además de boludo, sos ciego también. Correte, nene.

Me empujó para pasar, no supe cómo saqué la valentía para agarrarlo del brazo y dejarle en la mano la carta nueva que había escrito. Facundo me miró, pensé que me iba a pegar cuando apretó el puño arrugando el sobre y la carta con él, pero, en vez de darme una trompada, se soltó para irse. Solté el aire en algo que no sabía si definir como un bufido o un suspiro, pero sirvió para que soltara el nerviosismo que tenía en el cuerpo. Miré a mi alrededor, no había nadie, esperaba que no hubiera nadie viéndonos, lo último que me faltaba era que empezaran los rumores por el barrio. Me acomodé la mochila y metí las manos en los bolsillos antes de seguir camino a la casa de Pablo, que no estaba muy cerca de acá, pero podía usar el camino para descomprimir lo que tenía adentro después de lo que acababa de pasar, no era que había pasado nada raro, no había pasado nada más que un choque boludo por estar distraído metido en mi cabeza. Me convencí todo el camino que no había pasado nada que pudiera mandarme al frente con el barrio y con lo que me pasaba con Facundo. No había dado ninguna señal de nada, estaba casi convencido de que no lo había hecho. Casi me paso de la casa de Pablo por andar pensando demasiado, me paré afuera de la reja y golpeé las manos. Él se asomó por la ventana de su cuarto, que daba a la calle, me hizo una seña con la mano para que lo esperara y se alejó, al rato apareció por la puerta.

—¿Y Martín? —preguntó estrechándome la mano.

—¿No venía ahora?

—Pensé que venía con vos, boludo. ¿No habíamos quedado que lo ibas a buscar?

—Uh, que boludo, me re olvidé. Me va a putear hasta la semana que viene el pajero ese.

—El pajero sos vos por olvidarte. —Se rio—. Vamos.

Caminamos a la casa de Martín hablando de cualquier boludez que se nos cruzara. Un par de veces me preguntó por qué había faltado al colegio, pero sus preguntas murieron apenas las hizo, sabía que mi mamá podía justificarme las ausencias en el colegio. Cuando llegamos, el dueño de casa nos esperaba afuera apoyado en la reja con el celular en la mano. Nos miró con cara de pocos amigos, no le gustaba que lo hiciéramos esperar, menos cuando me olvidaba de ir a buscarlo a su casa. Antes de saludarme, decidió putearme como el buen amigo que era. Después de estar parados ahí, caminamos hasta la estación de Del Viso para cruzarla. Caminamos unas cuantas cuadras más hasta llegar a la canchita dónde íbamos a jugar hoy. Nos metimos en el baño para cambiarnos, no pude evitar pensar en cómo se vería el cuerpo de Facundo, había visto a mis amigos tantas veces en estos años que no me llamaban la atención para nada, sabía cómo eran, cómo habían sido cuando eran chicos y cómo habían cambiado sus cuerpos, pero verlos hoy me hacían preguntarme cómo sería el cuerpo de Facundo, cómo sería tocarlo. Salí del cubículo antes que mi cabeza comenzara a jugarme en contra. No quería terminar con algo que me impidiera jugar bien. Salimos del baño con las mochilas en las manos y fuimos hasta la cancha a dejarlas a un costado con las cosas de todos los demás.

***

Cuando salimos del partido, se me pegó Lidia, que había venido a ver a su hermano, no sabía en qué momento se había agarrado de mi brazo, pero ahí estaba, agarrada a mí. Hablaba con su hermano Lucas, que era compañero nuestro y que sabía que le gustaba a su hermana desde siempre. Me acordaba que me mandaba cartas en primario. Seguramente saqué de ella la idea de las cartas. Como si no fuera dueño de mis acciones, me solté de su agarre y la rodeé por los hombros, acercándola un poco a mí, mis amigos no perdieron el tiempo para burlarme, haciéndome sonreír, aunque en realidad no estaba seguro de por qué estaba haciendo eso, en realidad no quería que se me siguiera acercando como lo hacía, pero tenía que probarle a mis amigos que era como ellos. Sentí el brazo de Lidia cruzarme por la cintura, la miré, ella sonrió. No sabía qué estaba haciendo, no quería darle esperanzas de nada, pero ahí estaba abrazándola. Cruzamos las vías y caminamos por una calle que conocía perfectamente, estábamos cerca de la casa de Facundo. Me sentí nervioso, no estaba seguro si quería que me viera así con alguien, no sabía que sentía algo por él, pero no podía dejar de pensar que podría rechazarme solamente por verme abrazando a Lidia como si fuera mi novia. La solté con suavidad aprovechando que le hacían una broma Martín. Cuando pasamos frente a su casa la miré esperando que saliera, pero no lo hizo, me pregunté si ya había vuelto, lo había chocado mientras iba a dejarle la carta. No pude evitar pensar que, cuando nos cruzamos, iba a verse con una chica. Seguramente tenía novia ya, me había dado cuenta que, después que Gabriel si fue, él no estaba solo mucho tiempo, siempre se lo podía ver bien acompañado. Al llegar a la casa de Lucas y Lidia, paramos para saludarlos, primero lo saludé a él y después, como hacía con Rosa en la veterinaria, le di un beso en la mejilla a Lidia susurrando que me gustaba su perfume. Después, nos fuimos, mis amigos no perdieron la oportunidad de joderme con Lidia, sonreí nada más, no tenían idea que, en realidad, lo que intentaba hacer con esas acciones era ocultar lo que sentía por el chico al que habíamos golpeado por juntarse con Gabriel. Nos separamos en la esquina para ir cada uno a nuestras casas, íbamos a ducharnos, después nos íbamos a juntar en la casa de Pablo. Dejé mis cosas en mi cuarto, agarré ropa y volví a salir para ir directamente al baño. Me duché rápidamente. Una vez que salí, me paré frente al espejo empañado, lo limpié con la mano y observé mi reflejo. Desanudé la toalla que tenía en la cintura, la puse sobre la cabeza y me sequé el pelo dejándolo revuelto. Volví a mirar mi reflejo, estaba todo despeinado, pensé que ahora mi cabeza se veía por fuera como estaba por dentro: hecha un caos. Me pasé el peine llevándolo hacia atrás, al menos así podía verme tranquilo por fuera. Después, me vestí y salí del baño para meterme directamente en mi habitación, busqué mi celular y desbloqueé la pantalla, por alguna razón, seguía con la esperanza de encontrarme con un mensaje de Facundo, pero solamente tenía mensajes de mis amigos y un par de Lidia preguntándome si podíamos salir en la semana. No le iba a contestar, no quería salir con ella, pero pensé que sería una buena excusa para distraerme de Facundo. Decidí que le iba a contestar después, cuando volviera de la casa de Pablo. Me puse un abrigo, guardé mi billetera con el celular y salí de nuevo. Ya no hacía tanto frío como antes, pero aún así temblaba. Me puse la capucha antes de salir por la reja. Caminé distraído hasta la esquina, pero mi atención volvió cuando escuché la voz de Facundo, me giré a mi derecha, caminaba con María hasta donde estaba yo. Me giré bajando la cabeza para que la capucha de la campera me cubriera la cara y no se dieran cuenta que estaba ahí, aunque era innecesario, ellos siguieron de largo sin dejar de hablar de lo que fuera que hablaban. Escuché, al pasar, el nombre de Nuria. Traté de pensar unos instantes, creía que había visto ese nombre en algún lado, por ahí lo escuché de él mismo. Me quedé parado ahí hasta que recordé que ese era el nombre de su hermana. Seguramente ahora iban a verla. Me quedé mirando como se alejaban como si nunca antes los hubiera visto. Mientras caminaban, María lo agarraba del brazo y los dos se reían. Me gustaría poder hacer lo mismo con él, reírme mientras caminamos a cualquier lugar al que él quisiera llevarme. Hinché las mejillas antes de soltar el aire con un poco de fuerza logrando ver el vaho salir de mi boca. Seguí camino hasta la casa de Pablo, sus viejos no estaban y podíamos estar tranquilos un rato. Cuando llegué, él me esperaba afuera con un cigarrillo en la boca, se acercó a la reja, me abrió y me dejó pasar. Entré y me tiré en el sillón.

—Martín todavía no llegó. Creo que está dolido porque lo dejaste en banda.

Me reí.

—Como si ese boludo no nos hubiera hecho lo mismo a nosotros.

—Pero ya sabés cómo es el maricón. —Me ofreció el cigarrillo, pero negué con la cabeza—. No seas maricón vos también.

—¿Los maricones no fuman?

—Mi viejo dice que es de las cosas que te hacen hombre.

—Yo pensaba que era coger con una piba que estuviera buena. Y los dos sabemos que eso no lo hiciste todavía.

Le sonreí burlón recibiendo un empujón de su parte. Estaba a punto de putearme cuando escuchamos que golpeaban las palmas afuera, no podía ser nadie más que Martín. Pablo se levantó y salió. Yo me quedé sentado ahí pensando en todo lo que acababa de decir, ni siquiera era capaz de entender cómo podía hablar de esa forma sin delatarme delante de uno de ellos. Tomé aire y suspiré cuando mis amigos entraron, no quería seguir pensando en eso, podría terminar cagándola si decía algo de más. 

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Muy buenas~ acá vuelvo con un nuevo capítulo. Lamento la demora en las actualizaciones, estuve en tiempo de exámenes y tenía que concentrarme en ellos. Espero que ahora no tarde demasiado en traerles capítulos, estoy amando esta historia y no quiero dejarla a medias. Si les gustó, por favor voten, comenten y compartan, todo apoyo se les agradece muchísimo. 

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