El Tentador

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Resumen: Miguel No soporta ver cómo tu marido te descuida. 

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Si había algo que Miguel odiaba, era que la vida fuera demasiado generosa con quienes no lo merecían ni en lo más mínimo. Es decir, un idiota para un compañero de trabajo y, lamentablemente,  tu marido.

¿Cómo pudo un tipo como él terminar con una esposa como tú? Estaba más allá de su comprensión. El hombre era apático, con poco o ningún encanto, grosero y un absoluto bastardo.

—Ella es eh, mi esposa—Había dicho rotundamente. Tu nombre se sintió como papel de lija en su lengua cuando salió de ella mientras te presentaba al resto en una pequeña fiesta en Alchemax.

Miguel había notado la pequeña punzada de dolor cruzando tu rostro angelical. Quería darle un puñetazo directo en la cara, incluso algunas de las otras parejas habían notado la pequeña tensión. Pero te quedaste ahí, intentando dar tu mejor sonrisa. La cinta dorada alrededor de tu dedo y la mirada amorosa que tus ojos dirigieron a tu esposo fueron un claro "Ni siquiera lo intentes" para él.

Pero por una vez en la vida, a Miguel no le importó.

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No sabía exactamente cómo había comenzado el enamoramiento por ti. Al principio pensó que simplemente se sentía solo y que sus ojos vagaban demasiado. Pero cuando visitaste a tu esposo, con una bolsa de almuerzo en mano,  para darle una sonrisa deslumbrante al verlo, y él recibiéndote con una sonrisa casi fingida, hizo que su corazón se rompiera un poco más.

—Hola—  Estabas a punto de besarlo pero él simplemente retrocedió.

—Estoy trabajando.

Cabizabaja, asentiste con derrota, —Está bien, está bien. ¿Nos vemos luego?

Él simplemente asintió rápidamente y puso la lonchera sobre su escritorio. No había ni una pizca de amor en su beso de despedida, notó Miguel. Una vez que saliste, tu esposo rebuscó en su contenido mientras ponía los ojos en blanco.

Miró a su alrededor y vio a Miguel con una taza en la mano.

—Oye, amigo.— Lo llamó y le ofreció.

—¿Quieres un poco?— Miguel lo observó de pies a cabeza pero solo asintió. Parecía la única manera de poder tener un poco de ti en aquel momento.

—Toma lo que quieras. Mi esposa siempre se excede con la comida.— Miguel tomó el pequeño recipiente de postre. Sabía divino. Sólo coincidía con tu propia dulzura.

Bastardo Suertudo .

Ah, lo era. Sus cejas se juntaron mientras seguía regalando toda la comida que con tanto cariño le habías preparado.

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—¿Podemos hablar de esto más tarde? No puedes seguir visitándome cada vez que se te ocurra.— Su molestia era más que evidente ante las constantes llegadas y visitas inesperadas.

—Pero sigues olvidándote del almuerzo en casa, no puedo dejarte así-

—Está bien, aquí tenemos máquinas expendedoras.— Tu marido refunfuñó, pero no pudiste evitar sujetar fuertemente la lonchera contra tus brazos, entristecida por su frío rechazo.

—Ya veo. Lo siento.— Le diste una pequeña sonrisa, —¿Nos vemos luego?

—Estoy ocupado hoy. Puede que llegue un par de horas tarde. No me esperes.

Simplemente asentiste mientras Miguel tensaba la mandíbula.

¿Cómo se atrevía ese canalla ?

Te fuiste.

Miguel O'Hara Oneshots & DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora