VI

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Samuel



— Oh Dios mio, perdona mis pecados y las faltas que he cometido.

Comencé una penitencia pidiendo perdón por las tentaciones sexuales que había tenido, por el deseo carnal, cometiendo así un pecado tras otro.

Los niños era la pureza, de ellos es el reino de los cielo. Yo quería pertenecer allí también, pero mis actos no me lo permitían.

—Me he descarriado en todos los aspectos, pero ahora no quiero pecar más. Te he agraviado y he sido injusto. Ya no lo seré nunca más...

Había tentado a Jaewon a cometer el deseo carnal más grave, la homosexualidad. Convirtiéndolo en la mayor abominación para el cielo. La culpa me pertenecía, lo había hecho pecar.

A pesar del daño físico que me había realizado, le rezaba a Dios que lo perdonase, no era su culpa, la frustración del trabajo lo había llevado a tal punto.

—Renunció a la iniquidad que ensucia mi alma. Libera mi alma de todo lo que es contrario a tu... —me pare, un nudo en mi garganta me impedía el arrepentimiento.

Quería arrepentirme de todo corazón, me quería arrepentir de verdad, y así poder obtener la absorción de pecados, pero algo muy dentro mío no me permitió porque el arrepentimiento iba de la mano con el no volver a caer en el mismo pecado.

Y soy un ser débil, un niño que siente curiosidad.

Me acosté comiendo toda la comida que me había dejado, sin poder terminar ninguna de mis oraciones que realizaba cada noche.

Al despertar, la cama de Jaewon seguía perfectamente tendida. Todos los envoltorios de las comida yo no estaba, pero en su lugar, había una bandeja con un desayuno americano completo.

Me mordí el labio, ¿esto era una demostración que se había arrepentido?

—Levántate niño — dijo una voz familiar.

Me tapé la cabeza, sentía mucho frío. Quería dormir hasta el día siguiente. Mi cuerpo estaba cansado de tantas prácticas, siempre era la misma rutina; levantarse, desayunar, ensayar, comer algo y dormir.

—No quiero — reproche.

—Solo cinco minutos y vas a la sala.

Solo cinco minutos, me dije, volviendo a tapar.

—¡¿Dónde está Samuel?!-sentí un grito desde fuera, cinco minutos se me habían convertido en media hora.

Los ensayos comenzaron normalmente, a excepción que era la primera vez que le prestaba atención al coreógrafo,

El movimiento pélvico que realizaba hizo que brotara una idea de lo más guarra: "¿cómo follara?".

Todo siguió normal a excepción de que yo no le quitaba la mirada. Comencé a ponerme nervioso, comenzando a marcar mal los pasos.

Me fui a los baños mojándome la cara, estaba sudando a chorros. El descanso de media ahora había comenzado, ya que las prácticas llegaban a durar entre cinco y seis horas.

—Así que te atrae el coreógrafo—dijo esa aquella voz que me fue a despertar.

—Mentira, eso es una abominación.

— Por la forma en que le mirabas el paquete, parece que no te importa si es o no una abominación.

¿Se había dado cuenta?

— Callate, que te puedo denunciar por compañero pedofilo—intente defenderme con lo primero que se me venia en la cabeza. Mala idea, muy mala idea.

—Oh, ¿enserio?, no me había dado cuenta—lo odio— Hazlo si quieres, denúnciame, sácame de la empresa si tanto te jode.

Suspire, se supone que nos teníamos que reconciliar, y peor la cagabamos.

— Lo siento—dijo Jaewon con un tono casi hasta imperceptible , yéndose lentamente.

Empecé a sacar jabón líquido que estaba pegado en la pared y comencé a hacer espuma.

Un recuerdo vago cruzó por mi mente, de cuando era muy pequeño y solían castigarme lavando los platos, jamás lo hacía, me distraía con las burbujas, imaginado en ellas un mundo totalmente distinto, uno donde no existe el "qué dirán los demás". Pero, sobre todo, uno sin prejuicios ¿qué importa a qué edad se descubre un talento?

Me fui a secar la mano, saliendo de mi sueño imposible.

El día había terminado en un abrir y cerrar de ojos. Habíamos ido a la habitación, sin decir ninguna palabra, el silencio era incómodo y ninguno de los dos sabía cómo romperlo.

Él se tiró a la cama con el móvil en mano. Tenía que hablar, por mas que me costara, si no lo hacia no podia saciar ese sentimiento que me comenzaba a irritar.

—¿Te arrepientes?—pregunte, en un tono débil, siendo incapaz de poder mirar al frente.

—¿A qué te refieres?

— Lo que paso anoche, ¿te arrepientes?—insistí.

—Ya me disculpe, lo siento ¿sí?—dijo con un tono molesto, dándose la vuelta.

—¿Te arrepientes?—volví a hacer la misma pregunta, pero esta vez mirándolo. Jaewon se dio la vuelta mirándome de forma confundida.

—Que sí joder, sí.—y se volvió a dar la vuelta.

—¿Puedes...no hacerlo?

Un silencio quedo en toda la habitación haciendo así posible escuchar los sonidos de los autos que pasaban, los grupos de amigos riendo, los autobuses estacionarse a la otra esquina.

— Pero qué dices mocoso, ¿ahora eres masoquista? me vienes a decir que te encanto que te rompiera el culo.

Me sonrojo al oír todas esas palabras bastante explícitas y vulgares que me tenían demente.

— No es que me encanto...—Dios mío, ¿Padre qué estoy haciendo? Estoy apunto de comentar un acto grave, la inmoralidad sexual.

— ¿Qué mierda? No te entiendo nada Samuel, ¿qué pasa?—me pregunto con el rostro serio, sentándose en la cama.

— Quiero que me toques. 

Mi Niño Prohibido |1PunchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora