Capítulo 6

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Leopardo bufó molesto mientras se sacudía una bola de musgo de la uña. Hoja de Arce lo había encargado oficialmente de cambiar el musgo de la maternidad y la guarida de los guerreros, y todo porque era ''ruidoso'' e ''impulsivo''.

No negaba que tenía que pulir sus cualidades. Después de todo, nadie es perfecto. Además, le habían contado que su mentora tampoco había sido precisamente un encanto. A veces le entraban ganas de sacarla del sueño en medio de la noche y reclamarle su falta de paciencia y tacto con él. Pero no lo hacía. 

A pesar de su frustración, intentaba esforzarse. Esa misma mañana, mientras buscaba musgo, había tratado de no hacer ningún ruido al andar y no impacientarse por moverse con más lentitud que de costumbre. Y debía admitir que lo había conseguido.

Acomodó los lechos y salió de la maternidad. Tina y Flor Amarilla conversaban mientras que los cachorros de la primera, Llovizna, una gatita gris claro de ojos azules, y Pequeño Guijarro, un atigrado blanco y gris, de ojos ámbar, retozaban junto a ellas.

- Podéis volver a entrar - maulló, observando con ternura como Llovizna extendía su diminuta zarpa y tocaba el hocico de su hermano con curiosidad.

- Muchas gracias, Leopardo - agradeció Tina -. Sin embargo, creo que voy a dejar a los pequeños un rato más al aire libre.

- Habla por ti - bostezó Flor Amarilla -. Yo voy a echarme una siesta.

Dicho esto, entró en su guarida.

- Se ha vuelto muy gandula desde que es reina - opinó Tina, divertida.

- ¿No siempre fue reina? - se sorpendió Leopardo.

- ¡No! - la gata ronroneó de risa, levantando a Pequeño Guijarro, que se había caído de bruces -. Ser reina permanente no es como ser guerrero o curandero. No te nombran para serlo.

- ¿Y entonces?

- Bueno, no hay una regla exacta - Tina atrajo distaídamente a sus hijos con la cola -. Hasta dónde yo sé, cuando una gata se queda embarzada varias veces y ayuda a las otras reinas con sus cachorros, puede elegir serlo para siempre y renunciar a sus responsabilidades como guerrera. Y entonces ya pueden renombrarla poniéndole el sufijo ''Flor'', depende de si lo quiere o no.

- Oh - Leopardo se acomodó junto a ella y los cachorros le escalaron el lomo -. ¿Y tú conociste a Flor Amarilla cuando era guerrera?

- Claro - repuso la gata -. Cuando yo llegué al clan, ella apenas era aprendiza. 

- ¿De veras? - se maravilló el aprendiz. A veces se olvidaba de lo mayor que era su compañera -. ¿Cuál era su nombre de guerrera?

- Estela Amarilla (Yellowstripe) - la mirada azul de Tina se cargó de nostalgia -. Estaba tan llena de vida, siempre enérgica...

- ¿Y? - hasta donde Leopardo recordaba, la reina siempre dormitaba o tomaba el Sol, sin mucha acción -. ¿Qué le pasó?

- Bueno, tuvo cachorros - la atigrada se removió, incómoda -. Y volvió a tenerlos... Y volvió a tenerlos. Y decidió ser reina. Pero...

- ¿Pero? - la instigó el gato, inquisitivo.

- ¿Sabes la tos verde que azotó al clan hace estaciones? - Tina observaba el cielo con la mirada perdida.

- Sí - Leopardo intuía lo que le iba a decir.

- Casi todos sus hijos... Salvo Chapuzón y Espino... Fallecieron... - concluyó apenada, lamiendo la cabeza de Llovizna -. Eso la sumió en una profunda tristeza. Emergió de ella con el nacimiento de Zarpa de Estepa y Aguilucho.

Como el Clan Estelar mandeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora