Hace mucho tiempo el diablo convenció a Dios para que una vez cada 1000 años le enviara a uno de sus ángeles. Prometiendo que si una de esas divinas criaturas descendía al infierno, él dejaría libre las almas de 1000 hombres pecadores, liberándolos...
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El cielo se encontraba en alerta, los arcángeles lo habían percibido y los querubines eran los más sensibles al sentir aquel despliegue de poder, algunos comenzaban a rumorear entre ellos que algo sucedía en la tierra, además del hecho que la conexión con uno de los suyos se perdió de un segundo a otro. Dios había mandado a llamar a su fiel seguidor. El arcángel no dudó en acudir a él, haciendo que su presencia intimidara a todos a su paso.
Miguel llevaba empuñada su espada como un viejo hábito arraigado en él, siempre preparado para atacar a cualquier ser que se atreviera a siquiera pensar en lastimar a los suyos nuevamente, o bien creerse capaz de luchar contra todos los ejércitos angelicales, no, eso no sería posible.
- Mi señor, los ángeles del observatorio mencionan que están ocurriendo anomalías en las constelaciones, así como uniones poco usuales - uno de sus subordinados se estaba encargando de informarle lo que estaba sucediendo, al menos hasta donde llegaban sus conocimientos.
- Asegúrense de que todos los guardianes permanezcan alertas a sus protegidos, ni un solo ángel o legión tiene permitido bajar a la tierra si no es necesario, debemos cuidar a todos aquí - ordenó de inmediato, obteniendo solo silencio por parte contraria, alzó una de sus cejas mientras que su cuello se tensó al no recibir una respuesta - ¿Entendiste? - el ángel asintió, un simple movimiento que no podía calificarse como digno de un subordinado de sus legiones.
- ¿Qué diremos si preguntan?
- ¿Acaso he dicho que esto es una opción para permitir cuestionamientos?
- No, señor - la reverencia que brindó el ángel estaba cargada de arrepentimiento, culpa e incluso impotencia al saber que sus palabras podía ser malinterpretadas e incluso castigadas - disculpe mi atrevimiento a desafiarlo.
- Retírate, estaré ocupado - el lugar al cual se dirigió le estaba dando la bienvenida, no importándole que el ángel a su lado pareciera sufrir por los gritos angustiosos que se escuchaban al otro lado - si obtienes más información asegúrate de reportarlo.
- Sí.
Las puertas doradas cubiertas por cúmulos de nubes se abrieron solo para él, pues entre todos los seres angelicales, los arcángeles era los únicos con el poder de atravesar ese lugar el cual recorrió con su mirada, dejando a la vista los miles de almas que estaban siendo juzgadas para obtener el perdón eterno, todas y cada una ellas eran custodiadas por los serafines quienes no eran especialmente afectos a ese tipo de encuentros con los arcángeles.
Esos seres sin forma eran los predilectos para acompañar a las almas del purgatorio y a quienes fallecieron en la gloria del cumplimiento de las doctrinas impuestas. La cantidad de serafines había disminuido luego de la rebelión causada por Lucifer, ya que fueron los primeros en ser atacados para consumir su poder. Además del hecho de que Dios decidió limitar la creación de más.
El creador era sabio, mantener a las masas controladas evitaría otra rebelión más, Miguel era fiel seguidor a esos pensamientos, los ángeles de menor rango también eran erradicados cada cierta cantidad de tiempo, la creación de más de ellos era limitada, ya que Dios elegía a unas pocas parejas para que formaran un vínculo y de esa misma unión hacer nacer un nuevo ser.