*° 20 *°

1.3K 193 35
                                    

Christopher

No me quiere ni ver pero mal por ella porque yo sí.

Finalizamos la reunión con un portazo de mi futura esposa y un regreso sumamente tenso al Penthouse. No me saco de la cabeza algunas escenas desconocidas de ella y yo bailando con una canción asquerosamente empalagosa. Lucía radiante y feliz, a nada de brotar corazones por los ojos mientras nos movíamos al son de la música. No hallo otra explicación que no sea la de una visión a futuro, algo que en serio nos pasará siempre y cuando no afecte la mayoría de los acontecimientos anteriores a ese.

Mientras más preguntas me hago, menos avanzo. Por lo que he meditado lo suficiente una decisión que me facilitará las cosas. O eso quiero creer.

El tornado cabreado de cabello azabache y ojos azules me pasa por un lado encerrándose en la primera habitación libre seguida de mi perro.

«Suyo y mío. Nuestro»

Le hago caso omiso a mi consciencia.

Permitiéndole hacer su show, sigo hasta mi oficina. Mañana es el maldito juicio y luego de eso debo reintegrarme a la misión Petrova. La Élite ha estado recolectando pistas sobre los secretos que se esconden tras las paredes del templo pero no contamos con nada concreto aún. Y sin descuidar la campaña, apenas y tengo tiempo de respirar, beber y follarme a mi candente futura esposa.

Meses atrás conseguí desligarme del apellido Lewis para siempre. Ahora me estaría uniendo al apellido James para el resto de mi vida por gusto y no, no cambiaré de opinión.

Rachel puede pensar que solo quiero casarme con ella porque me es útil para la campaña y porque quiero la quiero lista para follar 24/7, la verdad es que me da igual.

A medida que transcurra nuestro tiempo, notará que no se trata de que ella sea un títere para manipular a mi antojo sino muchísimo más. Es mi mano derecha en todo esto.

***

Toco la puerta sin necesidad de hacerlo. «Es mi puta casa, carajo»

—¿Qué? —pregunta aún enfurecida. Se apoya del umbral y le doy un repaso.

Viste una pijama ridícula de muñecos negros que parecen ser ratas con orejas enormes y shorts rojos. «¿Qué diablos?»

—Bonito pijama, esposa —rechina los dientes.

—No soy tú esposa —gruñe clavándome el dedo en el pecho.

—Pero lo serás —me aproximo entrando a la habitación. Debió escabullirse a la cocina mientras trabajaba en los confines de mi oficina porque hay tazones de golosinas y porquerías sobre la cama donde está plácidamente dormido el perro.

Me tiro en el su lado de la cama dejándola con las manos sobre las caderas y la confusión plasmada en su rostro.

—¿Qué haces aquí?

—Estoy... —leo el título de lo que se reproduce en la pantalla—... viendo al Capitán América—asiento para mí mismo poniéndome cómodo.

Tomo un puñado de papas fritas y me las llevo a la boca. «Ni recuerdo cuando fue la última vez que comí ésto»

Niega resignada y cierra la puerta de la habitación dirigiéndose al otro extremo libre de la cama. Con cuidado, deja sus pies ridículamente pequeños lejos de Zeus al recostarse acercándose más a mí.

—¿Por qué me mentiste?

Rompe el silencio.

—No hubieses aceptado —murmuro evitando mirarla a los ojos.

—Por supuesto que no, pero si al menos me dieras la verdadera explicación...

—No. Es mejor así —«lo mejor para ambos, para mí»

—¿Me lo dirás algún día? —insiste.

Dudo antes de asentir.

«Cuando ya no tengas escapatoria, por supuesto»

Sin el contrato y la campaña de por medio... ¿Qué somos en realidad?

—¿Qué hemos sido siempre?

Parpadea.

—Amantes —responde con un hilo de voz y niego.

—Siempre nos hemos pertenecido, ¿lo olvidas? —su boca se abre ante la impresión que le causan mis palabras—. Tregua —le ofrezco mi mano y es desconfiada al estrecharla. «Hace bien»

—Mañana es el juicio, debes estar lista —suelta un suspiro cansino—. No veo que tengas algo mejor que hacer que pasar tiempo con tu futuro esposo.

—Estás jugando con tú suerte, Morgan —río entre dientes tomándola del brazo para dejarla sobre mi. Se recuesta sobre un lado de mi pecho, cuidadosa. Tomo sus piernas dejándolas sobre las mías y de forma inmediata suelta una risa nerviosa.

No hablamos mientras la película de acción se reproduce, tampoco cuando Zeus se despierta y siendo más que mimado, se recuesta sobre el abdomen de Rachel.

No me voy a mi habitación cuando finalmente la película acaba y ella se queda dormida abrazada a mi cuerpo.

Tampoco despierto esa noche con pesadillas o sueños donde ella es la protagonista, ya sea hablándome al oído o muriendo desangrada sobre mi.

Luego de años, me encuentro nuevamente sin ese vacío imposible de llenar en el pecho.

*°𝑭𝒖𝒄𝒌𝒆𝒅 𝒎𝒚 𝒘𝒂𝒚 𝒖𝒑 𝒕𝒐 𝒕𝒉𝒆 𝒕𝒐𝒑°*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora