*° 21 Pt. 2/3 °*

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Rachel

Capto los latidos de mi propio corazón cuando veo al italiano que baja de su sitio, haciéndome una casta reverencia.

Principessa. —Sonríe con malicia.

Mis latidos se vuelven lentos cuando mis ojos se encuentran con los de Antoni, en lo que se endereza. Pese a ser una alimaña asquerosa, posee un encanto aterrador, tiene un atractivo y una elegancia que envuelven de una forma angustiante.

—¡Orden! —exige el juez—. Si no acatan las normas, la audiencia se aplaza.

Los soldados lo alejan cuando Olimpia lo reclama, el italiano no me pierde de vista, mis ganas de irme con ayuda de Christopher crecen y un hombre trajeado me mueve a mi puesto. Hacen sonar el martillo y, al estar en mi sitio, mi campo visual se amplía, logrando que se vuelvan a disparar mis latidos cuando capto al hombre que está ubicado en las primeras sillas de la tribuna, los agentes del comando me rodean, pero me centro en el hombre de ojos grises y con expresión en blanco en la primera fila, siendo el único respaldo con el que ahora puedo contar.

Me sorprende cuando artícula algo con sus labios.

«Ojos en mí»

Muevo la cabeza con un sutil gesto afirmativo.

—Señorita James, preséntese ante el tribunal —ordena el juez.

Me levanto planchando las arrugas de mi falda y la cámara que graba el juicio no deja de apuntarme.

—Mi nombre es Rachel James Michels —me presento y me acercan la Biblia.

—¿Jura decir la verdad y nada más que la verdad? ¿No manipular, ni guardar información que pueda ser útil e involucre a terceros?

—Sí.

—¿Conoce al acusado? —pregunta el abogado defensor.

—Sí.

—Explique cómo y dónde lo conoció.

Me devuelvo más de dos años atrás.

—En Moscú, tuve una misión como infiltrada, era Teniente en la Fuerza Especial Militar del FBI y me encargaron la tarea de seducirlo. Me hice pasar por una prostituta para sacarle información.

—Nunca olvidaré esa noche… —me interrumpe Antoni—. El sabor de tus pechos, lo bien que me supo tu majestuosa boca...

—¡Protesto, señor juez! —Se levanta Olimpia—. Mi testigo no continuará declarando si el señor Mascherano no sigue el debido protocolo.

—Ha lugar —afirma el juez—. Es la última advertencia, señor Mascherano.

Sonríe y cierra los ojos como si estuviera saboreando el recuerdo y yo me asqueo.

La defensa me somete a un interrogatorio de veinte preguntas, donde hablo sobre la adicción y todo lo sucedido en Positano, cómo me inyectaron la droga y el sufrimiento que viví en medio de alucinaciones.

—Háblanos sobre las secuelas de todo esto —me pide Olimpia cuando llega su turno.

—Me tomó un año desintoxicarme y mis estudios médicos demuestran que, en semanas, el HACOC causó daños que a otras drogas le toman meses —explico—. Debo realizarme estudios constantemente, ya que no se sabe qué enfermedades futuras puedan derivar del alucinógeno.

La Viceministra le entrega las pruebas al juez, se habla del peligro que corrió mi familia y de las amenazas que me orillaron a tener que fingir mi muerte. La contraparte alega, ambas partes exponen su punto, las preguntas siguen y aprieto los dedos sobre mi regazo cuando llega la hora de dar el veredicto.

*°𝑫𝒆 𝒍𝒂 𝒇𝒐𝒓𝒎𝒂 𝒄𝒐𝒓𝒓𝒆𝒄𝒕𝒂°*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora