Introducción

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Desembarco del Rey estaba lleno de nombres olvidados y vidas anónimas, pero entre ellas destacaba una niña de cabello oscuro y ojos inquisitivos, conocida simplemente como Lyra. Creció entre las callejuelas del Lecho de Pulgas y en la Calle de la Seda, rodeada de mugre y desesperanza, pero con una chispa de determinación que la diferenciaba de los demás.

Su madre, una prostituta del famoso burdel de la capital llamada Alanna, nunca vivió para ver crecer a su hija. La muerte la reclamó en el momento mismo en que Lyra vino al mundo, dejándola huérfana desde su primer aliento. Elara, una de las mujeres que habían conocido a su madre y con la que tenía muy buena relación le contó sobre el padre de la joven. Alanna había mantenido un breve pero apasionado romance con un noble conocido en Desembarco del Rey, uno de los señores más ricos de la ciudad. Una noche, el noble visitó el burdel junto a sus socios y quedó prendado de Alanna, pero su encuentro fue fugaz y nunca volvió a repetirse. Cuando Alanna descubrió que estaba embarazada, buscó desesperadamente al noble, con la esperanza de que se hiciera cargo de su hija y la sacara del oscuro mundo en el que ella misma estaba atrapada. Sin embargo, cuando finalmente lo encontró y le reveló la verdad, el noble negó todo y la rechazó con frialdad. Lo único que le concedió fue el apellido bastardo, Mares, para que todos supieran que la niña era una bastarda.

Pero Lyra era más que su apellido; era una fuerza de la naturaleza, una luz en la oscuridad, decidida a forjar su propio destino en un mundo que la había dado la espalda desde el principio. Desde entonces, la niña se crió entre las sombras de aquel burdel, rodeada de las risas forzadas y los susurros de los clientes de paso. Pero su hogar no se limitaba a las paredes del burdel; la calle de la Seda se convirtió en su patio de recreo, y entre sus callejones oscuros y sus esquinas sombrías, aprendió lecciones que ninguna niña debería aprender a tan temprana edad.

La joven, con su piel morena, cabello azabache y ojos verdes oscuros, era una visión inusual en aquellos callejones sombríos, pero era una presencia conocida y respetada por muchos. Su valentía era tan evidente como la determinación que ardía en sus ojos, y su inteligencia era su mayor arma en un mundo lleno de desafíos y peligros. A pesar de su corta edad, Lyra había madurado más allá de sus años, forjada por las duras realidades de la vida en Desembarco del Rey. Sin embargo, su espíritu seguía siendo indomable, y su corazón, lleno de esperanza de un futuro mejor. Por aquellas calles, le llamaban "Lyra de la Seda" o "Lyra de las Pulgas". Aunque Lyra tuviera un apellido, allí nadie lo tenia, y muy pocos sabían de la existencia del apellido de la chica, por lo que todos tenían un apodo para ser reconocidos.

Lyra, con apenas diez años de edad, correteaba por las calles de Desembarco del Rey como lo había hecho muchas veces antes. Entre el bullicio de la ciudad y el aroma de la comida callejera, se deslizaba como una sombra, buscando su próxima comida y esquivando a los guardias de la ciudad con la agilidad de una gata callejera.

Ese día, mientras se aventuraba por un puesto de comida, su estómago rugía con hambre. Una manzana reluciente llamó su atención, tentándola con su frescura. Sin pensarlo dos veces, Lyra se lanzó hacia ella, con la esperanza de saciar su hambre. Pero su suerte parecía haberse agotado, ya que la dueña del puesto la vio y gritó, llamando la atención de los guardias cercanos.

Los guardias se abalanzaron sobre Lyra, sus manos ásperas listas para castigar su atrevimiento. Estaba a punto de recibir el castigo merecido cuando, de repente, una voz autoritaria interrumpió la escena.

—¡Deténganse! —resonó la voz.

Lyra alzó la mirada, encontrándose con la figura de un hombre imponente, con porte noble y mirada firme. Era un hombre mayor, vestido con ropas elegantes que denotaban su posición privilegiada en la sociedad. Su presencia era tan dominante que los guardias retrocedieron, dando paso a su autoridad.

Bajo el velo de la seda || Jacaerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora