epílogo

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El amanecer llegó lentamente, cubriendo el cielo con un velo de tonos rosados y dorados. El castillo de Hogwarts, aún envuelto en el eco de los eventos trágicos de la noche anterior, parecía más sombrío que nunca.

El contraste entre la belleza del amanecer y la tragedia reciente era casi cruel. La luz del sol, siempre símbolo de esperanza, se sentía irónicamente inapropiada.

Los primeros rayos de sol tocaron las ventanas del aula vacía donde se había desarrollado el fatídico enfrentamiento. Las paredes aún resonaban con la energía de los hechizos, y el suelo estaba marcado con las cicatrices de la batalla.

En el centro de todo, el cuerpo de Ruby yacía inmóvil, su piel pálida bajo la luz creciente. Draco, herido, pero no mortalmente, se encontraba a su lado, sus ojos hinchados por las lágrimas y el dolor. La realidad de la pérdida pesaba sobre él como una losa.

En las horas siguientes, la noticia de la tragedia se extendió por el castillo como un reguero de pólvora. Estudiantes y profesores se reunieron en silencio, sus rostros una mezcla de incredulidad y tristeza.

La profesora McGonagall, con una expresión de acero templado por el dolor, organizó una ceremonia improvisada para honrar a Ruby. Los estudiantes de Gryffindor, especialmente, se congregaron alrededor de la torre, susurrando recuerdos y promesas de venganza.

En el lago, las aguas parecían reflejar el luto del castillo. Los árboles alrededor, normalmente llenos de vida y susurros del viento, estaban callados. La naturaleza, en su sabiduría antigua, parecía estar de luto también.

Las criaturas del Bosque Prohibido, sensibles a los cambios en el aire, permanecieron ocultas, conscientes de la tragedia que había golpeado a los habitantes del castillo.

Draco, con el corazón destrozado, se retiró al bosque, buscando consuelo en la soledad. Necesitaba alejarse de las miradas acusadoras, de los susurros y las especulaciones. Caminó sin rumbo fijo, sus pasos pesados y lentos.

La luna, aunque ahora invisible, parecía seguirlo, su presencia inmutable aún presente en su mente.

Finalmente, se detuvo junto a un claro donde la luz del sol apenas penetraba. Se dejó caer al suelo, su espalda apoyada contra el tronco de un árbol viejo y nudoso. Cerró los ojos, dejando que el silencio del bosque lo envolviera. Sentía que había fallado en todos los aspectos posibles. Había prometido proteger a Ruby, y ahora ella estaba muerta.

Mientras se sentaba allí, perdido en sus pensamientos, el bosque comenzó a cobrar vida a su alrededor. Las hojas susurraban con el viento, y los animales pequeños se movían en la maleza. Draco no los notaba, su mente atrapada en un ciclo de dolor y culpa.

Pero entonces, un sonido suave rompió el silencio: una voz conocida, cálida y consoladora.

—Draco...

Abrió los ojos bruscamente, su corazón acelerándose. Frente a él, de pie entre las sombras del bosque, estaba Ruby. Pero no era la Ruby que recordaba, su cuerpo tangible y cálido. Esta Ruby era etérea, una figura translúcida bañada en una luz suave y plateada, como la luna misma.

—Ruby... —su voz era un susurro, incrédula.

Ella sonrió, una expresión triste, pero llena de amor.

—No puedo quedarme mucho tiempo —dijo ella, su voz resonando en el aire como una melodía distante—. Solo vine para decirte que no fue tu culpa.

—Pero yo... —Draco comenzó, su voz quebrándose—. No pude protegerte. Te fallé.

Ruby negó con la cabeza suavemente.

—Hiciste todo lo que pudiste. Y al final, fue mi decisión estar allí. No me arrepiento de haber luchado a tu lado. Lo único que lamento es no poder estar contigo ahora, en la forma en que desearía.

Las lágrimas llenaron los ojos de Draco.

—Te extraño tanto, Ruby. No sé cómo seguir sin ti.

Ruby se arrodilló frente a él, levantando una mano espectral para tocar su mejilla. Aunque su mano atravesó su piel, Draco sintió un calor reconfortante.

—Siempre estaré contigo, Draco. En cada recuerdo, en cada momento que compartimos. La luna será nuestro vínculo. Cuando la mires, piensa en mí. De alguna manera, siempre estaré observando, cuidándote.

Draco asintió lentamente, sus lágrimas cayendo libremente ahora.

—Prométeme que seguirás adelante —dijo Ruby, su voz firme pero gentil—. Vive por los dos. Encuentra la manera de ser feliz, aunque parezca imposible ahora.

—Lo prometo —murmuró Draco, su voz apenas audible.

Ruby sonrió una vez más, su figura comenzando a desvanecerse.

—Adiós, Draco. Te amo.

—Te amo, Ruby —respondió Draco, su voz llena de una tristeza desgarradora.

La figura de Ruby se desvaneció por completo, dejando a Draco solo en el claro. El bosque se sintió vacío sin su presencia, pero Draco supo que había encontrado una forma de seguir adelante.

La promesa que le hizo a Ruby sería su ancla, su guía en los días oscuros que vendrían.

Con un último vistazo al claro, Draco se levantó y comenzó a caminar de regreso al castillo. Sabía que el camino hacia la recuperación sería largo y arduo, pero estaba decidido a honrar la memoria de Ruby de la mejor manera posible: viviendo su vida plenamente, con la misma valentía y fuerza que ella siempre había mostrado.

Ahora si,

FIN.

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