Capítulo 5

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Habían pasado algunos días y Lyra había estado evitando al príncipe Aegon por todos lados. Cuando acababa de cuidar a los pequeños Aegon y Viserys, se dirigía directamente a sus aposentos. Sera, su amiga y compañera, comenzó a preocuparse por ella. Las demás damas paseaban por el castillo o por los jardines, disfrutando de su tiempo libre, pero Lyra no.

—Lyra, ¿quieres salir un rato? —preguntó Sera con una sonrisa, tratando de animar a su amiga.

Lyra negó con la cabeza mientras se preparaba para bañarse. —No, prefiero quedarme aquí. —respondió, evitando la mirada de Sera.

Sera se acercó, su preocupación evidente en sus ojos. —Lyra, ¿qué te pasa? Estoy preocupada. Llevas varios días sin salir y pareces estar siempre con miedo.

Lyra se giró, suspirando profundamente. Sabía que no podía seguir guardándose todo para sí misma. —Sera, hay algo que debo contarte. —dijo con voz temblorosa.

Sera se sentó a su lado, tomándola de la mano para darle apoyo. —Puedes decirme lo que sea, Lyra.

Lyra tomó aire y comenzó a relatar lo sucedido. —En el banquete... el príncipe Aegon me llamó para que le sirviera más vino. Cuando me acerqué, comenzó a mirarme de una manera... incómoda. Me tocó, Sera. Me hizo sentir... sucia. —sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar—. Me dijo que fuera a sus aposentos esa noche. Sentí tanto miedo. No sabía qué hacer.

Sera la escuchó atentamente, sus ojos llenos de empatía y rabia contenida. —¿Te hizo algo más? —preguntó con suavidad.

Lyra negó con la cabeza, su voz apenas un susurro. —Desde entonces, he estado evitando salir. Tengo miedo de volver a encontrarme con él y que haga algo más grave.

Sera la abrazó con fuerza, tratando de consolarla. —Lyra, no estás sola. No eres la única a la que le ha pasado esto. —le dijo con firmeza—. Aegon ha hecho lo mismo con otras chicas. No te culpes a ti misma. No es tu culpa.

Lyra se quedó en silencio por un momento, asimilando las palabras de Sera. —¿Qué puedo hacer? —preguntó finalmente, su voz llena de desesperación.

—Si vuelve a pasar, me lo dices a mí o a la mujer que se encarga de nosotras. —respondió Sera—. No tienes que enfrentarlo sola. Vamos a encontrar una manera de protegernos.

Lyra asintió, sintiendo un pequeño alivio al saber que no estaba sola. —Gracias, Sera. No sé qué haría sin ti.

Sera le sonrió, dándole un apretón en la mano. —Siempre estaré aquí para ti, Lyra. Ahora, ¿por qué no nos tomamos un tiempo para relajarnos? Vamos a darnos un buen baño y luego veremos qué podemos hacer para distraernos un poco.

Lyra sonrió débilmente, sintiendo un pequeño rayo de esperanza. —Sí, eso suena bien.

Las dos amigas se dirigieron al baño, y aunque el miedo seguía ahí, Lyra se sintió un poco más fuerte con Sera a su lado. Sera estuvo pendiente de Lyra durante todo el día, tratando de animarla con pequeños gestos y palabras de aliento. Cuando estuvieron listas, Sera le propuso salir a pasear por los jardines.

—Vamos, Lyra. Un poco de aire fresco te hará bien. —dijo Sera con una sonrisa alentadora.

Lyra asintió, sabiendo que necesitaba salir de su encierro autoimpuesto. Como ya no estaban en su horario de trabajo, podían ponerse ropa más cómoda. Ambas se pusieron vestidos ligeros y se dirigieron a los jardines exteriores.

El sol brillaba cálidamente y una suave brisa acariciaba las flores y los árboles. El aroma de las plantas y el canto de los pájaros creaban un ambiente de tranquilidad que contrastaba con la agitación interna de Lyra. Sin embargo, la compañía de Sera y la belleza del entorno comenzaron a calmar sus nervios.

Bajo el velo de la seda || Jacaerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora