Hace mucho tiempo el diablo convenció a Dios para que una vez cada 1000 años le enviara a uno de sus ángeles. Prometiendo que si una de esas divinas criaturas descendía al infierno, él dejaría libre las almas de 1000 hombres pecadores, liberándolos...
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El manto nocturno se pintó de un interesante e intenso magenta con tonalidades violetas para las partes más alejadas de los reflejos de la luna. El astro se había pintado de un rojo carmín, con halos naranjas, los cuales no provenían de los rayos del sol, no, estos efectos eran provocados por dos estrellas que parecían estar renovando su existencia, consumiéndose entre explosiones.
Ni un solo ángel tenía permitido la creación de nuevos astros en el manto celestial, había quedado prohibido desde siglos atrás, pues eso daba libertad a la expresión, era un pobre intento para evitar que nuevamente surgieran ideas revolucionarias poniendo en contra los mandatos sagrados.
La creación de nuevos cuerpos celestes fue lo que alertó a Miguel quien apenas estaba regresando a sus aposentos en el cielo, donde pudo observar los cambios bruscos y con agilidad se movió hasta el observatorio donde los eruditos que estudiaban las constelaciones de todos llevaban un registro de cualquier cambio.
Nadie podía existir sin pasar por las manos y la decisión de los arcángeles, ni un solo hombre pasaba desapercibido de la vista de Dios, pero aquel espectáculo estaba siendo algo inusual y jamás visto. O quizá para los nuevos ojos divinos aquello fue algo inaudito, mientras que el caos crecía en cada uno de los arcángeles temiendo otra rebelión.
- Señor - habló alarmado uno de los ángeles, acercándose al arcángel con miedo palpable, el cual brotaba de cada poro - ambas estrellas están teniendo reacciones extrañas, provocan un campo de atracción entre ellas.
- ¿Crees que no soy consciente de eso? - su ceño fruncido, su puño apretando el mango de su espada y el rostro bañado en ira hacía temblar al otro -. Lo que yo necesito y espero saber de ustedes, los grandes eruditos del cielo, es... ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué lo provoca? - señaló hacia la dirección donde se encontraban ambas estrellas.
- No estamos seguros - su mirada no pudo mantenerse ante la contraria, notando de inmediato la tensión en el cuerpo de su superior -. Lo único que podemos decir es que si siguen de esa manera, será cuestión de horas para que...
- ¿Qué? ¡Habla ya!
- Colisionarán y harán una enorme explosión.
- No es posible, ¿por qué...? - incrédulo ante lo que sus propios ojos admiraban, se giró hacia el otro ángel, con un semblante impasible, ocultando su ira lo mejor que pudo -. La estrella que cambiaba, ¿qué sabes de eso?
- Esa aún está activa. Tiene periodos en los que de nuevo genera explosiones, pero así como inicia se apaga. Es una constante como un ciclo cambiante.
- Eso quiere decir que no es el mismo - murmuró para sí mismo, confirmando sus sospechas al ver una negación, tensándose al tener al otro ángel a su lado.
- Mi señor, estas dos estrellas pertenecen a dos de nosotros - Miguel giró en su dirección, casi obligándolo a que siguiera hablando, notando perfectamente el miedo, deslumbrando sus ojos plateados - una es de un pequeño ángel guardián...