Capítulo 6

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Los días en la Fortaleza Roja eran a menudo una mezcla de actividades frenéticas y momentos de calma que parecían más bien preludios de nuevas tormentas. Para Lyra, estos días habían sido especialmente inquietantes. Los rumores se habían propagado por todo el castillo como un incendio, y los sirvientes murmuraban entre ellos en los pasillos oscuros y las cocinas iluminadas por el fuego.

Lyra se encontraba cuidando a los pequeños Aegon y Viserys. El bullicio del castillo se filtraba a través de las paredes gruesas, y aunque ella intentaba concentrarse en sus tareas, no podía evitar escuchar fragmentos de conversaciones y susurros que llegaban hasta sus oídos. Los murmullos sobre la sucesión de Marcaderiva y las graves acusaciones lanzadas por Vaemond Velaryon contra la princesa Rhaenyra y sus hijos eran imposibles de ignorar.

—Dicen que Vaemond ha llamado a los príncipes bastardos, ¿puedes creerlo? —susurró una de las sirvientas a su compañera en la cocina adyacente.

Lyra se estremeció al escuchar esas palabras. Sabía que las tensiones en la corte eran siempre latentes, pero nunca había sentido una atmósfera tan cargada como la de esos días. Trató de enfocarse en los niños, pero la inquietud no la abandonaba.

Mientras Lyra jugaba con los pequeños, la puerta se abrió repentinamente y apareció la princesa Rhaenyra. Su expresión, generalmente serena y compuesta, mostraba signos claros de preocupación y agotamiento. Sus ojos buscaban a Lyra, reflejando una mezcla de ansiedad y necesidad de apoyo.

—Mi princesa, ¿todo está bien? —preguntó Lyra, levantándose rápidamente y haciendo una reverencia.

Rhaenyra suspiró, tratando de mostrar una calma que evidentemente no sentía. —No te preocupes, Lyra. Todo está bien —dijo, aunque su tono de voz y su rostro mostraban lo contrario.

Lyra observó a la princesa con preocupación. —Si necesita descansar, princesa, yo puedo quedarme con los príncipes.

Rhaenyra le dirigió una mirada agradecida, sus ojos llenos de una profunda fatiga. —Te lo agradezco, Lyra.

—Había pensado en sacarlos fuera a jugar un poco. Como me dijo que siempre le avisara, quería consultárselo primero —dijo Lyra, tratando de aliviar un poco la tensión del momento.

Rhaenyra asintió lentamente, un destello de alivio cruzando por su rostro. —Está bien. Sería bueno para ellos salir y respirar aire fresco. Gracias, Lyra.

Lyra le sonrió, intentando transmitirle un poco de calma y seguridad. —No hay de qué, mi princesa.

Rhaenyra esbozó una leve sonrisa antes de girarse para salir de la habitación. Lyra la observó irse, sintiendo la pesada carga que la princesa llevaba sobre sus hombros.

Lyra continuó cuidando a los pequeños, tratando de mantener una fachada tranquila pese a la agitación interna. Después de un rato, llevó a los niños a dar un paseo por los jardines para despejarse un poco. Mientras caminaban entre los árboles y las flores, el murmullo del castillo continuaba resonando en su mente y en los pasillos.

De repente, notó una figura familiar en uno de los patios de entrenamiento. Jacaerys, el príncipe mayor, estaba allí, entrenando con su espada. Su rostro estaba tenso, y cada movimiento de su espada parecía cargado de ira contenida. Viserys y Aegon, al ver a su hermano, corrieron hacia él con alegría. Jacaerys, dejando momentáneamente de lado su enojo, se agachó para recibirlos en un abrazo rápido.

—Hermano, ¿estás entrenando? —preguntó Aegon, admirando la espada de Jacaerys.

—Sí, Aegon. Pero vosotros deberían estar con Lyra, ¿no? —respondió Jacaerys, tratando de sonreírles.

Bajo el velo de la seda || Jacaerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora