Where I belong

Capitulo 1

Me despierto agita, sudando, luchando desesperadamente por respirar, golpeo mi frente contra la puerta del baño, "oh, no de nuevo", froto con mi mano sobre el golpe.

Resoplo frustrada, es la cuarta vez esta semana, las pesadillas me despiertan, es algo que no puedo controlar, algunas veces unas son peores que otras, temo dormir en la cama me da la sensación de que ser atrapada en cualquier momento, así que término encerrándome en el baño con una almohada y un par de mantas, para mi mala suerte termino golpeándome la cabeza, cada que tengo una pesadilla.

Miro el reloj que instale en el baño, son apenas las dos de la mañana, Dios, espero que pronto llegue el día en que pueda dormir por toda una noche. Trato de acomodarme nuevamente en el suelo, miro un par de minutas el bombillo encendido en el baño, no puedo dormir sin luz, siempre me aterro la oscuridad, empeoro con él, "no, no vayas ahí", sacudo mi cabeza para tratar de bloquear mis recuerdos.

Me repito que tengo que volver a dormir, que mañana tengo que mudarme a los dormitorios de la universidad y necesito todas mis fuerzas para eso. "A quien engaño", me levanto del suelo, sé que no seré capaz de volver a dormir esta noche, asomo cuidadosamente mi cabeza, verificando que no haya nadie afuera, camino lento, mirando hacia todos lados, bajo lentamente las escaleras, estoy cerca de la cocina, miro sobre mi hombre, solo un segundo para estar segura de que nadie está detrás de mí.

Grito al chocar contra algo o más bien alguien, caigo sobre mi trasero, instintivamente alzo los brazos sobre mi rostro para tratar de protegerme. —Mia, querida ¿estás bien?—. Bajo mis brazos con lentitud para ver a Ann extendiéndome la mano, dejo salir el aire que no sabía que estaba reteniendo.

—Sí, yo, lo siento, quería un poco de café—. Murmuro con voz temblorosa, cada parte de mi lucha por desacelerar mi corazón, me levanto con su ayuda, bueno no es que ella sea muy fuerte, tiene sesenta años, su cabello rubio tiene varios mechones de color blanco, ella asiente dirigiéndose a la cafetera, me siento en la silla del comedor, convenientemente instalado en la cocina.

— ¿Otra vez?—.Pregunta preparando el café, mirándome detenidamente con sus ojos color avellana.

—Sí, otra vez—.Sé que ella pregunta por las pesadillas, ha estado en varias ocasiones, las peores para mi vergüenza, los primeros días que llegue aquí, Ann me sostuvo mientras lloraba y gritaba.

La policía no sabe quién soy, yo no sé quién soy, de dónde vengo, quienes son mis padres, trataron de encontrar a algún familiar, pero no han tenido mucho éxito en la búsqueda, nadie ha querido decírmelo pero sé que ya dejaron de intentarlo. Después de todo ha pasado un año desde que la hija de Ann me encontró, Cindy era la policía aquella noche, después de estar internada en el hospital fui interrogada por varios oficiales.

Fui inútil prácticamente, no sabía dónde o quien era él, preguntaron muchas cosas, pero yo no sabía nada, no recordaba mucho antes de él, me reubicaron en una casa del estado, tenía diecisiete años, para cuando cumpliera dieciocho no tendría un lugar a donde ir, de no ser por Cindy y Ann estaría en la calle.

Resulto que Cindy tiene un gran corazón, me visito todo el tiempo que estuve en ese lugar, me llevaba ropa, dulces, lo que fuera que necesitara, inclusive toallas para mi periodo, su madre Ann tiene uno aún más grande, después de escuchar mi historia, contada por la misma Cindy, decidió que tenía que hacer algo al respecto, así que movió un par de hilos que tiene en el sistema, gracias a que su marido fue un oficial de policía condecorado, solo llevaba un mes y medio cuando me sacaron de ese lugar.

He estado aquí, en su casa desde entonces, solo somos Ann, Cindy y yo. Su esposo y padre de Cindy murió hace varios años en su turno nocturno, se suponía que debía volver a casa pero tomo una hora más en el trabajo, un chico le disparo mientras trataba de robar en una tienda. Una lástima él sonaba como un bueno hombre, si es que acaso eso existe, yo no sé de buenos hombres.