En la pequeña y pintoresca ciudad de South Park, la primavera había llegado con sus habituales cambios climáticos impredecibles. Las nevadas de abril se mezclaban con días soleados, y las montañas aún estaban cubiertas de nieve. Kyle Broflovski, como siempre, se encontraba en el centro de algún altercado con su eterno rival, Eric Cartman. No pasaba un día sin que los dos discutieran por alguna razón, y este no era diferente.
En el aula de la escuela primaria de South Park, el Sr. Garrison intentaba dar una lección sobre la Revolución Americana, mientras Cartman lanzaba bolas de papel a la cabeza de Kyle desde su asiento al fondo del salón. Kyle, molesto pero tratando de mantener la calma, finalmente no pudo más y se giró bruscamente hacia él.
—¡Cartman, ya basta! —gritó Kyle, con el rostro rojo de ira.
Cartman sonrió maliciosamente, disfrutando de la reacción que había provocado. —¿Qué pasa, judío? ¿No puedes manejar un poco de presión? —respondió con su típica arrogancia.
—¡Eres un idiota, Cartman! —espetó Kyle, levantándose de su asiento.
El Sr. Garrison, harto de la constante interrupción, decidió intervenir. —¡Kyle, Eric! ¿Quieren compartir con la clase qué es tan importante que no pueden esperar a la hora del recreo?
Ambos niños se miraron con odio, pero no respondieron. El Sr. Garrison suspiró y continuó con su lección, aunque estaba claro que la tensión entre Kyle y Cartman no iba a desaparecer pronto.
***
El recreo llegó, y como era de esperarse, Kyle y Cartman se encontraron cara a cara en el patio de la escuela. Sus amigos, Stan y Kenny, miraban desde una distancia prudente, sabiendo que cualquier intento de intervenir solo empeoraría las cosas.
—¿Por qué siempre tienes que ser tan odioso, Cartman? —preguntó Kyle, tratando de entender el constante antagonismo de su compañero.
—¿Odioso? Solo digo la verdad, Kyle —replicó Cartman, cruzando los brazos sobre su pecho.
Kyle suspiró, cansado de siempre tener las mismas discusiones. —¿Sabes qué? Ya no importa. Simplemente no puedo seguir dejándome afectar por lo que dices.
Cartman levantó una ceja, sorprendido por la respuesta de Kyle. —¿Estás diciendo que te rindes? ¿Kyle Broflovski finalmente se ha rendido?
—No es rendirse. Es... dejarte ser tú. Eres un imbécil, y siempre lo serás. Pero yo no tengo que dejar que eso arruine mi día.
Cartman se quedó en silencio por un momento, digiriendo las palabras de Kyle. Era raro ver a su adversario hablar con tanta calma y resignación. Algo en esa actitud diferente hizo que Cartman se sintiera extrañamente desarmado.
—No esperaba eso de ti, judío —dijo Cartman finalmente, con menos veneno en su voz.
Kyle lo miró, sus ojos verdes brillando con una mezcla de frustración y algo más que Cartman no pudo identificar del todo. —Tal vez es hora de que empecemos a comportarnos como personas normales, aunque sea solo una vez.
Cartman bufó, pero una pequeña parte de él no pudo evitar considerar la idea. —Como quieras, Broflovski. Pero no creas que esto significa que te voy a dejar en paz.
—No lo espero, Cartman —respondió Kyle con una leve sonrisa. —Solo espero que algún día te des cuenta de que ser tan odioso no te va a llevar a ninguna parte.
Los dos se quedaron en silencio, observando el paisaje nevado que rodeaba el patio de la escuela. En un impulso repentino y sin saber exactamente por qué, Kyle dio un paso hacia Cartman. La cercanía hizo que ambos se sintieran incómodos, pero ninguno se apartó.
—¿Qué haces? —preguntó Cartman, con la voz más baja de lo normal.
—Intento... —Kyle hizo una pausa, sintiendo el calor en sus mejillas. —Intento ser diferente.
Antes de que Cartman pudiera responder, Kyle se inclinó y le dio un beso rápido en los labios. Fue un acto impulsivo, una mezcla de frustración y un sentimiento que ni siquiera Kyle sabía que tenía. Cuando se apartó, ambos se quedaron mirándose, boquiabiertos y en shock.
—¿Qué... qué diablos fue eso? —balbuceó Cartman, su rostro pasando del pálido al rojo intenso.
—No lo sé —admitió Kyle, también sorprendido por su propia acción. —Solo... solo quería que supieras que no te odio. Aunque a veces me hagas querer golpearte.
Cartman, sin saber cómo responder, simplemente se quedó allí, mirando a Kyle con una expresión de total desconcierto. Finalmente, murmuró: —Eres un idiota, Broflovski.
Kyle sonrió, sintiendo una extraña ligereza en su pecho. —Lo sé, Cartman. Pero tal vez no soy el único.
El timbre de la escuela sonó, señalando el final del recreo. Sin más palabras, ambos regresaron al aula, aún tratando de procesar lo que acababa de suceder. Aunque sabían que seguirían peleando, había algo diferente en el aire. Una posibilidad de que, en el fondo, quizá no se odiaran tanto como siempre habían creído y ese odio estaba ocultando lo que realmente sentían el uno al otro.