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Facundo

Cuando vi la segunda carta de Sebastián antes de ir a trabajar, pensé que empezaba a tomarse en serio la jodita. ¿Qué carajo quería hacer ese pendejo? La abrí, la leí rápidamente y la volví a meter en el sobre para dejarla en mi cuarto. No tenía mucho tiempo para pensar en las pelotudeces que me escribía. Si quería decirme algo, me lo podía decir en la cara, no era como si no nos viéramos para nada. Vivíamos a un par de cuadras de distancia, si podía venir a traerme las cartas, podía venir a hablar como una persona civilizada, pero era obvio que ni él ni su familia lo eran. Seguramente, si viniera a decirme cualquier cosa, terminaría, como mínimo, insultándolo. No entendía cómo podía tener la cara de piedra para no solo enviarme la primera carta, si no, también, para insistir con una segunda. Dijera lo que dijera Nuria, para mí no era más que un pendejo pelotudo que no supo controlar la descarga de testosterona y se la agarró con mi amigo. Salí pensando en las pocas ganas que me daban de verle la cara ahora, mucho menos después de ver su insistencia.

Cuando llegué al negocio de mi tío, fui a dejar mi abrigo al depósito y volví a salir para ayudarlo con la mercadería que había entrado mientras él se ocupaba de atender a los pocos clientes que habían entrado conmigo. Me apuré en guardar todo y ayudarlo en el mostrador. Después de reponer algunas cosas y guardar otras, nos sentamos a tomar mates y esperar a que cayera algún cliente, normalmente la mañana era tranquila, las cosas se agitaban un poco cerca del mediodía, cuando los chicos del turno mañana salían y los del turno tarde entraban. Las madres y esposas se aglomeraban en el almacén para comprar algo para mandarles a sus hijos o para preparar el almuerzo. Todo estaba tranquilo, hasta que los hermanos macana entraron hablando, riéndose y empujándose como los pendejos que eran.

—Facundo, dame una cerveza —dijo Pablo apoyándose en el mostrador.

—Dame el documento.

—Nos conocemos hace mucho, no tenés que pedírmelo.

—Mirá, nene, justamente porque nos conocemos hace mucho sé que no harán ni dos semanas que cumpliste los diecisiete años. En vez de una cerveza, te voy a dar una mamadera.

Los dos tarados que lo acompañaban se rieron. Mi mirada se posó en Sebastián, que estaba ahí, parado atrás de Pablo con Martín. Me miró brevemente antes de mirar para otro lado. Mientras Pablo se quejaba con mi tío por no querer venderle una cerveza, observé a Sebastián esperando que dijera algo, que tuviera huevos una vez en su vida. Pero no dijo nada, se quedó ahí, al margen, sin mirarme o evitando hacerlo. Al final, los tres se fueron sin la dichosa cerveza. Solté un suspiro. No entendía qué le pasaba a ese pendejo, se había tomado el tiempo de ir hasta mi casa y dejar una segunda carta, pero no se animaba a hablarme cuando me tenía adelante. Me sentí un viejo, ya no podía entender a un adolescente.

Me enfoqué en trabajar el resto del día. No quería pensar ni en él, ni en la carta, ni en lo pelotudo que seguía siendo. Cuando salí del trabajo, fui directamente a mi casa, mi mamá me saludó desde la cocina. Ya no éramos tan cercanos. Después de lo de Nuria, nuestra relación se había fracturado, pero ayudar a Gabo con su novio hizo que todo terminara de desmoronarse. La saludé con la mano y fui a mi cuarto para dejar mi abrigo. Agarré algo de ropa limpia, volví a salir para meterme en el baño. Abrí la canilla del agua caliente y la dejé correr mientras me desvestía. Sebastián, mi nuevo pensamiento intrusivo, apareció en mi cabeza como un flash. Pensé en como lo había visto hoy en el almacén. ¿Desde cuándo era tan tímido? Siempre había sido un pelotudo sin vergüenza alguna. De hecho, me había parecido que tenía la cara más dura del mundo antes de ver cómo me evitaba hoy. Sus acciones no concordaban. Me miré unos segundos al espejo, había hecho que Gabo dejara de pensar en él y sus amigos cuando le hacían algo, pero ahora yo no podía sacármelo de la cabeza. Me metí en la ducha decidido a olvidarme de él por un rato, al menos hasta que saliera y pudiera hablar con Gabo de esto.

No te odio [Anexo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora