*° 7 °*

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Rachel

Vamos de camino a la cafetería por algo de comer. Fué breve al comentarme que venía aterrizando de Londres y necesitaba probar un bocado, algo indigno de él. Aún así, lo seguí. Uno, porque no me dió opción, y dos, porque no tengo nada en el estómago desde ayer.

Lo he pillado dándome largas barridas de soslayo en todo el trayecto. El nerviosismo se me instaló en lo más profundo desde que topé miradas con él. Su actitud me sorprende, y el que me haya permitido llorar en sus brazos mucho más.

Una vez cruzamos el umbral de la cafetería, las personas empiezan a cuchichear. Consigo oír un par de cosas como «¡Es el Coronel Morgan, el que atrapó al jefe de la pirámide!» y también están los comentarios sobre su físico perfecto. Pero a decir verdad, esos prefiero no hacerles eco, a diferencia de muchas aquí, conservo más recuerdos con él que ninguna otra y...

Definitivamente estoy celosa.

«¡Controlate, Rachel!»

Su tacto me quema de forma inmediata cuando sus dedos se cierran alrededor de mi brazo mientras me guía hasta el puesto continuo al suyo en la barra de desayunos.

El olor es exquisito y mi estómago protesta.

—¿Qué les sirvo? —nos preguntan al Coronel y a mi. Con una mirada suya me cede la decisión de ordenar por los dos así que reparo al soldado que come con ganas a mi lado.

—Lo mismo que él.

Levanta el pulgar sin apartar la vista del plato.

—Está buenísimo —dice con la boca llena.

—No lo dudo.

El tipo de a lado termina con lo suyo y me ofrece la mano a modo de saludo.

—Paul Alvarets.

Siento la mirada del Coronel fija en mi nuca.

Dudo en si decir mi nombre de exiliada o mi nombre real. Teniendo presentes las palabras que me dijo Christopher con anterioridad, me decido finalmente.

—Rachel James —estrecho su mano rápidamente al sentir una mano pesada en mi muslo. «¡Demonios!»

—Su nombre me resulta familiar —comenta de forma pensativa antes de marcharse dándome oportunidad de relajarme.

Nos ponen una bandeja de comida enfrente que se ve apetitosa, el hambre me revuelve las tripas y me meto una cucharada que... Joder... Que cosa más deliciosa. Tenía años sin probar algo así, mando la cucharada al plato, ansiosa por el próximo bocado.

Un chico con maya en la cabeza se acerca, me causa curiosidad así que aprovecho a repararlo, trae botas y camuflado bajo el mandil. ¿Es un soldado? Es de ojos cafés claros y contextura delgada.

Se queda helado cuando da con Christopher degustando de su comida.

—S-señor déjeme presentarme —habla mirando al hombre a mi lado con ojos ilusionados—. S-soy Stefan Gelcem es un honor conocerlo...

—Lo sé —masculla el imbécil—. Ahora lárgate que quiero seguir comiendo.

El soldado chef desaparece con todo y una sonrisa radiante a pesar de las palabras toscas del patán. Sigo en lo mío, tomando el tiempo de disfrutar cada bocado.

—Que no falte el postre —dejan in Muffin en la barra.

Dudo antes de tomarlo y divirlo por la mitad. Sin mirarlo, le cedo una parte al patán que recién y acaba con su comida. Lo toma con una ceja enarcada pero sin atreverse a decir nada.

Soldado chef regresa.

—E-espero que les haya gustado —murmura con la cabeza gacha mientras pasa un paño por la barra dejándola impecable al retirar nuestros platos. Como Christopher se encuentra ocupado con el móvil, me tomo la tarea de darle mi opinión.

—Con sinceridad te digo que lo resumiré en que, si tuvieras un restaurante, sería tu comensal número uno.

Suelta una carcajada.

—Me está mintiendo porque no quiere que me sienta mal —achina los ojos.

—Para nada —le devuelvo la sonrisa.

La mano de cierta persona cae sobre la barra robando nuestra atención. Christopher se come vivo a Stefan con la mirada, tiene la mandíbula apretada y los ojos flameantes. «Está celoso»

—Nos vamos —gruñe en mi dirección.

Asiento y se aleja un poco dándome la espalda.

—Un placer —rapidamente, le cedo mi mano al soldado chef—. Soy Rachel James.

Sus ojos se abren con incredulidad.

—¿L-la novia del Capitán Bratt Lewis? ¿La soldado que fue rescatada en Positano? ¿No estaba muerta...? —la avalancha de preguntas me deja enmudecida.

Estoy por responder cuando me toman del brazo llevándome con prisa. «Maldito Christopher»

—¡Nos vamos ya! —repite furioso.

—¡Adiós, soldado! —agito mi mano libre saliendo del espacio.

Por encima de mi hombro veo una última sonrisa suya y no mentir; es muy guapo y parece tierno. Necesito saber por qué siendo soldado se encuentra lavando trastes y sirviéndole a sus compañeros.

*°𝑭𝒖𝒄𝒌𝒆𝒅 𝒎𝒚 𝒘𝒂𝒚 𝒖𝒑 𝒕𝒐 𝒕𝒉𝒆 𝒕𝒐𝒑°*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora