•Capítulo 10•

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|San Francisco, 7 de febrero 2014|

El clima en la ciudad era horrible, las personas en sus autos que yacían en las calles hacían todo el intento por regresar a casa, otros que no tenían la suerte de contar con un automóvil, corrían hacia las paradas de buses cubriendo sus cabezas con lo que tuvieran en la mano, era todo un caos que podían apostar que en cuestión de segundos, las calles se inundarán.

Pero todo el desastre que ocurría fuera de su puerta, no era ni a lo mucho importante para los Rodman, pues ellos tenían su propio caos en casa.

Con un fuerte portazo que hizo retumbar las paredes, fue como entró Will Rodman junto a Deena Midville, quien apenas lograba mantenerse de pie por su propia cuenta, aunque el adulto la sostenía por su brazo, la soltó tan pronto estuvieron en el interior de la casa.

Charles Rodman, el agradable padre de Will se acercó a la jovencita para tomar sus hombros con notoria preocupación, teniendo un corazón herido por ver el estado de la niña que solía ser un sol andante por sus pasillos.

—Cariño, ¿Por qué estás así? ¿Qué es lo que pasó? —La última pregunta fue lanzada hacia su hijo pero este sólo había soltado un suspiro de fastidio mientras dejaba el paraguas sobre la pared de la entrada.

Deena se vió atacada por una risa que parecía ser ajena a ella, como si alguien más viviera en su interior y le obligara a reírse por la actitud del anciano, ella llevó sus palmas al rostro contrario apretando las mejillas como si fuese la primera vez que sentía su textura.

—Abuelito... —Las palabras eran arrastradas por su lengua mientras su cuerpo se inclinaba hacia Charles, no logrando mantener su equilibrio, el canoso hombre la abrazó con cuidado, acariciando su cabello a la par que Deena no dejaba de reír de manera baja

Will pasó su mano por su rostro luciendo completamente exasperado, caminó hacia la cocina para encender la cafetera y se giró hacia Deena.

—Tomarás un café, te darás una ducha y luego irás a dormir.

—Has esto, has aquello... harás, harás, harás. —La mano de la desorientada chica se movía como un títere, mofándose del hombre.

Charles buscó nuevamente la respuesta a su primera pregunta, no dejando que la joven diera pasos por su cuenta.

—La señorita, apareció a las tres de la mañana en una estación de policías. —Sus opacos ojos no se alejaban de Deena, quien se había recostado sobre el sofá, con sus brazos extendidos hacia arriba de su cabeza—. Y como puedes ver, papá, no en un estado conveniente, tengo suerte que no hayan decidido encerrarla sólo porque es menor de edad.

—La ley es una mierda... —balbuceó la acusada mientras estiraba su mano hacia el techo, queriendo tocarlo pero frustrandose al no sentir nada—. ¿Por qué está muy lejos...?

Will siempre fue caracterizado por ser alguien paciente, su forma de tratar a las personas solía ser suave y cuidadosa, sobretodo si se trataba de la hija de sus amigos, era consciente de la constante ausencia de los Midville en la vida de Deena, él era quien aparecía como tutor en todos los documentos de la menor, su número telefónico era el número de emergencia en caso de que algo sucediese con ella.

Pero en ese momento sentía que explotaría, era la tercera vez que Deena llegaba en ese estado y la primera vez que tenía que ir a recogerla en la estación de policías, verla encerrada en una celda fue algo que no quiso volver a ver jamás en su vida, estaba con la cabeza cabizbaja mientras parecía contar sus propios dedos.

Ya no sabía de qué otra manera podía hablarle a la chica, no sabía qué es lo que buscaba Deena con estas acciones, no la entendía y eso le molestaba.

𝐖𝐚𝐥𝐤𝐢𝐧𝐠 𝐖𝐢𝐭𝐡 𝐓𝐡𝐞 𝐃𝐞𝐯𝐢𝐥 | 𝘓𝘢𝘴𝘵 𝘏𝘰𝘱𝘦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora