En el principio, no había más que oscuridad y un silencio profundo. No existía el tiempo ni el espacio, solo la presencia eterna de Dios. En un acto de desinterés y expandiendo su propia existencia, Dios decidió dar vida al universo y a todo lo que en él habitaría, llenar el vacío con algo nuevo, que la materia que flotaba sin un fin tuviera un sentido.
En el primer día, Dios pensó "¿cómo puedo hacer para que todo a mi alrededor sea visible?", entonces, observando que de sus propias manos emanaba luz divina, dijo: "¡Que haya luz!" Y en un instante, la luz brilló en la oscuridad. Dios vio que la luz era buena, y la llamó "día", pero no viendo que aquellos astros lejanos solo podían apreciarse en la penumbra, decidió que ambas fuerzas se complementaran llamando a la oscuridad "noche". Así, comenzó la danza armoniosa entre la luz y la oscuridad.
- ¿Señor, esto es bueno o malo? - cuestionó uno de sus ángeles más allegados.
- Este es el principio. No es ni bueno, ni malo, solo es el inicio de algo más grande.
El ángel no comprendió a qué se refería, más no se atrevió a cuestionar los mandatos de su señor, limitándose a solamente acompañarle, pues le invadía la curiosidad de a dónde llevaría todo aquello.
En el segundo día, Dios separó las aguas del cielo de las aguas de la tierra. Levantó un firmamento, un cielo expansivo que separaba las aguas del océano de las aguas que flotaban en el aire. Dios llamó al firmamento "cielo".
- Señor, esto es verdaderamente inefable, en toda su inmensidad ha decidido crear un lugar solo para nosotros.
- No solo para nosotros, también están los astros que brillan con tanta intensidad.
- Bueno, pero esas son cosas sin vida alguna, seguimos siendo los que reinamos.
- Tienes razón, esto es muy solitario, deberíamos arreglar eso - el ángel no comprendió aquellas palabras, ¿que era aquello que necesitaba su señor para arreglar algo tan bello?
En el tercer día, Dios llamó a la tierra seca "tierra" y a las aguas "mares". De la tierra, hizo surgir la vegetación, con hierbas, árboles y flores de variadas formas y colores. Cada uno de ellos recibió el poder de crecer y multiplicarse, llenando la tierra con su belleza.
-¿Ahora, señor, estás satisfecho con lo que has creado? Este lugar es hermoso, tanta vida rodeándolo, multiplicándose por todas partes, es más que perfecto.
- Aún no Lucifer - Dios vio cómo la luz nunca abandonaba aquella tierra, haciendo que fuera imposible ver hacia el cielo que también guardaba infinidad de secretos por descubrir.
- Pero señor, ya lo tienes todo, qué más puedes anhelar de este lugar.
- Más, Lucifer, mucho más.
Más. Esa palabra hizo que el pensamiento del ángel cambiara respecto a lo que ya poseía, ¿podía tener más? Si Dios podía querer más, por qué él no podía anhelar algo como eso, si habían sido creados para ser tan poderosos, qué lo detenía de buscar eso que su señor decía. Sí, él podía tener más y con esa idea dejó que Dios disfrutara de su creación para así correr la voz de lo que había descubierto.
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El Cordero del Diablo
EspiritualHace mucho tiempo el diablo convenció a Dios para que una vez cada 1000 años le enviara a uno de sus ángeles. Prometiendo que si una de esas divinas criaturas descendía al infierno, él dejaría libre las almas de 1000 hombres pecadores, liberándolos...