El teléfono empezó a sonar cuando NuNew, después de dejar a los mellizos acostados, bajaba las escaleras. Maldijo entre dientes, se colocó sobre la cadera al pequeño Daniel y bajó apresuradamente los últimos escalones para descolgar el teléfono del recibidor. Se detuvo paralizado al verse reflejado en el espejo que había sobre la mesita del teléfono.
«¡Dios mío, estás hecho un desastre!», se dijo con desconsuelo. El pelo, de un negro pálido y recogido en un moño medio despeinado, estaba húmedo y le caía sobre la frente. Tenía las mejillas coloradas y la camisa azul claro mojada en varios sitios, allí donde sus tres hijos, a los que acababa de bañar, lo habían salpicado. Daniel empeoraba el aspecto de su padre todavía más tirando de los botones de su camisa, esforzándose por descubrir uno de sus pechos. Si ya normalmente era un niño inquieto, en aquellos momentos estaba, además, cansado e impaciente.
–No –le dijo NuNew con dulzura pero con firmeza, quitándole la mano de la camisa– Espera.
Besó su cabecita y descolgó el teléfono, sin dejar de fruncir el ceño ante lo que veía en el espejo;
–¿Diga? –dijo distraídamente, sin darse cuenta de la pequeña pausa que hizo la otra persona antes de responder.
–¿NuNew? Soy Mali.
–¡Hola, Mali!
NuNew hizo un gesto de sorpresa y se relajó al escuchar a su amiga, y, al hacerla, se dio cuenta de que, hasta ese momento, había estado muy tenso, lo que hizo que volviera a ponerse tenso de nuevo. Estaba perplejo, últimamente, se había sorprendido muy tenso demasiadas veces.
–¡Daniel, por favor! ¡Espera!
El niño gruñó y él, en broma, le devolvió otro gruñido. En sus ojos oscuros se reflejaba todo el amor y la alegría que sentía por su hijo. Era el más exigente de sus hijos y el de peor carácter, pero lo quería tanto como a los gemelos. ¿Cómo no iba quererlo si tenía los mismos ojos grises de su padre?
–¿Todavía no has acostado a esos mocosos? –dijo Mali con un suspiro.
No se molestaba en ocultar que, para ella, los niños eran un incordio. Aunque era el modelo de mujer triunfadora, no tenía tiempo para los niños. Era alta y pelirroja, y su vida transcurría en un nivel muy diferente al de NuNew. Mali era la sofisticada mujer de mundo, mientras que NuNew era el abnegado amo de casa y padre de familia.
Pero era la mejor amiga de NuNew. En realidad, era la única amiga que NuNew había conservado desde los tiempos del instituto. La única que vivía en Bangkok, como Zee y él. Las demás, por lo que él sabía, seguían viviendo en Phuket.
–Dos ya están en la cama y uno está a punto –dijo NuNew–. Daniel tiene hambre y está impaciente.
–¿Y Zee? ¿Todavía no ha llegado?
NuNew detectó el tono de desaprobación de su amiga y sonrió. A Mali no le gustaba Zee. Saltaban chispas entre ellos cada vez que se veían.
–No –respondió NuNew, y añadió con cierta tristeza–: así que puedes meterte con él cuanto quieras, que no te va a oír.
En realidad, era una vieja broma entre los dos amigos.
NuNew nunca se había molestado porque Mali le manifestara su opinión acerca de Zee. Siempre había permitido que le dijera lo que no se atrevía a decirle a Zee a la cara. Pero, aquella vez, un extraño silencio siguió su comentario.
–¿Ocurre algo? ––le preguntó a Mali.
–Maldita sea –dijo Mali entre dientes– Sí, la verdad es que sí. Escúchame, NuNew. No me siento muy mal por hacer esto, pero tienes derecho a...
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infiel ; zeenunew
RomanceNuNew y Zee tenían tres hijos y formaban un sólido matrimonio, o al menos eso era lo que NuNew pensaba. Adaptación.