*° 10 °*

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Rachel

—¿Condición? —repiten.

Hago un sonido afirmativo.

—Un contrato donde se establezca el tiempo en el que debemos fingir un noviazgo frente al público con sus pautas necesarias en el que ambas partes (Christopher y yo) estemos de acuerdo. Solo eso pido, señor, no es imposible de cumplir.

Bufa sobándose las sienes.

—Más protocolo, James.

—Uno necesario, señor.

—¿Tú estás de acuerdo? —le pregunta al Coronel.

—Si eso quiere, se lo daremos —deja en claro.

—De acuerdo. El abogado de Christopher trabajará en eso y se pondrán de acuerdo con el tuyo para discutir las pautas. Eso es todo por ahora, con respecto al juicio, aún quedan dos días, mañana podrás ver a tú familia. Christopher te llevará a su Penthouse para que te hospedes allí y no, no es negociable, Antoni está preso pero tiene a su gente fuera y están muy intranquilos, no debemos correr riesgo.

Asiento con los nervios en punta. «Me están poniendo contra la espada y la pared al convivir con Christopher de forma tan estrecha»

—Entendido.

—Ya pueden irse —dispone y acatamos la orden.

Una sirvienta en la entrada del lumbral nos espera con la correa de Zeus en mano y la tomo asegurándola al collar del hermoso can.

Una camioneta blindada con guardias armados alrededor, se encuentra aparcada detrás de un deportivo último modelo.

—¿Tuyo?

—Por supuesto —tomando aire profundamente, abordo el asiento del copiloto.

El aroma que reina en el interior es exquisito. Todo se encuentra impecable y en cuanto empieza a andar me enamoro de semejante nave.

Me obligo a no babear con la imagen de él conduciendo tranquilamente con las piernas abiertas y recostado sobre su asiento con aire relajado.

«¡Demonios! Maldito celibato»

—¿Peluquería o tienda? —inquiere y despego la mirada de la ventana.

—¿Qué?

—¿Peluquería o tienda? —repite inexpresivo—. Debes sacarte esa mierda del pelo. Ya me contacté con una enfermera del hospital militar para que me diga como quitarte esas cosas de los ojos también. No tienes nada de ropa, solo la mochila con la que te llevaron así que debemos conseguirte algo. ¿Eso está bien para ti? —me mira de soslayo y asiento sin razón.

¿En qué momento habló con la enfermera? ¿Por qué está al pendiente de cosas que ni yo recordaba? ¿Desde cuando pide opinión para algo?

Reconozco el camino que toma. Me llevará a una de las peluquerías excesivamente costosas de Londres. Lo único que pienso es en el dinero que he ahorrado gracias a no gastar absolutamente nada de la tarjeta que me proporcionó el programa de protección a testigos, pero aún así, no alcanzará para ésto.

Bajamos del auto una vez que nos encontramos fuera del vistoso establecimiento. Una rubia con cuerpo atlético y un iPad en mano, nos recibe.

Le da más barridas a Christopher de las que desearía así que debo controlarme duramente. «No son nada. Seguramente enterró sus sentimientos por tí y está actuando así porque algo quiere de tí»

Trato de convencerme a medida de que la rubia trata de alargar la conversación con un Christopher cortante y desinteresado.

—¿Va a tratar de retenerme todo el día o va a atender a mi mujer? Tenemos prisa —sus duras palabras nos dejan heladas a ambas.

«Mi mujer. ¡Respira, Rachel, respira!»

—D-disculpen —murmura agachando la cabeza.

Me dejo guiar por ella. Tomo asiento en una de las sillas lujosas permitiendo que una experta se encargue de mi cabello.

—... ¿Vamos a tintarlo, no es así?

Asiento entusiasmada. Recién caigo en cuenta que estoy volviendo a ser yo en todos los aspectos y es jodidamente emocionante.

—¿Qué tono? —pregunta acariciando los mechones rubios.

—Negro azabache —le contesto con los labios cosquilleando, mi atención está puesta en el hombre que me observa a través del gran espejo como si no le importase nadie más. Me mira como si aún...

«Corazón cálmate, te lo ruego»

*°𝑭𝒖𝒄𝒌𝒆𝒅 𝒎𝒚 𝒘𝒂𝒚 𝒖𝒑 𝒕𝒐 𝒕𝒉𝒆 𝒕𝒐𝒑°*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora